

Presentamos dos textos claves del legendario poeta ruso en la traducción al español de Alfredo Gurza.
Vladimir Maiakovski
Nuestra marcha
¡Golpea las plazas del motín el pisoteo!
¡Arriba, orgullosas columnas desnudas!
Con la venida del segundo diluvio
limpiaremos las ciudades del mundo.
El toro de los días arrastra
el lento carro de los años.
Nuestro dios es la carrera;
el corazón, nuestro tambor.
¿Hay oro más celestial que el nuestro?
¿Se apiada de nosotros el aguijón de las balas?
Nuestras armas son nuestras canciones;
nuestro oro son nuestras voces intensas.
La verde pradera
ha cubierto los días.
Arcoíris, da riendas
a los corceles voladores de años.
¡Vean a la humillada estrella del cielo!
Sin ella nuestras canciones trenzamos.
¡Eh, Osa Mayor! Exige
que en el cielo nos prendan vivos.
¡Beban de alegría! ¡Canten!
Por las venas la primavera se desborda.
¡Corazón, redobla a combate!
Nuestro pecho es un timbal de cobre.
Poeta obrero
Gritan al poeta:
“Te veríamos junto al torno.
¿Qué son los versos?
¡Son estériles!
Imagino que trabajar… Entrañas delicadas.”
Puede ser
que para nosotros
el trabajo,
de todas las ocupaciones, sea la más entrañable.
Yo también soy una fábrica.
Y, si bien sin chimeneas,
puede ser
que para mí
sin chimeneas sea más difícil.
Yo sé
que ustedes no gustan de las frases vanas.
Talan robles para trabajar.
Y nosotros,
¿no somos acaso ebanistas?
De la cabeza de los hombres pulimos robles.
Por supuesto
que pescar es un oficio honorable:
Recogen la red y
¡en las redes hay esturiones!
Pero el trabajo del poeta es también honorable.
Se pescan hombres, que no peces.
Enorme trabajo es arder sobre la fragua,
templar el acero sibilante.
Pero, ¿quién pues
de “ociosos” nos arroja el reproche?
Cerebros pulimos con la lima de la lengua.
¿Quién es más grande: el poeta
o el técnico,
el cual
conduce a los hombres al beneficio material?
Ambos.
El corazón es tal motor.
El alma, tal diestra máquina.
Somos iguales:
Camaradas en la masa de los trabajadores.
Proletarios de cuerpo y espíritu.
Sólo juntos
el universo embelleceremos
y las marchas dejaremos sonar.
Aislémonos a cal y canto de la tormenta de palabras.
¡A la obra!
Trabajo vivo y nuevo.
Y los vacuos oradores,
¡al molino!
¡Con los molineros!
Que el agua de sus discursos haga girar la noria.