María Teresa Sánchez

Nunca hubo tiempo

 

 

 

 

 

NUNCA HUBO TIEMPO

 

Cuando yo iba a nacer

el médico que iba a atender a mi madre llegó tarde

porque el parto se le adelantó y yo nací rápido

para ver este maravilloso mundo.

 

No hubo tiempo que fueran mis padrinos señalados,

porque a mi futura madrina la operaron de emergencia

y en el alboroto se les olvidó avisar.

Así que el Arzobispo se ofreció para ser mi padrino.

 

No hubo tiempo de conocer a mi padre,

porque antes de los dos años se murió.

 

No hubo tiempo para vivir con mi madre

–porque ella se casó–

y mi abuela no aceptó que me fuera con mi madre.

 

No hubo tiempo que el Niño Dios me trajera mi bicicleta

–porque la doméstica de la casa me la enseñó

donde estaba escondida

y nunca hubo ya para mí Navidad con sorpresa.

 

No hubo tiempo para que me celebraran mi Primera Comunión

porque yo me adelanté

y la había recibido sola mucho antes.

 

No hubo tiempo para que estudiara en Managua

–porque cuando fueron a matricularme

ya estaban cerradas las matrículas.

Así terminé en un internado en Granada.

 

No hubo tiempo para que me celebraran mis quince años,

porque en ese mismo mes yo esperaba mi primer niñito.

 

No hubo tiempo para asistir al sepelio de mi abuela

porque yo estaba fuera de Nicaragua.

 

No hubo tiempo para continuar mis labores culturales

–porque me quitaron mi imprenta

por haber escondido a un joven que lo buscaban vivo o muerto.

 

No hubo tiempo de, tal vez salvarle la vida a mi hijo,

porque el teléfono,

comunicaciones lo tenía desconectado.

 

No hubo tiempo cuando me enamoré de nuevo,

el hombre de mis sueños ya estaba casado.

 

Ahora sí hay tiempo para llorar para olvidar,

para mis desengaños

y para rezar.

 

 

 

 

LA PUERTA

 

He cerrado la puerta. Nadie entre,

Nadie por su dintel penetre.

Con dedos de silencio

Mis recuerdos dibujan sus fantasmas.

 

Ni el viento

Conquistará mi férrea Fortaleza,

mi sola, invulnerable ciudadela,

con sus soldados altos de silencio.

 

He cerrado la puerta. Afuera

Piafan finos caballos de Guerra,

Hombres preparan fleches y ballestas.

 

Y me asomo de pronto. Abro la puerta:

nada turba en su paz mi ciudadela.

Pero en sus sótanos, hondos secretos

Bullen como fantasmas, los recuerdos.

 

 

 

 

LA HORA

 

No es la hora del alba todavía

Porque el pájaro paraliza en la noche.

El ojo de la estrella.

 

Menos que sea la hora del goce en la plegaria.

Esa hora está lejana. Allá detrás del inderruido muro

donde sueña Jacob y Jeremías.

 

Calzaos las sandalias, aparejad caminos, bebed el agua

de la gracia que destruye las sombras interiores.

 

Esa es la hora, sólo entonces llegada, de cantar

matinales y aleluyas;

la hora de atravesar, de parte a parte, el ojo de la sombra,

y de entrar al reino, eternamente por la dulzura

del canto que vuela con la luz y la alondra.

 

 

 

 

LOS HIJOS DE DIOS NO TIENEN TECHO

 

Los hijos de Dios no tienen techo,

y hambrientos, deambulan como espectros;

y tienen sed, y no hallan sombra para su sol.

Sobre ellos se ensaña la soberbia

de pequeños, humanos dioses despóticos,

que con sus estrépitos rompen la armonía

del viento.

 

Sembrad, pues, de trigo los desiertos,

endulzad el agua de los mares;

aplacad la ira de Dios:

aquel que ha construido el mundo,

puede destruirlo.

 

 

 

 

CERTEZA

 

Cuando las hojas caigan,

y tú caigas, y yo, mordiendo hierbas,

y tú de cara al cielo,

llena de musgos áspero la lengua…

 

Y caiga el velo de la tibia tarde,

Y caigan los luceros,

Y se me caiga el pelo,

Y a ti las uñas de los dedos,

en la implacable soledad del túmulo,

 

¿verdad amigo mío,

que algo más triste caerá el crepúsculo?

 

 

 

 

ME IRE SIN VERTE

 

La lluvia, la interminable lluvia

cae lánguidamente.

…Me iré sin verte

y tú marchas en pos de otra aventura

que mi pecho presiente.

 

…Me iré sin verte.

He de hacer mi mortaja de esta lluvia

tejida con los oros de occidente.

…Me iré sin verte.

Si tu amor conociera mi amargura,

honda como la muerte.

…Me iré sin verte.

Entre la lluvia tenue, entre la bruma,

Me iré sin verte.

 

 

 

 

SINOPSIS DE UNA VIDA

 

Tenías un día,

un mes, luego un año,

y una flor

trepando por tu columna de auroras.

 

Tenías nueve años,

se iluminó tu frente,

y pudiste tocar con tus dedos

la frescura púrpura del cielo

que fue a colocarse

en la colección de mañanas dormidas

de tu bolsillo palpitante.

 

Poco después mojabas tu rostro

en los balbucientes charcos de lo oscuro,

y tu adolescencia fue carrera de sombras,

rebote de luces perseguidas.

Pero lograste aclarar el barro

con tu confusa silueta,

despacio,

creciendo en un amor lento de corales.

 

Y explosionaste en verde vida, en músculo, grito y caricia.

Fuiste un dragón volador, un aventurero, un valiente pateador

de mentiras. Eras el perfecto filo de la osadía

abriendo mundos.

 

Luego llegó el rostro duro de la madurez,

las ráfagas azules de besos,

las olas de enfermedad, de muerte

y el silencio de los bosques arrasados.

Y entre arrugas se fueron dorando tus dedos viejos

de tronco clavado en el camino,

hasta nacerte un niño en el pecho,

un niño que tan solo quería

vivir

aspirando nubes.

 

Y le diste la mano, y te llevó con pasos de gamo

hacia los velos de la muerte,

donde un viento profundo, de llamas nacaradas,

fue levantando una a una tus cáscaras de seda

hasta encontrar la semilla,

el diamante sin tiempo

que tú eres.

 

María Teresa Sánchez Fue una figura importante en la cultura nicaragüense. Ernesto Cardenal, en su antología de la Poesía Nicaragüense, considera que «fue l ... LEER MÁS DEL AUTOR