
Hay que olvidarse de las imágenes circulantes de Vicente Huidobro y descubrir su verdadero rostro, una cara que nos es, de modo especial a los chilenos, instintivamente familiar. Sí, la de uno de nuestros tres o cuatro grandes poetas modernos, conviene dejarlo establecido; pero haría falta acaso ver a Huidobro por primera vez para reconocerlo por encima de los apólogos, de las generalidades de manual o de los raros estudios especializados de que ha sido objeto.