Pia Tafdrup

Escrito a mano

 


(Traducción al español de Renato Sandoval y Thomas Boberg)

 

 

 

Escrito a mano

 

Soñé que mi padre tenía un ventanuco

en el techo,

la única abertura

por la que podía mirar al exterior.

En la habitación los muebles estaban amontonados

como en un trastero.

El ventanuco estaba casi completamente tapado

con un gran pedazo de cartón

color gris de tormenta.

A pesar de ello mi padre estaba tratando

de abrirse camino

deslizándose entre armarios, cajones y un secreter

– estaba de puntillas

con el fin de mirar a través de la última rendija,

por la que aún entraba

un rayo de luz.

No se quejaba, pero yo busqué indignada

a las enfermeras por los pasillos

de linóleo de colores de emergencia

y un dolor dulzarrón enfermizo

a fruta podrida.

Había también otro problema:

¡la escritura de mi padre!

Estaba a punto de desaparecer –

o ¿ es que escribía

con tinta de nieve?

El hecho de que yo no pudiese descifrar los últimos restos

de sus escritos

me preocupaba tanto como

el panorama que le faltaba  y del que no podía disfrutar.

Les pedí a las enfermeras

que le devolviesen a mi padre su escritura.

Ellas buscaron consejo en la biblioteca del olvido,

pero todos los libros estaban prestados .

Además la llave

de la caja de las plumas y el papel

era demasiado corta,

la esperanza es cosa del pasado,

se lamentaron levantando la mirada hacia el cielo vacío.

 

 

 

Caravana

A mi hermana

 

Campos de hielo, bosques de nieve

helada ardiendo bajo la piel

No hay senderos que seguir

sólo llanuras que cruzamos solitarios

y distantes uno detrás del otro

Apenas si levantamos los pies

es la tierra la que nos transporta

Vivimos —

lo que significa:

Luchar contra la muerte

en todas sus formas

Todo lo que decimos será usado en nuestra contra

pero lo mismo pasa con lo que no decimos

Campos de hielo, bosques de nieve

un cielo que oscuro se adensa

como un muro de lamentos

Cielo de nieve, un cementerio judío

piedras blancas por kilómetros

en los pinares de las afueras de Kiev

Por cada copo que contemplo

sueño que lentamente estoy aquí:

alma en la sangre en la nieve en el mundo

Adentro

arder sin escrúpulos

y así, en lo blanco, desaparecer.
 

 

 

Blanco encabritado

 

Sangre roja, sangre blanca, sangre negra,

llenan el cerebro

hacen estallar el cráneo.

La tierra se agrieta, noche estrellada

sobre los campos cosechados de mi padre

donde siete caballos blancos nos llaman a que salgamos

con potentes relinchos.

-Esa gota en la memoria

es un océano lleno a rebosar.

Sangre roja, sangre blanca, sangre negra,

allí en el campo los caballos encabritados se detienen –

huidos

de un circo ambulante

o enviados,  ¿de dónde?

Nosotros no tenemos caballos en la granja,

pero ¡han venido a nosotros!

Sin sillas ni jinetes…

Estoy despierta

hasta el tuétano de mi espinazo,

estoy galopantemente despierta.

Los poros de la piel se abren

desbocados,

la noche entra, fresca, clara.

Me ciegan

las panzas de blanco lunar de los caballos,

los oigo relinchar cuando nos ven

a mi padre y a mí.

Por un segundo descendente

los caballos levantan mi corazón

más alto –

de lo que nunca antes he volado en el espacio.

Caballos preparados a entrar de un salto en la noche,

salir fuera de un salto.

No hay cartel que ponga

Prohibida la entrada a los caballos

este planeta es un territorio abierto de par en par.

Todo puede pasar.

– Un océano de fuego y sal

lo inunda todo.

Pesados golpes de cascos se alejan,

después

insuperable crepúsculo. Retumbante.

 

 

 

La mano de mi madre

 

Me baño en la quieta luz de una gota

y recuerdo cómo llegué a ser:

Un lapicero puesto en la mano,

la fresca mano de mi madre sobre la mía, cálida.

— Y así nos pusimos a escribir

entrando y saliendo de corales,

un alfabeto submarino de arcos y puntas,

de caracoles espirales, de estrellas marinas,

de blandientes tentáculos de pulpos,

de grutas y formaciones rocosas.

Letras que con sus cilios se abrían paso

vertiginosamente entre lo blanco.

Palabras como lenguados aleteando

y enterrándose en la arena

o anémonas oscilantes con sus cientos de hilos

en un quieto y único movimiento.

Frases como cardúmenes

que se hicieron de aletas y ascendían

y también de alas que en compás se agitaban,

palpitando como mi sangre que a tientas

golpeaba estrellas contra el cielo nocturno del corazón;

fue cuando vi que su mano había soltado la mía,

que yo hacía mucho, escribiendo, me había desasido de ella.
 

 

 

El lapicero

 

Si son los barcos o los cargueros llenos hasta reventar

—que a lo largo del día pasan frente a mi ventana que da al este,

desde donde el ardiente sol de la mañana envía chorros de fuego

que atraviesan mi corazón—

los que por las noches me hacen soñar

con un pene irguiéndose tan maravillosamente

que tengo que tocarlo,

o si es un mar olvidado que ha invadido mi lapicero

y que ahora desemboca en su punta

para hacerme escribir algo distinto a lo que

había imaginado, eso no lo sé;

pero por la presente envío mis excusas

a la ciudad portuaria cuyo cielo nocturno

yo, desflorada por la luz, el sonido y los aromas,

importunase con los sueños más improcedentes

extraídos de una jungla de tinta negra

que no sabía que yo tuviese muy dentro de mí,

allí donde ingenuamente, lo veo bien, yo imaginaba

que todo era tan brillante como la lanza

que se abre camino en la médula de cristal de la palabra,

y no moldeado como las olas

que ahora parten y se reúnen en una furiosa

urdimbre de agua, arena y espuma,

en una cadena que se suelta y se aferra,

olas que me golpean como una caricia

y que lamen la playa, lenguas que acosan

y que en la arena reflejan el inicio y el retorno.

Pía Tafdrup (Dinamarca, 1952). Está considerada una de las grandes poetas de su país. Ha recibido el Premio de Literatura del Consejo Nórdico y el Pr ... LEER MÁS DEL AUTOR