Y la mirada del fuego
Por Floriano Martins
1. Mi vida es sueño, es lo que parece decirnos la protagonista de este libro de Vilma Tapia Anaya. Pero hay que preguntarle qué vida, qué sueño. Este es un libro puente entre los juegos del consciente con el inconsciente, un tipo de abismo hecho de la materia misma de su vacío. La narrativa de cómo las cosas son infinitas en la manera en la que pueblan nuestra existencia. Y cómo la inocencia se hace el hilo perfecto para comprometer todas esas perspectivas de la memoria. Vilma Tapia ha singularizado con su prosa una saga de la inocencia con los cambios eléctricos de mundos que saltan de una realidad a otra, la realidad del sueño y la realidad de la vigilia.
La vitalidad de su escritura alcanza el lenguaje en grados de deslumbramientos y dramatismo. Hay tanto de la niña encantada –no importa cuál sea su edad– que descubre el mundo, como de la mujer obsesionada por un amor que huye de su mirada a todo rato. En medio a las dos zonas de tensión, otras mujeres –debo decir: otras que son ella misma– se alimentan del mismo sueño desbordado al que corresponde el mundo poético de Vilma Tapia, cargando de significados sus actos, sea la cita con la madre de alguien que admira, la inversión de papeles entre autor y obra en una exposición o aún la peregrinación por plazas y hoteles insospechables. El libro es un viaje y también un ritual.
Se puede leerlo como un viaje espiritual de alguien que busca explicaciones de la naturaleza de su vida, alguien que necesita saber qué ha pasado con sus amores, frustraciones, contradicciones y desbordamientos de emociones que llegan y desaparecen con curioso grado de indefinición. También es posible leerlo como un ritual de la memoria por llenar de plenitud su recurrido por enigmas de la ansiedad o de la fascinación. En los dos casos es un libro para que el lector se entregue a su lectura como a un sueño, no importa que algunos detalles se parezcan al sueño de otro.
2. Reproduzco aquí una conversación nuestra que muy iluminadora de los sitios más recónditos de su poesía:
FM | Al comentar la poesía de Vilma Tapia Anaya, Elena Ferrufino Coqueugniot observa que esta poeta “nos compromete con una búsqueda que, en definitiva, unifica tanto como separa”. Inicio nuestra conversación con una pregunta que habitualmente hago: ¿Qué es lo que busca la poesía a través de la voz de Vilma Tapia Anaya?
VTA | Qué bonita forma de plantear este problema. ¿Qué busca la poesía a través de mi voz? Tal vez un poco de luz para mi mirada. Cuando la poesía me llama pienso mejor mis emociones, pienso mejor mis sentimientos, mis percepciones, mi experiencia del vivir. Pienso mejor a los otros, al mundo, al más allá del mundo. Este pensar mejor no es más que un pensar con cuidado. Y desde ahí digo, trabajo días y noches para que la poesía halle.
FM | Según la crítica, tienes una afinidad con Whitman, tanto en la tesitura de su canto lírico como en la búsqueda de un territorio de convivencia entre poesía y lector. Ya me dirás si estás de acuerdo con esto, pero también me gustaría saber cómo te relacionas con la tradición lírica de tu propio país y de Hispanoamérica como un todo.
VTA | Creo que las construcciones poéticas desbordan los límites territoriales. Es claro que hay una red de relaciones con todo lo que se ha leído, y vivir la misma lengua es un dato fundamental, pero yo no podría distinguir en el tejido de mi escritura cuáles son los segmentos de relación con la tradición poética boliviana o hispanoamericana. Lo mismo me pasa con Whitman, si lo he amado, ojalá esté incorporado a mi voz, y he amado a tantos…
FM | ¿Entiendes, entonces, a Cerruto y a Sáenz como antípodas y referencias máximas dentro de la vanguardia boliviana? ¿Cómo situar allí figuras como Gustavo Medinacelli, Julio de la Vega y Edmundo Camargo? ¿Qué significación poseen, para las generaciones actuales, tanto la revista Vertical, que dirigió Sáenz, como el grupo Gesta Bárbara?
VTA | Debo confesarte que muy pocas veces me aproximo a la poesía desde una lectura crítica o diseccionadora. Jaimes Freyre, Tamayo, Reynolds y Guerra. Cerruto, Medinacelli y Ávila Jiménez. Julio de la Vega y el grupo Gesta Bárbara, que albergó en su seno diferentes expresiones tonales. Borda. Camargo. Sáenz. Puedo distinguir más o menos de esta manera las líneas de tendencia de los clásicos bolivianos. De la grandilocuencia y la sonoridad excesiva del modernismo, se pasó a una unificación más sobria del contenido y de la forma, hubo un giro hacia adentro, de muy buen gusto y alta necesidad, a mi parecer. No hay mucho que me emocione en el modernismo boliviano. Encuentro que Arturo Borda, Edmundo Camargo y Jaime Sáenz hicieron caminos solitarios, modo de trabajar que desde entonces es recurrente en la poesía boliviana. Verás que aquí disiento con la opinión de algunas lecturas críticas, que encuentran en la obra de Sáenz gran influencia de Borda. Yo creo que la amistad que hubo entre ellos marcó a Sáenz experiencialmente, pero no escrituralmente. Y lo mismo sucede con los discípulos de Sáenz. Sáenz fue un maestro en las artes que tienen que ver con el despertar del espíritu poético, y muchos, de los que lo conocieron, mantienen vivo ese aliento, pero en la consecución final de las escrituras, tampoco reconozco una influencia constante. Y quizá sea lo que habitualmente sucede cuando no se apuesta por los “ismos”. Todos cargamos con un poco del resto y ahí queda.
FM | Eduardo Mitre, en El árbol y la piedra (1988), observa que “la aventura de la llamada poesía de vanguardia tiene en la literatura boliviana una manifestación tardía”. Es curioso que muchos críticos hagan una evaluación similar acerca del Surrealismo en diversos países latinoamericanos, cosa que para mí no corresponde, de hecho, a la realidad. Entiendo que “tardío” nunca es una aproximación de un tema en sí, si no antes un tipo de relación que se establece con él. ¿Estás de acuerdo?
VTA | Estoy completamente de acuerdo contigo. Las construcciones estéticas que se adhieren a una tendencia colectiva devienen de las redes de subjetividad en las que se está interactuando, redes que se tejen en relación con el tiempo y con las opciones estéticas del propio territorio. La misma libertad se cumple en las construcciones que protegen su fuerza estética individual de la heteronomía, las relaciones que se establezcan en el proceso de hacer la obra pueden ser arbitrarias, pueden estar sujetas exclusivamente a la estructura del poeta y no a la estructura del país del poeta.
FM | ¿Existe el riesgo de que la poesía de Vilma Tapia, en gran parte por ser una voz femenina que se funda y se expande a partir del diálogo con el cuerpo, con el erotismo, sea percibida, limitadamente, como una insurgencia contra ese “señorío masculino” a que se refiere Blanca Wiethüchter?
VTA | Sí, hay ese terrible peligro. Y no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Es cierto que mi voz no es otra que la de mi estructura y, por tanto, es una voz de mujer, pero mis preguntas por el cuerpo y por lo erótico son preguntas por lo humano desde lo humano. El cuerpo desnudo que se tiende en mi escritura es el cuerpo que necesito escudriñar y entender. Es el cuerpo que es la manifestación más expuesta de lo humano y, paradójicamente, la manifestación más oculta, la menos aprehensible.
FM | ¿De qué manera percibes, en tu poesía, aquella “filiación místico-erótica” que evoca Eduardo Mitre?
VTA | Si mi poesía me permite reflexionar, pensar, su filiación con lo místico y con lo erótico deviene de mi preocupación por lo humano vasto y complejo. Creo que en ambos ámbitos de experiencia y de pensamiento lo que se realiza es nuestra tendencia hacia la expansión. Ya sea que el espíritu, la inteligencia, el cuerpo se sumerjan en la experiencia erótica o ya sea que el espíritu, la inteligencia, el cuerpo se sumerjan en la experiencia mística, el movimiento deviene de nuestra necesidad de trascendencia. Creo que si pudiésemos comprender la complejidad de lo erótico podríamos develar algún fundamento del misterio que es para nosotros mismos nuestra condición de existencia. En este momento de mi vida se me ha dado por querer creer que nuestras necesidades más puras devienen de una sola: la de re-unirnos con lo infinito. El anhelo por la fusión/disolución –que seguramente es la tensión más alta de la experiencia erótica– ya no se corresponde con lo fragmentado, con nuestra naturaleza biológica, es un impulso de nuestra naturaleza trascendente, oceánica.
FM | ¿Cómo sopesar, en el contexto de la cultura boliviana, tu experiencia editorial respecto al suplemento que se llamaba El Pabellón del Vacío?
VTA | Hacer El Pabellón del Vacío fue una de las más importantes experiencias que tuve en mi relación con la literatura. La pasión con la que mi amigo Gary Daher Canedo vive la literatura me fue contagiada. Hicimos de los procesos de elaboración de cada número unos espacios cerrados de complicidad al interior de los cuales casi podíamos levitar. La elección de los textos, de las imágenes, la diagramación, todo comportaba la emoción de cuando se prepara un regalo. Éramos tres: Gary Daher Canedo, Álvaro Antezana y yo. Los tres empezamos a buscar en nuestros archivos todo lo que habíamos marcado con rojo. Álvaro Antezana, poeta, es además uno de los mejores cuenta cuentos que conozco, empezó a rescatar de su memoria las películas que marcó con rojo, escucharlo narrar era una de nuestras principales actividades editoriales, aunque nada de lo dicho apareciera en las impresiones. ¿Y cómo se relacionó esa experiencia con el contexto de la cultura boliviana? Estábamos, como todo el tiempo, siendo parte de ella, siendo parte de las conversaciones que la constituyen.
FM | Es casi cierto que, si se indagara en alguna ocasión, difícilmente un poeta brasileño sabría al menos citar a un poeta boliviano. Está claro que lo contrario no se verifica. Con esto quiero decir que nuestro desconocimiento no es mutuo, aun cuando no defienda que la reciprocidad, si es que hubiese, sería aceptable. Lo que afirmo es que el Brasil jamás hizo un único esfuerzo en el sentido de integrarse a América latina. Me gustaría mucho saber cómo ustedes, dos poetas bolivianos, ven este tema. Además de esto, pediría que hablen de eventuales reciprocidades entre Bolivia y los demás países hispanoamericanos.
VTA | Creo que al hablar de Brasil y Bolivia estamos hablando de dos países que se distinguen del resto de Latinoamérica por sus peculiaridades. Tú abordas este fenómeno desde la explicación que encontraste: Brasil jamás hizo el esfuerzo de integrarse a Latinoamérica (¿comprendí bien?). Es el peso de la lengua, pienso. Yo me explicaba este fenómeno desde la mediterraneidad de Bolivia. Pero, lo cierto es que algo nuevo está sucediendo. Sin lugar a dudas, en el mundo de hoy las fronteras están cada vez más endebles. Ojalá esto sirva para que las redes de conversación y de intercambio de subjetividades se extiendan y los poetas bolivianos, los poetas brasileros y los poetas del mundo podamos empezar a escuchar más fluidamente las resonancias existentes entre unas y otras poéticas.
FM | Supongo que el ensayo de Oscar Rivera-Rodas sobre Jaime Sáenz, publicado en los Estados Unidos en aquella edición especial de la revista Inti de 1984, ha ayudado a divulgar su poesía en ese país. Creo que poetas como Tamayo y Jaimes Freyre también tuvieron una difusión continental. En España vivió la mayor parte de su vida otro boliviano, Pedro Shimose. Su presencia allí, en el Instituto Iberoamericano de Cultura, ¿facilitó, de alguna manera, el acceso de la literatura boliviana en Europa? ¿De qué manera nosotros mismos, los poetas, que siempre reclamamos por este aislamiento de la cultura entre nuestros países y por la transmisión de esa cultura hacia otros lugares del mundo, estamos contribuyendo precisamente en el sentido de mantener esta condición?
VTA | Las relaciones con Estados Unidos y con Europa siguieron procesos diferentes. La introducción de la literatura boliviana a Estados Unidos se dio, sobre todo, en el ámbito académico, debido a que algunos escritores y críticos bolivianos optaron por establecerse en ese país y participar de la academia: seguramente además del trabajo de Oscar Rivera Rodas, Leonardo García Pabón y Elizabeth Monasterios Pérez fueron quienes realizaron el trabajo más sistemático y profundo de divulgación de la obra de Jaime Sáenz. En cambio, la incursión en Europa se dio a través del mundo editorial, con dos nombres: Pedro Shimose y Eduardo Mitre. Y, muy recientemente, se están abriendo espacios en torno a la revitalización de los territorios lingüísticos, en muchos países europeos se están institucionalizando los encuentros de poetas de lengua española, espacios a los que los bolivianos somos convocados.
Pensando en tu segunda pregunta, quizá los poetas sean los seres más ensimismados que pisan la tierra. ¿Qué se les podría pedir? Tal vez debiéramos depositar nuestra esperanza en los críticos o, mejor, en las casas editoriales, en las casas culturales, en las embajadas… y, cómo no, en los excepcionales poetas no ensimismados.
FM | ¿Olvidamos algo?
VTA | Agradecer el trabajo de los excepcionales poetas no ensimismados. Agradecer al poeta que puede, además, construir una mesa para el diálogo.
3. Es posible que Vilma Tapia crea que a través de los sueños nuestras vidas están más conectadas de lo que imaginamos. El cruce entre sueño y vigilia que observo en su libro recuerda la necesidad de transmitir la experiencia de estas dos manifestaciones de la realidad. Lo que somos mientras soñamos o creemos estar despiertos. Pero, principalmente lo que somos cuando cambiamos la ropa de una experiencia a otra. Vale decir: ¿hasta cuándo la vida es sueño?
Pero soñar es como vivir. No se puede cambiar la llave de resolución de los problemas de esos dos mundos. La vida es personal y los misterios del sueño pueden abrirse a temas impersonales. Cuando Vilma Tapia escribe –o sueña– con los retratos de George Dyer hechos por Francis Bacon y los mismos ganan vida y ya no sabemos quién es la pintura, ahí tenemos la llave de su libro. Y ella lo afirma: anécdota o fábula, el suceso es maravilloso. Ya no se trata de sueño o vigilia, realidad o ficción. Lo que importa es la maravilla, la sensación, compartir las cosas, la entrega, la aventura.
Así es la esencia de este libro: un sueño palpable. La vida puede deshabitarse, pero jamás el sueño. Por eso, lo más cierto es que la protagonista del libro diga: el sueño es vida. Aunque no cambie la pregunta: qué sueño, qué vida. Lo que cambia es la percepción de la manera con que permitimos que el mundo nos toque. Cómo actúan nuestros instintos, los paneles de la moral y los vericuetos de las incertidumbres. ¿Quién verdaderamente somos mientras soñamos? Para esto está el libro, no para despertarnos.
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Floriano Martins (Brasil, 1957) es poeta, editor, ensayista y traductor. Es director de ARC Edições y Agulha Revista de Cultura. Su sello editorial mantiene en coedición con Editora Cintra una muy amplia colección de libros virtuales (con opción de versión impresa) por Amazon. Martins es estudioso del Surrealismo y la tradición lírica hispanoamericana, con algunos libros publicados sobre los dos temas. Su poesía completa, bajo el título Antes que el árbol se cierre, acaba de ser publicada (enero de 2020). En Brasil ha publicado traducciones suyas de libros de Enrique Molina, Vicente Huidobro, Pablo Antonio Cuadra, Aldo Pellegrini, entre otros. Su mejor contacto es floriano.agulha@gmail.com.