Vladimír Holan. Un día por la mañana

 

Presentamos algunos textos claves de mítico poeta checo en la versión al español de Clara Janés.

 

 

 

Vladimír Holan

 

 

Noche de insomnio

Estaba solo, completamente solo,
incluso el sueño nocturno me había abandonado…
De pronto me pareció oír no unas palabras sino unos sonidos,
unos sonidos siempre en tres suspiros
Como viento y harina…
“¿Qué puede ser eso? ¡No hay tiempo que perder!”,
mascullé, y enderezándome el cabello con un trago de vino
me puse en pie y, desnudo, palpé en la oscuridad
y un momento después la negra fiebre de mi mano
abría el armario… En su interior las polillas agitaban los trajes…
Soy más mortal que mi cuerpo…

 

 

 

Partus labyrinthis

Mire usted, señora, mis pecados son tantos
que usted no puede darse idea.
Y son tan pocos,
que los conoce bien.

Los que conoce son un solo pecado…
Y los que no comprende
son también ese
que a usted, como a 
incesantemente nos confunde.

 

 

 

Pesadumbre

Que según dicen la pena es muda…
Y sin embargo, la mayoría, incluso los taciturnos,
anhelan confesarse, quejarse, anhelan rezongar.
Les prestaste oído, sufriste con ellos,
pero con el fin de venerar también siempre el secreto:
buscaste la inspiración súbita
que suele ser precisa, nunca del todo explícita…

Fiel, no podías ser personal…
Sin embargo tampoco revelaste nunca
los sentimientos de aquellos que al respecto callaron…

 

 

 

Será

Sí, podría decirle
por qué tiene usted miedo cuando caen las hojas
en el bosquecillo o en la alameda.
Y podría decirle,
por qué se rio Hölderlin
cuando le sacudían ciruelas en la cabeza.
Pero antes de que se vuelva usted en pos del sonido
y antes de que se vuelva usted en pos del color,
será otra cosa y vendrá de otra parte…

 

 

 

Un día por la mañana

Un día por la mañana, al abrir la puerta,
encontraste en el umbral los zapatos de baile.
Era para besarlos y tú lo hiciste enseguida
y volviste a sentir alegría después de tantos años,
todas las lágrimas largo tiempo contenidas
ascendieron a tu risa.
Luego te reíste y desde el alma rompiste a cantar
con la tranquilidad de la juventud…
No preguntaste qué hermosa
dejó los zapatos en el umbral.
Nunca lo averiguaste
y, sin embargo, de aquel feliz momento
aún vives con frecuencia…