Pedro Vicuña

Casandra y otros textos

 

 

 

 

 

ARTE POÉTICA

 

Cuando la palabra polen

golpea a mi puerta

y los objetos cotidianos toman matices amarillos

y un aroma como el sol se perfila en los utensilios mínimos

sé que las cosas no tienen nombre

sino un sonido oculto

como la piedra recién nacida.

 

Es que el verano con sus pedazos de espuma

No puede tener nombre sino esencia

Que la palabra que golpea las almas

Con su sello preciso

Reteniendo apenas trizaduras de memorias

Conteniendo apenas soplos detenidos

Apenas si toca el pulso loco del oleaje.

 

Así renacen los sonidos en mi boca

y ruedo manso vertiendo este eco indetenido

de lo que conoce su propia envergadura

del agua que se hace piedra y cáliz

y cuerpos derramándose en la medianoche fugitiva.

Así repito repitiendo sonidos que maduran

la textura del sueño y del deseo

y sé (aunque no parezca)

que las cosas no responden a su nombre

a la triste insignia que se les clava en el alma

sino que ruedan embrujadas, transparentes

labrando su propio ascenso

conteniendo el signo de su puro peso.

 

(de Fragmenta Memoriae)

 

 

 

 

CASANDRA

 

A Natalia Roa, que sabe

 

Atenta el cielo una conjura

La sombra aleve        aleteando       su mácula disipa

el sulfuro de su abrazo                    y de la nada se escurre una melancolía

 

Hasta el soplo primero del deseo   regresa el viento del inicio

todo derramando un nuevo tiento             la saliva toda de tu aliento               el aroma de tu vientre

en el sueño desboca pájaros de niebla                  la sangre combando hasta tu centro

toda la luz debo decir                      iniciando un día que no cesa                       llamarada en el ojo del Auriga.

 

Cómo habitando tu volumen                       la dura ensoñación del mar             el desmenuzado tiempo

de una derrota inmensurable              la lucha con el otro ángel                 que cae y se empecina.

 

Y entre tanta mordedura     el hueso quebrantas del silencio en que me agoto.

Vaticina tu piel otra geografía                    tu mirar desde las sombras que desentraña el cielo

tu palabra que aquieta la congoja               el agua toda que te habita

en el bauprés de mis desvelos                    mece la garúa de mis días hacia adentro.

 

Sueña la tarde un pálpito de cielo

 

A tientas         la arboladura                       deletreo de tu tacto.

 

(de Bitácora del Otro Mar)

 

 

 

Algo más debe haber

que susurran las palomas en el Roble.

 

Los calderos de bronce nos revelan ciegos

y no hay rama de laurel

no entraña de cordero

que en el ónfalo lustral del día

nos agite entre los remos.

 

Algo más debe haber

detrás de tanto verbo roto.

 

 

*

 

 

Tarde de sábado mojado.

 

Se repiten las montañas en el humo de los sacrificios

y dónde sino en el susurro las voces de las otras horas?

 

Toda la luz en el vórtice del alma

Tomillo seco y zarza inconsumible y manojos de laurel atrapando la memoria.

 

En el espejo una marejada como de muchedumbre trajo el candelero roto

y un cáliz que se derramaba               todo sombra y ajenjo y vinagre.

 

Luego la voz y el espectro de mi carne

como atravesadas de guerra las pupilas

y escombros y derrotas y los muertos incontables

mirando desde el fondo del futuro.

 

Vi entonces lo cerros coronados adueñarse del destino y el candil de los años rotos se hizo llamarada

inextinguible que quemaba el tiempo y hablaron otra vez los muertos para conjuro de tanta peste,

tanta llaga, tanto cielo azufrado de lamentos.

 

Tanta noche derramando sangre en las historias de casernas.

 

(de Notas de viaje)

 

 

 

 

HOMEROU TAFOS

(esperando el barco a Patmos)

 

Para Natalia

 

¿Qué buscaban nuestros ojos

entre los asfódelos y el cielo?

 

Toda la soledad del tiempo

mirando el ponto interminable

la voz de Nadie hurgando en el infierno

 

Azotada por el viento

la piedra del misterio.

 

El ruido de las lanzas

Aquiles ciego

arrastrando el cuerpo del vencido

y sólo la voz del divino

murmurando en la memoria

 

Todo está aquí.

La misma sangre.

 

Todo siempre vuelve y se repite

 

entre los rosados dedos

de una aurora

que atardece.

 

 

 

 

La Rama de Mirto

 

Ἒχουσα θαλλόν μυρσίνης ἐτέρπετο

᾽Αρχίλοχος

 

Al final

todas las tintas

las manchas y las trazas

que uno deja en el papel

todos los diarios que uno escribe

todas las señas

las marcas en el muro

los pasos en silencio

son diarios de muerte.

 

La fatigosa lucha se desgasta

el insistente martillo

la duda impenitente

dejan su sombra en las cuartillas

en el garabato inane

en la raya absurda.

 

Solo esa rama de mirto

que juguetea airosa

y el pelo cayendo por la espalda

el eco de una voz en Sardes

caminando sobre el agua

aquello que uno ama

permanecen en el aire

en su rodar puro

sin propósito ni afán

en el tiempo

ignorando la sombra

la boca negra

de las sombras.

 

Cuarentena, abril 17 de 2020

 

Pedro Vicuña Nació en Santiago en 1956. Poeta, dramaturgo, actor, director, comenzó sus estudios en la Escuela de Artes de la Comunicación de la Unive ... LEER MÁS DEL AUTOR