De origen judío, Umberto Saba (del hebreo saba que quiere decir pan), uno de los más grandes poetas del Novecento italiano, nació en Trieste en 1883. Dedicó su vida a la literatura y a su librería que abrió en Trieste después de la primera guerra mundial. A causa de las persecuciones raciales durante el fascismo, se refugió en Francia y luego en Florencia y Roma. Fue también novelista, pero es conocido sobre todo como poeta. Su obra más importante es Canzoniere en el que recopila toda su poesía, que va engrosando en sucesivas ediciones hasta la última en 1961. Poeta hermético en sus primeros libros, inaugura posteriormente una línea alternativa donde domina un lenguaje puro y absoluto y su sincera solidaridad con la humanidad fraterna y doliente. Murió en Gorizia en 1957.
Es imposible hablar de la poesía de Saba sin referirse a su famoso concepto expresado en 1911 en su escrito “aquello que les queda por hacer a los poetas” enviado a la “Voce”, pero rechazado por la redacción de la revista: “A los poetas les queda por hacer la poesía honesta”, decía Saba en ese artículo y entendía por honesta una poesía que no buscara soluciones a través de la artificiosidad y de las explosiones vanguardistas, sino que buscara un camino de fidelidad a su propia verdad interior. La poesía honesta debe ser natural y directa, cercana a las cosas, sin pretensiones de convertirse en guía de la historia.