Valerio Magrelli

Yo habito mi cerebro

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

Mañana por la mañana me daré una ducha
no hay nada más cierto que eso.
Un futuro de agua y de talco
en el que no pasará nada ni nadie
llamará a esta puerta. El río
oblicuo correrá entre vapores y yo
como un ermitaño me sentaré
bajo la lluvia tibia,
y ni espejismos ni tentaciones
atravesarán el espejo opaco.
Inmóvil y silencioso, recorrido
por infinitos arroyos,
estaré en la corriente
como un tronco o un caballo muerto,
y acabaré encallado en pensamientos
por el delta solitario del espíritu
enredado como el sexo de una mujer.

 

*

 

Yo habito mi cerebro
como un tranquilo propietario sus tierras.
A lo largo del día mi trabajo
es hacerlas rendir,
mi fruto es hacerlas trabajar.
Y antes de dormir
me asomo a mirarlas
con el pudor del hombre
ante su imagen.
Mi cerebro habita en mí
como un tranquilo propietario en sus tierras.

 

*

 

Por fin he aprendido
a leer la viva
constelación de las mujeres
y de los hombres las líneas
que unen entre ellas las figuras.
Y ahora me percato de las señas
que atan el desorden del cielo.
En esta bóveda dibujada por el pensamiento
distingo la rotación de la luz
y el oscilar de los signos.
Así se cierra el día
mientras paseo
por el silencioso huerto de las miradas.

 

*

 

De la noche anatómica sale
la desnudez.
Detente en el umbral, mírala
brillar, la moneda,
lisa, pulida,
en la que distingues
el rostro en relieve trabajado,
la blanda aleación del encarnado.
El perfil está inmóvil, no supera
la línea que le es asignada,
milagrosamente retenido
retiene para sí la imagen,
la cierra en el círculo de su precio,
en la suprema decapitación.

 

*

 

Es la lanzadera de los versos
el telar del mal
el zigzag sonriente
de los puntos de sutura.
Si el mundo es un trapo mojado
empapado de muerte,
cóselo dulcemente
no lo aprietes
no hagas salir la substancia
que lo tiene enlazado
contén el aliento
haz pasar el hilo
ata si puedes aquella agua
al zurcido visible
que afea mi chaqueta.

 

*

 

Estaba en la cama de un consultorio,
escondido detrás de un biombo.
«Antígona», «Sí», «¿Estás aquí?», «Sí, aquí».
Las vértebras, las vértebras.
Y empiezan a conversar entre ellos,
dos viejos, dos voces de viejos.
Porque una voz envejece,
también en el sonido está el hueso del tiempo
también en el aliento. Soplaban, y había
dentro un eco de sí mismo,
un eco que precedía a la dicción.
Algo roto y desencajado, la médula
sacada de la espina dorsal y
desenvainada como una espada rutilante,
voz-carcasa
vértebra de la voz.

 

Valerio Magrelli (Roma, 1957). Es uno de los principales poetas italianos contemporáneos. Enseña Literatura Francesa en la Universidad de Cassino y colabor ... LEER MÁS DEL AUTOR