Yolanda Castaño

En ese lugar me recuerdo

 

 

 

 

PIEDRA PAPEL TIJERA

 

Cuando los ojos cerrados miran,

las ruedas se vuelven un juego de manos.

 

(El libro de la poesía se abre de más

y se convierte en baraja).

 

No es arrogante encender una luz,

tampoco miserable que escribamos a oscuras.

 

No pierdas ancla con el mundo,

ni tacto con lo que soporta las palabras,

no temas en serrarle las patas

para que pueda llegar aún más arriba.

 

Aquí

generamos lenguaje.

 

Realmente escribimos

porque una imagen vale más que mil palabras.

 

De La segunda lengua (ed. biling, Visor, 2014)

 

 

 

 

En ese lugar me recuerdo. No había sombra. Diluviaba.

La mudez de los alisos no nos cubría con sus brazos.

Se levantaba el vendaval. Tiraban piedras. Ladraron.

Algunas dóciles voces, filas atrás, batían palmas.

El frufrú de cuerpos juntos. Se cocinaba el aliento.

Los hombros de más allá salvaban a los otros del granizo.

La estrechez daba caricia, esquivaba los rayos altos.

Caía el mar, lanzaban palos, no querían atendernos.

Me veo en ese lugar. Cataratas purpurinas.

Algunas veces las luces nos enfilaban con fuerza.

¿Qué pasa atrás? ¿Qué puede verse?

Arreciaba la madrugada.

Otras, el olor de la metralla no alcanzaba las últimas hileras.

Se cocinaba el empeño en un fuego manso y cuidado.

Era dulce su fragancia y su aliento gasolina.

Decían sí a nuestras espaldas, decían no, decían vale.

Se erguía cada levante y nos golpeaba en la cara.

También a veces nos bañaba antes el aroma de la luz.

Lluvias de plata y sol que apenas tocaban los bandos del fondo.

Me recuerdo en ese lugar. Ni tendales ni rescoldos.

A veces las deflagraciones se confundían con los flashes.

Todo tiene su lugar. Hubo nieve y golondrinas.

En ese lugar me recuerdo. Aún hay piedras. Caminamos.

 

De la antología Poetas en casa (Mantis Editores – CCAméricas, México-Houston, 2020)

 

 

 

 

LOGOPEDIA

 

Deja que te hierva un té que nos recuerde a quien amamos.

Algún pequeño lugar en un rincón de tu mandíbula

ha de poder conseguir hasta esencia de bergamota.

 

Pero de toda la vida nos matan

los problemas de dicción

(esa ese suya que prende

en mis ganas de sorbérsela).

Y tú eres tan palatal, tan liminal…

ocultando un simulacro debajo de las muelas del juicio.

 

Nunca habría crecido el dios de la fonología

si el significado no esparciese

su esperma sobre los aullidos.

 

Mis cuerdas vocales se vuelven sogas

para esta calamidad que no encuentra manera.

La ge va a tirar entonces de la campanilla de mi glotis

como un tren desbocado que quisiésemos frenar.

Y tu nombre

se me pega al paladar,

como que lo comulgo.

 

No es fácil pronunciar earl grey.

Bonjour monsieur, quiero un earl grey.

 

Pero lo que quiero yo

sí que es impronunciable.

 

De La segunda lengua (ed. biling, Visor, 2014)

 

 

 

 

Por las mañanas enseña en el conservatorio, por las noches, hace ruido.

Los sábados adoras los tacones, los lunes la sensación de una piedra en el zapato.

De ida mastican ríos, de vuelta aspiran tiras de moho.

Con los ojos abiertos me abro en sartencitas, con los ojos cerrados, cruzo ese agujero.

Ayer bocata de destino con apisonadoras, hoy, polvo de debajo de la alfombra.

De puertas para afuera me pego a ellos, de puertas para adentro me pego un tiro.

De cintura para arriba hace mermelada con los promedios, de cintura para abajo,

sabe perdonar.

A la derecha los vicios de la corte, a la izquierda las virtudes de una corte.

De día ordeño la vaca de la responsabilidad, de noche meto mi encanto bajo

martillos percutores.

Por delante que nada nos recuerde a nosotros, por detrás la metralla está en la carne.

Encima del papel prodigioso folclore de indicios, por debajo del papel, miedo a volar.

A las 23:45 rajitas en el antebrazo, a las once de la mañana, me como un volcán.

Antes eso no me gustaba nada, ahora, me encanta.

 

 

 

 

TRADUCCIÓN

 

Solo descubrí su voz

cuando habló en una lengua que yo comprendía.

 

Pero no importa.

Vamos excretando raíces convertidas en lenguaje.

 

(Que mi nombre podía ser

cuadrisilábico para ese idioma,

que podía relucir tan bien

si seguido de habibti).

 

Importa menos lo que digas si lo dices

en italiano,

si lo dices

en islandés.

 

La egipcia que con la zurda escribe en frente de mí

parece un espejo.

 

Modelamos con las cenizas de todo lo que un día

ardió entre lenguas de fuego.

 

En todo caso, en todas partes, nosotros escribimos hacia los bordes

y otros hacia el centro.

 

Porque traes una polca en las comisuras

habrá que aprender nuevos pasos de baile.

 

Pero no importa.

Todos los abrazos son

traducciones.

 

De La segunda lengua (ed. biling, Visor, 2014)

 

 

 

 

POEMA DE OLGA Y ELBA

 

Soy yo la mujer que ahora ocupa esta casa

en la que exististeis, Olga, Elba,

desde que se abrieron para mí con los pies descalzos

sus labios de actriz que no me aman.

 

La que no es mía,

ni me tendrá,

pero que huele a

oasis extramundo, laberinto de metafetiches, el escenario de lo que deseo, la

gruta de la felicidad.

 

(Lo único que me tatuaría sería el olor de esa casa en la cara interna de mis muslos).

 

Y ¿qué sois vosotras a mi vida? compañías presentes,

mujeres antiguas y presentes,

dobles pálpitos de ser bordados en la piel de lo que abrazo.

 

Somos tres y cavilo sobre nuestras figuraciones idénticas, perfiles

repitiendo el perfil                   de su milimétrica idea de la belleza.

Deslumbrantemente admiradas

y repugnadas hasta la náusea.

Que lo daría todo por ser por un minuto como vosotras,

yo, que os fui, tan abnegada e instintivamente.

 

Respira el rastro de las caricias

vuestras        en lo que toco,

aún insobornable en la madera de estos muebles,

en los frascos que aún están, en vuestra ropa.

Olga, Elba, abstractamente perfectas como mujeres anónimas,

intactas, como lo que no morirá          nunca.

Aún caliente está la huella de vuestros pies en lo que me acoge,

Y en la mesa que comparto con espectrales ausencias

alquilo vuestro espacio implacable con usura.

Que habría de morir por ser más que vuestras cifras

o deseo matar vuestro nombre a cuchilladas.

 

Olga, Elba, mujeres pasadas y perpetuas,

y yo estúpidamente hija vuestra,

estúpidamente hermana en una genealogía interrogante.

Fantasmas divinas

y feroces

mientras duermo.

 

 (En plaquettes, publicaciones colectivas y revistas, 2001)

 

 

 

 

NO HAY ORDEN MÁS TIRANO QUE EL ORDEN ALFABÉTICO

 

La blancura de sus campos es toda una metonimia,

se separan las narrativas en esta historia sangrienta.

Solución inestable. Era metacrilato

el zapatito de cristal que encaja perfectamente.

 

Y así fue que llegó una guerra apadrinando los códigos,

y fue un camino aún más infernal que la biología.

 

Las palabras labriegas arando sus renglones

y la nobleza de Castilla asediando el diccionario.

 

(Esa polilla perdurará solo dos noches

como dos generaciones dura el nombre de una mujer).

 

Más adelante, las palabras,

desarrollaban un virus autoinmune

que las hacía propiamente atacarse desde el interior;

la palabra libertad, por ejemplo.

 

Cuando el rabito de la eñe de la saña

levante el vuelo como gaviota

ojalá no hayas perdido cuanto te pueda sanar.

 

Un día las efes mayúsculas se habrán de volver armas de fuego.

 

¿Conoce la lengua su lengua?

Los libros nunca están cerrados.

 

De La segunda lengua (ed. biling, Visor, 2014)

 

 

 

 

THE WINNER TAKES IT ALL, LA MUSA NO SE LLEVA UN DURO

 

Cuando el cielo cierra la capota y la noche soborna al día

salen de lo oscuro las estrellas con zapatitos de vicetiple.

 

Todo lo que se queda en la punta de la lengua

moja la saliva con la que digo este verso.

Tubérculo, iceberg, un cuerpo extraño en la ostra,

sus heces abonan cada uno de mis pastos.

 

Todo cuanto pudiera decirte

te lo diría en la lengua que no entiendas.

 

Un cuerpo cavernoso carga sus motores,

dosifica su canto en estilo indirecto.

 

Mi lengua amadrina el rubor de estos poemas

solo para que nunca puedas leerlos tú.

 

Mi lengua finisterre, tojo que raspa la garganta,

el más correoso de los ocho tentáculos hirviendo.

Una tarjeta de memoria en la que no cabe una aguja,

el higo meloso que se come solo por que no se pudra.

Mi lengua una coroza en el medio de Manhattan,

un soportal de piedra por allí no pasa ningún río,

una kipá que oscurece y crece y crece sobre las cabezas,

el dedo de una dios negra señalándonos desde lo alto.

Mi lengua es el hereje emulado por un mártir,

el lugar de tu cuerpo al que le tienes

miedo.

 

Pequeña deslenguada en diferido, fui a guardar la mano y ahora

redoblo la apuesta,

mira este as con alas, donde pongo la boca pongo la bala.

Las palabras convulsas,

estas palabras remotas,

las que nunca irás a leer,

orbitales porque son mías, mía esta

cosa, mía, como mía esta lengua.

Mía.

 

De La segunda lengua (ed. biling, Visor, 2014)

 

Yolanda Castaño Yolanda Castaño (Santiago de Compostela, 1977). Es una de las voces más internacionales de la poesía gallega actual. Lle ... LEER MÁS DEL AUTOR