Yannis Ritsos

La muchacha que recobró la vista

 

 

 

(Traducción al español de Jaime Nualart)

 

 

 

Búsqueda

Adelante, Caballeros —dijo él. No hay inconveniente.
Véanlo todo;
no tengo nada que ocultar. Aquí está la habitación, aquí el estudio,
aquí el comedor. ¿Aquí? —el ático para los vejestorios—;
todo se acaba. Caballeros; está lleno; todo se acaba, se acaba,
así de rápido también. Caballeros; ¿esto? —un dedal; —de mamá;
¿esta? una lámpara de aceite de mi madre, su
sombrilla —ella me amó enormemente—;
pero, ¿esta olvidada tarjeta de identificación? ¿estas alhajas,
de otra persona? ¿la toalla sucia?
¿este boleto de teatro? ¿la camisa con agujeros?
¿manchas de sangre?
¿y esta fotografía? de él, sí, con un sombrero de mujer cubierto
con flores,
dedicada a un extranjero —la letra suya—
¿quién dejó esto aquí? ¿quién dejó esto aquí?
¿quién dejó esto aquí?

 

 

 

La muchacha que recobró la vista

Ah —dijo ella—, veo otra vez. Ahí. Todos estos años mis ojos
me fueron extraños,
se hundieron en mí; fueron dos guijarros mohosos
en agua oscura, densa —negra. Ahora
—¿no es eso una nube? ¿y ésta una rosa? —dime;
¿y esto una hoja —es verde? —v-e-r-d-
y esto, mi voz —sí? —¿y puedes oírme hablar?
Voz y ojos —¿no es esto lo que se llama libertad?
Abajo en el sótano he olvidado la amplia charola de plata,
las cajas de cartón, las jaulas y los carretes de cuerdas.

 

 

 

Enumeración

La gente se detiene en la calle, mira.
Los números sobre las puertas no significan nada.
El carpintero está martillando un clavo sobre una mesa larga y angosta.
Alguien clava una lista de nombres en el poste de telégrafo.
Un pedazo de periódico vibra, atrapado en las espinas.
Las arañas están bajo las hojas de parra.
Una mujer sale de una casa para entrar en otra.
La pared amarilla y húmeda; se descarapela.
En la ventana del hombre muerto, una jaula con un canario.

 

 

 

Aguardando su ejecución

Ahí, detenido contra el muro, al amanecer, sus ojos descubiertos,
mientras doce armas le apuntan, él con calma siente
que es joven y bien parecido, que desea estar bien afeitado,
que el horizonte distante, rosa pálido, se convierte en él
—y, sí, que sus genitales conservan su propio peso,
hay algo triste en la excitación de ellos —ahí donde los eunucos miran,
es ahí donde apuntan; —¿se ha convertido ya en la estatua de sí mismo?
Él, viéndose ahí, desnudo, en un día brillante
del verano griego, arriba en la plaza —mirando a lo que está arriba
él mismo tras los hombros de la multitud, detrás de
las apresuradas turistas de grandes glúteos,
detrás de las tres viejas falsas de sombreros negros.

 

 

 

Círculo

La misma voz, aún ronca, le dijo que pintara,
“Aquí es donde yo termino, aquí donde vuelvo a
empezar” —siempre lo mismo,
un círculo vicioso, y en el círculo
la cama vacía o la mesa desnuda con la lámpara
iluminando dos manos moviéndose sin dirección
removiendo dos largos guantes de plástico negro.

 

Yannis Ritsos (Grecia, 1909 – 1990). Poeta, ensayista y político. Pertenece a la “Generación del 30” y es considerado junto a Odiseas Elytis y Gio ... LEER MÁS DEL AUTOR