Wang Yin

Como si escuchara el sonido del hielo

 

por Enrique Solinas

La poesía de Wang Yin es como un gran árbol que hecha sus raíces en los temas trascendentales del hombre de todos  los tiempos: la muerte, el amor, la belleza, desde el pensamiento. Hay en su poesía una constante reflexión sobre la realidad, sobre este presente que atraviesa y sobre el pasado que le ha tocado vivir. Aquí y ahora mira el ayer, y también el hoy. El futuro siempre será incierto. Por esta razón es que su poesía es una suma de instantes, que van acumulándose en un decir pleno de imágenes, metáforas, comparaciones, sinestesias, metonimias, a veces surrealistas y, otras veces, tan sólo descriptivas, con un alto grado de sugestión.

A través de la poesía de Wang Yin, podemos observar las complejidades del mundo. Allí, la naturaleza estructura el universo, la voz poética es una voz de observación que expresa las emociones y los pensamientos, entremezclados en su justa medida. Y esta pequeña voz crea un clima de silencio, de decir en voz baja, de cantar una canción de cuna en medio de la oscuridad.

Poesía bella, poesía melancólica, atravesada por la literatura oriental y occidental, he aquí algunos poemas del maravilloso Wang Yin, traducidos al español por Radina Dimitrova*.

 

 

 

 

Poema séptimo

Ssu ssu      hábitos monásticos rozan los bancos de la iglesia
Ssu ssu      hojas murmuran en los árboles
Ssu ssu      respira el espíritu
Ding dong   durante el beso, las fosas nasales resuenan
con el mismo reloj
Ding ding, dong dong      la gente corre arriba abajo por las escaleras
Ssu ssu      salimos del jardín florido
Ding dong      repican los proyectiles de los blancos
Temblorosos pétalos se desmoronan
Apoyándose en mi brazo, mi amante cae suavemente
Ding dong      los blancos sacan de los cañones
casquillos particularmente excitados
Ssu ssu      el reloj quiere sonar de nuevo
La sombra del crucifijo es nívea

 

 

Quién entre nosotros sabe consolar

¿Quién entre nosotros sabe consolar?
Nelly Sachs

Quién entre nosotros sabe consolar
Quién podrá calmar nuestras manos temblorosas de terror
Esas manos manchadas de pintura
que persiguen las fibras en la tela del sueño
Con pócimas blancas
una y otra vez
enjuagamos a la muerte
Lavamos las vísceras de la muerte
y los dedos de los pies de la muerte
El dolor de la partida es una llave inglesa
con ella rebajamos los gorjeos de la muerte

La muerte, nada más la muerte
una y otra vez enjuaga
a la muerte que ha escapado
con vida de la muerte

 

 

Bendición

para Czesław Miłosz

Vestido con un suéter púrpura
leo tu poesía; como si escuchara el sonido del hielo
alrededor de un barco que navega hacia el norte
en una madrugada invernal

Eres más duradero que yo
Has visto el lado derecho de mi cabeza volteada
Como si de nuevo me sentara ante ti
Las manos en un extremo del mantel a cuadros marrones
parecen una orquesta

El tiempo es un candado, la llave es una gota
Cuando no está en marcha, mi hogar
más que nunca es una campana reclinada

Aquellos que no morían empiezan a morirse
se encaminan hacia la brecha
Soy una cruz de brazos abiertos
que se proyectan desde la fisura entre mis labios
Sonrío, mi cerebro
paulatinamente se transforma en una ciudad desierta
atravesada por las jabalinas de la vista

Las peras en la repisa rezuman escarcha azul
Sobre mi calva brillante
quizás ya han desfilado todos los sombreros
Tiempo atrás estuve inmensamente feliz, ahora nada es distinto

Antes del viento sureño, mi pincel se proyecta
hacia arriba, se alza girando como punta de lanza
Hace tiempo me derribó el aliento de sus epístolas
El florero negro cayó, se vació, perdió color

Diminutas llamas brotan en el plato colmado de hielo
igual que palomas, inmóviles en medio de la lluvia
igual que inmóviles rayos de sol
igual que yo, totalmente inmóvil en medio de la luz
(Sobre los párpados descienden sombras como alas
Sobre la lengua no quedan palabras ni frases)

El mundo entero es calma

 

 

Aromas de otoño

La lluvia cae en los labios como desinfectante rociado
Un camino de asfalto recién vertido
Un barandal de cemento ya pálido y reseco
Humo de hojas y periódicos que arden
Aroma de pan flota junto a la pared interior de un vagón
y estalla en mi rostro
Así son el olor del infierno y del paraíso
sólo los separa una línea delgada
Olor a páginas de libro, a polillas
El gato se arrima a la estufa: olor a pelaje quemado
Huellas de tinta sobre los dedos
En una cesta de bambú se pudren cáscaras de fruta
Flujo de perfume bajo el dique
El cielo oscurece al galope, emanando un vaho alcohólico
Telaraña luminosa y firme vibra a través del río
Un cable telefónico conduce a mi ciudad
Hediondo gas de alumbrado infesta el corazón del vecindario
Los tejados encendidos por la lluvia son las únicas cartas que recibo
Callejones vacíos iluminan la luna
El cabello mustio que cae en otoño
desciende en silencio a las profundidades del cajón

 

 

Amante

Ya alcanzamos el mar, cariño,
Las luces en la orilla ya se extinguen
Los hipocampos soplan sus flautas,
melódicas ondulaciones surcan el aire
Ya llegamos a la orilla
Abro tu caja
para esparcirte
y tú, desmenuzada
tan lento, más lento aún que el polvo
rocías la superficie de soslayo
Acabo de esparcirte por completo
Haces que el agua se ruborice
Haces que se calme la marea
A medianoche, la nieve cae
sobre mi mano abierta
igual que cuando aún vivías
Te di el firmamento
Te di también el piélago
Ya te di todo      todo te lo di
Guardo la caja en que moraste
entre mi ropa, cerca del pecho
Me guardo dentro de tu caja
Reposo en medio de tus sueños

 

 

Volamos hacia la frontera lluviosa

Volamos hacia la frontera lluviosa
Por su postura rígida, el Boeing 757
consigue descansar a medio vuelo
Los fantasmas de papel y yo viajamos en asientos vecinos
viendo una película de dos horas
La azafata azul reparte coca cola helada
y gelatina trémula en papel aluminio
Las alas desnudan sus propios huesos
mientras el plácido motor canturrea sin descanso
¿Qué desgarran los vientos forasteros al otro lado de la ventanilla?
Un clavo en la superficie acuática transmite congoja e inquietud
En algún lugar bajo mis pies, camiones de carga llenos de hierro
forman una procesión interminable

Es medianoche y madrugada a la vez
La luna nos da la espalda y se aleja
Tazones inquietos de superficie espléndida
rebosan felicidad nostálgica
El llanto frena el dolor
Casi toda mi vida estuve embrollado
por esa indecisión tan larga

Nubes llenan el cielo sobre los basureros
Estrellas cuelgan trazando curvas
y junto conmigo
vuelan hacia la frontera lluviosa

 

 

En ese momento, mejor no saber de la vida ni la muerte

Mengua el brillo de los astros, aun así resaltan nítidos
tus labios y tus ojos radiantes
Con una mano te abrazas las rodillas, y con la otra
sostienes el café, esperando a que se enfríe

Apoyado en la piedra hundida en sueño, escucho
el febril chirrido de las cigarras que roza al pasar tus vértebras
Como si te viera conduciendo marcha atrás a duras penas
por el angosto callejón empapado de lluvia

Habría que planchar otra vez la ropa arrugada
habría que ajustar de nuevo las manecillas del verano
Los patrones que ondulan en la taza de café
esbozan un desenlace que no podemos predecir

El mundo es ya irremediablemente malo; por fortuna
nuestra estancia en el resquicio es muy breve
En ese momento, mejor no saber de la vida ni la muerte
Sólo la luz en el pasadizo relumbra igual que antes

 

 

Me dices que recuerdas con cariño los lentos días de antaño

Me dices que recuerdas con cariño
los lentos días de antaño
el reloj al que le entra agua
y la bicicleta, igualmente lentos

Somos personas a destiempo, con un café a destiempo en las manos
Brindo a la salud de Carolina, luego una taza por los pobres
una por la temporada del desorden mental
una por la incesante nieve
otra más por el anticuado aparato auditivo
y una última por nosotros mismos
estas personas a destiempo

Ya sabrás cuánto quiero imaginarte
en una ciudad por completo desconocida
–Jerusalén, Marrakech, La Habana
o cualquier otra urbe de nombre impronunciable –
y mientras la recorro distraído, encontrarte por azar
en alguna de sus calles mojadas por la lluvia

Por eso, cuando me detengo mientras te escribo
es porque ando distraído, como antes
Envío el correo electrónico
y en ese mismo momento por fin se corta
la incesante tormenta

 

 

Aquello que no es

En el principio, la materia que me atrae
no es el vacío ni la obscuridad
sino la imposibilidad de recordar su nombre

Vislumbro una forma de olor confuso
logro escuchar el mudo llanto
pero ya no puedo ver las lágrimas ocultas 

En la noche profunda camino por calles desiertas
sin saber bien
en qué ciudad me encuentro

Por esquivar la parte lúgubre, acabo atrapado
en la belleza hipotérmica
en el pecado homoetermo

 

  

 

Wang Yin lee el poema “Amante”:

https://www.youtube.com/watch?v=vy74wKZcBp8

 

 

 

*Radina Dimitrova. Sinóloga y experta en literatura china clásica y contemporánea. Reside en México, donde trabaja como docente, traductora e intérprete. Imparte clases de chino, traducción chino-español, arte e historia de China en la ENALLT (UNAM) y otras universidades. Ha ganado varios premios de traducción de literatura china. Sus traducciones se han publicado en China, América Latina y Europa.

Wang Yin (Shanghai, 1962). Poeta, escritor, periodista y fotógrafo chino. Entre sus obras se destacan Diario de fotógrafo (2012, uno de lo ... LEER MÁS DEL AUTOR