Santuario a lo largo del ferrocarril
(Traducción al español de Arturo Hernández González)
Bardo
1.Mundo diurno
Al despertar descubro que el sol transparenta
la ciudad circundada por resplandecientes colinas,
que convierte en esmeralda cercanas y lejanas arboledas
y que, en la vecina tierra del cementerio;
fundida en un vidrio diáfano, eclosiona fuegos de cuarzo
de huesos encontrados en nidos de la mortalidad. Todos se han adentrado
en esa deslumbrante oscuridad que no se puede conocer.
Es el Ojo de Dios, dicen algunos. En torres y mansiones,
los bellos se levantan del espejo como muertos errantes;
los hambrientos, con mandíbulas desencajadas
por consumir la tierra, se atragantan con delgadas cañas por garganta
y se fríen sin sueños bajo las astilladas ramas de la luz.
Pastando en un campo de sueños, la mayoría no alza la vista
cuando el sol abre de par en par el abismo hacia nuestro mundo inferior.
2.Noche
Ay, ahí, ahí está el problema,
Porque en ese sueño de la muerte qué sueños pueden venir…
Me sobreviene un sueño: un país nuevo y viejo sin embargo,
un cielo de cristal infinito iluminado por la luna, más allá
de la caída en el abismo y el trueno
de mi mortalidad desgarradora; del delirio
del mundo diurno que irrumpe en el humo y el fuego
desgarrado por los vientos de los desechos de mi fin presente.
Un sol; no del amanecer, no del atardecer
despeja ahora todos los obstáculos mortales y derrite
el cielo en un líquido rojo. Luego se ennegrece,
se profundiza en el olvido. Como el espíritu amanece,
sigo siendo lo que no soy. La luz se transforma en ángeles
y luego en furias que desgarran mi corazón pretérito
y mi hígado, que trepan unas sobre otras para arrancar
las alegrías de la necedad y de la ignorancia, la dicha.
(de An Acre of Day’s Glass: Collected Poems, 2006)
Santuario a lo largo del ferrocarril
Los caídos azulejos a tu alrededor, la cal
desprendida de tus mejillas, los ojos fijos
y ciegos de significado, tu rostro pensativo.
¡Oh, Señora! haz que el brillo del desastre sea más real
sobre la frágil hierba y los árboles
que dan sombra al camino desde el ferrocarril
a tu santuario, de explosivas piedrecitas blancas
bajo el sol…
La memoria
tiene una pista en su ceguera
del horrible viaje del alma
en sus metamorfosis.
La sujeción en el granito es una especie de vigilia,
el movimiento de los miembros de un dios
a través de un campo de aguas crecientes…
y en la suave tierra, brillando, los insectos…
(de Remembering Grandma and Other Voices, 1989)
Noche de primavera
en la Cancillería Imperial
para Du Fu*
Estas paredes, en llamas todo el día para un espectáculo
de flores, ahora comienzan a desvanecerse en el crepúsculo.
En sus abismos cada vez más profundos, los sutiles gritos
de los últimos pájaros denuncian su vuelo en la oscuridad.
Las estrellas se espesan. Rutilando como feroces granos de fuego
frente a las puertas abiertas, casi se pueden tocar.
La luna, todavía baja, una llama naranja que se quiebra,
pronto brillará con un esplendor explosivo en medio del cielo.
En el silencio vacío de estos pasillos
parto de la rotación imaginada de altas puertas de bronce,
de campanas que se mueven ligeramente en una corriente de aire.
Está el memorial sellado para mañana.
Excluido del sueño, pregunto continuamente la hora
pero no apresuro el paso de la noche.
(de The roads of Exile, 1993)
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* Du Fu (712-770), también conocido como Dù Shàolíng (杜少陵) o Dù Gōngbù (杜工部), fue un poeta chino que destacó por sus composiciones de tema político, moral y estético durante el período de la dinastía Tang. Su obra es una compleja sinfonía que abarca la totalidad de los fenómenos del mundo, desde la evocadora lengua de un erudito que llegó a manejar todas las formas de la poesía china.