Valeria Sandi

Un sol de despedida

 

 

 

 

 

Luz de noche

 

La noche

en su vagón de tiempo

carga los últimos sueños

mientras

buscamos abrir

el laberinto

para encontrar

luz

en las palabras.

 

Allí

uno entrega

de ofrenda

su sombra.

 

Extiende las manos

mira

cuesta abajo

rodar las palabras.

 

Con todo su abismo

la noche

debería

consumir nuestro dolor.

El rito comenzará

cuando las prendas

se suelten

las piedras se abran

se retire el puñal.

 

 

 

 

Memorias

 

Mis preguntas

ya no llegan a tu puerto

son olas

derrumbando esta memoria.

 

Me repito

desde cuál de los silencios

dejaré de esperarte

 

Fui tallando tu nombre

con vidrio y polvo

ahora desde estas manos

contemplo mis heridas

cortadas por tu tiempo.

 

Quisiera

dejar de elevarte

en mis segundos

pero las hormigas

 

rondan

nuestros recuerdos.

 

En esta cabeza

copa

de frutas maduras

tu latido

es vorágine

de nuestras palabras

van en caída.

 

Se derraman

nuestras memorias.

Si dejo de esperar

la mañana

pintada por tus labios

podré ausentarme

dejando un espacio caliente

desde dónde

empiecen a devorarse

las aves del pasado.

 

Solo así

llegaré puntual

a nuestro entierro.

 

 

 

 

Un sol de despedida

 

El sol

está seco

50 céntimos

de su luz

caen sobre mi tierra.

 

Sentí su calor

quise sembrarlo

en mi jardín

pues llega

el brazo del invierno

y las hierbas

empiezan a enfriar

mi piel.

 

Miro el sol

gotea

parecido

a mi ropa

mojada nuestra historia.

 

mi tacto no entiende

como su luz

no puede ser

un ave suspendida

 

Hoy

desde los céntimos

de esta mirada

veo un sol ahogándose

seré

la que deba

continuar con el sacrificio

exprimir

desde la izquierda

todo lo que se debe secar

lo que ya no arde

y esperar

desnuda

el abrazo del invierno.

 

 

 

 

En el sur de la nostalgia

 

todos los huesos

en bálsamos de tristeza.

En el sur de la nostalgia

se reciben cuerpos

heridos por el fusil del tiempo.

 

Las siluetas

no se esconden

llevan en alto

el apellido

de sus derrotas

aquí

en el sur de la nostalgia

la lluvia

proyecta todo llanto.

 

Se abren

los botones

de la reminiscencia

corren los segundos

sobre el filo del recuerdo

aquí somos

venas abiertas

y almas livianas

 

a las caídas.

 

Aquí

respetamos

al fuego del silencio

altar donde dejamos

las promesas

que nos hicieron.

 

 

 

 

Marta

 

La infancia

marca latidos

en la memoria

Un reloj de arena

es nuestra mirada

el dolor cronometra

con 10.357 granos

la caída.

 

Nos repartieron

la sombra

sin decirnos

que llevaría nuestra forma.

 

Desde los dedos

de la sombra

creamos la boca

del cocodrilo

sobre la pared

del sueño.

 

No sabíamos jugar

con nuestra voz

por eso

esta infancia no tiene sonidos.

 

Cuando aprendí

a preguntar

devanaron en el camino

mi sombra.

 

Crecí

con la mitad

de mi reflejo

a tu espera

encendí las palabras

de cada estación.

 

Aprendí a costurar

un ojal para el sol

de nuestros días.

 

Y no encontré tu sombra

solo granos del recuerdo.

 

En las escondidas dijiste

grita para salvarme

Grito Marta

solo caen piedras

sobre tu nombre.

 

 

 

 

Habitación blanca

 

Hoy despertó

llena de sal

La habitación.

Gárgaras de la noche

derramaron

en su puerta

la esperanza.

 

La habitación

llena de inviernos

sus paredes

Mi hueso

es su espejo.

Apago en cada rodilla

la espera

Si los días no son nuevos

me digo en el espejo

cuando busco

la estación

menos herida

para coserla

 

en mis ojos.

 

Pido una hoguera

y se calienta

el dolor en mi garganta.

 

Pido un canto

Y llega el aleteo

a golpear la mañana

con su verdad de maíz

cada pájaro

ronda la habitación

para llevarse en puñados

lo que resta

de memoria.

 

 

 

 

Esplendor

 

El sol

de Montevideo

ingresó por la ventana 506

no es una suite

ni el Cervantes

tiene que saber

que la 205 dejó de iluminar

desde que tejimos

nuestras palabras.

 

Invertimos el hambre

para desayunar

sin subir al sexto piso

y descubrimos

en los claveles bajos

del deseo

pimienta para el mañana.

 

Cuando nos entregaron

sábanas nuevas

la piel

relajó el día

en el aceite de sus horas.

 

La siesta llegó

para arrullar en tus cejas

los versos circulares

Y el anochecer

los hizo volar

desde tu voz.

 

Ahora

cuento los minutos

de mis palabras

cuando asoma el recuerdo

de tu sonrisa llena

pajarito.

 

Ya retoma la madrugada

y cada ala de dobla

como hojas

que parten su estación.

 

Petrone

tenía razón

cuando miraba desde la suite

un pedazo de cielo, casi inútil

si el sol

es un aro de olvidos

que arde hoy su desamparo

en la 506

se caen

láminas de nuestra memoria

cuando el hotel

cierra sus persianas

y ésta mirada

intenta sujetar el duelo

de otra puerta condenada.

 

 

 

 

-Poeta invitada al XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca.

 

Valeria Sandi Nació en Santa Cruz, Bolivia, en 1991. Escritora y abogada. Publicó los poemarios Ambidiestros (2014) en coautoría, La luna ... LEER MÁS DEL AUTOR