Yuleisy Cruz Lezcano

Conversación con los recuerdos

 

 

 

 

 

Amnios

 

Fijo la palabra entre las palabras

y un terzo ruiseñor me habla,

juega frente a mí

sobre el horizonte que aún

resuena de mañanas.

En la cocina se enciende el fuego

y se sienta el sol,

es un invitado deseado

que aguza en los sentidos

el disfrute de la vida.

Las frutas, sobre la mesa servida,

tienen el color del despertar

y el café es un saludo familiar

llama hacia un mundo

que se levanta corriendo.

Y yo con los ojos cerrados,

casi durmiendo,

me pierdo en el azul de la ventana

y ahí me quedo.

Vivir fue un sueño,

la vida es un vals de giros y vueltas,

soledad que busca los hombres huyendo

en ojerosas calles que se levantan,

después de un beso

perdido en los años.

Años y años

de noches pegadas en la carne,

de olvidos que recuerdan

muchas cosas.

 

 

 

 

Conversación con los recuerdos

 

No sé si preparar el día,

en la flor de labios la diatriba

clavada en un epíteto,

me envuelve en un silencio incompleto,

ésta probablemente no es mi vida,

es un boceto,

un recorte de imágenes recibidas

de una botella recogida

en un mar que no recuerdo.

 

 

 

 

Fuera de foco

 

No sé si comunicar llegadas.

No quiero llegar a ninguna parte

y por eso inclino la pluma

entre el oblicuo de la vida y el error de vivir.

De lo que siento puedo decir

un puñado de nada.

Puedo inventar una poesía

con la boca cerrada.

Madre de mis dudas

te hablo a ti,

donde el polvo es cal,

donde las entrañas son animales

sin manada,

donde la llama se queda apagada

si no se enciende con el corazón.

No estoy segura de  tener razón,

por eso no hablo y escribo

lo que no tengo el coraje de decir.

Por eso en este error de vivir

no sé lo que estoy buscando.

Sin lágrimas llorando

me contemplo fuera de la imagen,

parece algo imposible

pero con más en las manos

alcanzo menos.

 

 

 

 

Errores y remordimientos

 

Y todo termina

donde nunca empezó,

sombra en la sombra

la palabra dicha,

nido de errores,

verbo callado,

habla al punto de rocío

y en el rostro mío

no existe fuerza

para escuchar

la historia que se repite,

sin crear volumen que quepa

en el último beso.

No son los errores

los que tienen el corazón preso,

son los remordimientos

que me hacen ocultar lo que siento.

Para no llorar miento

si hablo conmigo misma.

¡Qué flacas frases!

No me esconden y me abisman

en destinos errados,

en un furor nostálgico.

Este pensamiento casi trágico

a veces se vuelve pesadilla.

 

 

 

 

Tengo

 

Tengo grandes tonos azules

cosidos de humos

a la altura de tus ojos,

para que el rumbo de mis cielos

se confunda con el tuyo.

Tengo una estrella en capullo

que nace del aliento

de tu tierra húmeda

para cerrar el silencio hueco de tu mundo.

De posibles y de imposibles profundos

tengo una mirada para darte

que no envejece en mis ojos,

un beso que no envejece

en mi garganta,

un latido que canta

al domingo de fiesta

donde el amor no cansa.

Tengo una sonrisa que avanza,

llega antes de que tú llegues.

Tengo mil posibilidades

para que no te niegues,

tengo mil súplicas para que no te alejes,

al menos por unas horas,

al menos por un minuto evanescente.

Traigo una señal del futuro

para abrazar tu presente,

tengo lunas ausentes

que aúllan como lobos

en las honduras de la noche,

palabras cerradas con un broche

en el pico curvo de un pájaro

que llevan un mensaje

y atraviesan la lejanía,

esperando que llegue el día

que tú quieras escucharlas.

 

 

 

 

Ayer

 

Recuerdo el mosquitero blanco

colgado a la pared por los cuatro lados

y mi sueño acostado que se levantaba

con el gallo que canta

anunciando el perfume del café.

Recuerdo la gallina con hambre y sed

que llamaba sus pollitos

mientras el rocío bajito

acariciaba la hierba.

Recuerdo que la aurora acerba

mecía el sol

y recuerdo que el canto del ruiseñor

abrazaba el olvido del paso

de un mundo no bebido

cerca de la boca.

En el recuerdo que hoy me toca

el perfume de verano desabriga

los olmos,

tiene ya septiembre en las hojas

y el silencio despoja

el último canto de ranas

sin la tierra dentro.

 

 

 

  

El relámpago en la hoja

 

Mi primera  derrota

fue

aquí- en el mudo,

sin ramas.

Se doblaban mis pulmones

sobre una cresta de viento,

un aliento,

rapaces que creía de escuchar

a mis espaldas.

Sin atreverme a mirar,

mis miedos brotaban dentro de fríos,

más reales que una uña de mi mano.

La sombra de mis sentidos

resbalaba por mis mejillas

como un cadáver rodando.

En la joroba de las cicatrices,

esperando,

me hice astillas

y en la inefable orilla,

donde busqué un puerto, tabla a tabla,

encontré un dolor que habla

con los nervios abiertos

de la memoria que trabaja.

Los oídos poblados

de una gota solar que se ofrecía

sombra cegante: fanal, golpe de dagas

para desfondar el pecho,

por no haber hecho

lo que debía.

Con un perversidad que me confundía,

se despertaba la melancolía

del tiempo que se adueña

de la mujer que suda y sueña

lo vivido.

En un hornillo mortal,

el pasado pegado a un hilo,

me pide muerte mientras besa

una canción que pesa

y va volviendo en lo que se va.

 

Yuleisy Cruz Lezcano Nació en la isla Cuba el 13 marzo del 1973, vive en Marzabotto (Bolonia; Italia). La poeta emigró a Italia a la edad de 18 años, estudió ... LEER MÁS DEL AUTOR