Waldo Leyva

Epitafio para un hombre que vive

 

 

 

 

 

LA FLECHA ESTÁ EN EL AIRE

 

Apuntó contra el blanco indicado

y de pronto fue oscuro

se entrecruzaron vientos

hubo piedras deshechas

y árboles arrastrados por el suelo.

Oyó plegarias, demandas de perdón

voces gritando

que la ruta hacia el blanco no era esa

que Gesler estaría siempre

poniendo la manzana sobre el niño.

 

Disparó.

La flecha está en el aire todavía.

 

 

 

 

MONÓLOGO

 

Cada palabra es una clave

y una explica la otra

y todas juntas

no alcanzan a decir

lo que yo quiero.

 

Soledad, por ejemplo

es como un hueco enorme

o una piedra cayendo en el vacío

o el dolor en el pecho

cuando niño te quedas en la calle

sin conocer a nadie

o viene el padre y parte

y entonces la ternura

se convierte en lágrimas

en odio, en largo desconsuelo

y hasta te hiere el aire

y caminar no basta

y dormir es morir pero te duermes.

Soledad no es el acto de estar solo

es buscar en los otros tu estatura

tu dimensión exacta

o más bien repartirte

formar un ancho coro de ti mismo

y luego no encontrarte en los que pasan.

 

Qué soledad la del que pide a gritos

a golpe de ternura en medio de la gente

que la risa sea risa

y que el odio sea odio

que la mano apriete fraternal

o clave su cuchillo

y que el hombre sea hombre

por encima de todas las miserias

Cada palabra es una clave

y una explica la otra

y todas juntas

no alcanzan a decir

lo que yo quiero.

 

 

 

 

LA LUZ EN EL CRISTAL

 

Es bueno que pienses en la razón

de los que te acompañan

pero no olvides que es la razón

de los que te acompañan

y no siempre la razón que necesitas.

                  

Cada cristal mueve la luz que tiene

y no todos los caminos te conducen a casa.

 

Saber oír es el primer ejercicio para andar

pero el aire está lleno de sonidos

y Ulises no se salva porque se amarre al mástil

Ítaca también está en lo más intrincado de sí mismo.

 

Respeta la verdad de los que van contigo

pero respeta, sobre todo, tu verdad

porque ella es de algún modo

la verdad de los que van contigo.

 

No olvides que tú quieres a aquellos

que te ayudan a quererte

y que ellos también piensan lo mismo

si no de que sirve el sacrificio.

 

No rechaces la mano que te apoya

ni desdeñes la mano que te empuja

de ambas manos se compone el cuerpo

y solo con las dos podrás conocer el misterio del abrazo.

 

 

 

  

LA INCONDICIONALIDAD ES UN OFICIO

 

No olvides nunca que en la piedra está el hierro

y que la muerte es de metal.

 

La chispa y la madera son contrarios

de donde nace el fuego

y la ceniza

y cierto mito alado que es el hombre.

 

Si mandas, el leal será el sostén que necesitas.

 

No confíes jamás en quien te anuncia

sin condición su entrega.

 

Nunca el leal limpiará con su lengua tu camino

ni aplaudirá tu soberbia o tus errores

pero sabrá morir contigo

 

 

 

 

EPITAFIO PARA UN HOMBRE QUE VIVE

 

Yo conocí este hombre

supe de sus hazañas y sus miedos

recorrí junto a él diversas geografías

y lo vi renunciar a la mujer que amaba

sin saber que era yo quien la perdía.

Muchas veces nos esperó la muerte

en idénticos cruces de caminos

con su inútil oficio.

Los dos vimos la guerra cara a cara

y fuimos vencedores

pero en distintos puntos cardinales.

El tiempo fue dejando sus medallas

cicatrizando las roturas

estableciendo sus fronteras.

¿Dónde está el hombre que nació conmigo

qué ha sido de su incurable risa

de su odio mortal a los traidores

de su enfermizo asco a las miserias

que siempre nos corroen

el rostro y la palabra?

Yo estoy donde él decía que era el único sitio

y espero que aparezca

que vuelva a entrar gritando

su rabiosa esperanza

su simple humanidad de hombre que cree.

No lo busquen.

Si acaso se demora o no regresa

es que perdió en la paz todas sus guerras.

 

Waldo Leyva (Cuba, 1943). Poeta, narrador, ensayista, profesor universitario, periodista y actor. Ha publicado los siguientes libros de poemas: De l ... LEER MÁS DEL AUTOR