Umberto Saba

Meditación y otros textos

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

MEDITACIÓN

 

El azul turquí se degrada a un azul todo

estrellas. Yo estoy sentado a la ventana, y miro,

miro y escucho; porque en esto está toda

mi fuerza: mirar y escuchar.

 

La luna no ha nacido, nacerá

más tarde. Están abiertas hoy las muchas

ventanas de las grandes casas llenas

de gente humilde. Y dentro de mí nace

una verdad que se repite dulce y dará

alegría a quien escucha, alegría desde cualquier cosa.

En verdad, hombre, tú estimas poco las cosas.

Tu lámpara, tu cama, tu casa

te parecen poco, parecen cosas

sin importancia, pero antes de que nacieras ya

existía el fuego, la manta y la cuna

para dormir, para que el canto te adormeciera.

Pero qué tormento sufrido el tuyo y durante

cuánto tiempo por tus antepasados, antes de que

surgiera, entre las fieras, una cabaña;

antes de que el sonido se volviera canción de cuna

para el niño, palabra para el compañero.

Qué milenios de tormentos, hombre, para una

de las pequeñas cosas que tú tomas,

utilizas y no miras; y el corazón no te tiembla,

no te tiembla la mano;

te pareciera vano

considerar que es poco

lo que hoy  estás tirando al basurero;

pero no hay joya que valga para ti

lo que aquel poco habría valido un día.

La luna nace mientras en el cielo

declinan las estrellas. Allá una lámpara

amarilla se ha apagado, humeante.  Sonó

el toque. Un gallo

cantó; otros respondieron aquí y allá.

 

 

 

 

LA CABRA

 

Le he hablado a una cabra.

Estaba sola en el prado, estaba atada.

Harta de hierba, mojada,

por la lluvia, balaba.

 

Aquel balido uniforme era fraterno

a mi dolor. Y yo respondí, antes

en broma, luego porque el dolor es eterno,

tiene una voz y no varía.

Esta voz yo sentía

gemir en una cabra solitaria.

 

En una cabra de rostro semita

sentía quejarse cualquier otro mal,

cualquier otra vida.

 

 

 

 

CIUDAD VIEJA

 

A menudo, para regresar a mi casa,

me encamino por una calle oscura de la ciudad vieja.

En un charco se refleja amarillo

algún farol, y la calle está atestada.

 

Aquí entre la gente que viene y que va

de la taberna a la casa o al lupanar

donde mercancías y hombres son el detrito

de un gran puerto de mar,

yo encuentro, al pasar, lo infinito

en la humildad.

 

Aquí el marino y la ramera, el viejo

que blasfema, la hembra que pelea,

el dragón que está sentado

en una freiduría,

la tumultuosa joven enloquecida

de amor;

son todas criaturas de la vida

y del dolor;

se agita en ellas, como en mí, el Señor.

 

Aquí en compañía de los humildes siento

que mi pensamiento se hace

más puro donde más obsceno es el camino.

 

 

 

 

CONFÍN

 

Habla largamente conmigo mi compañera

de cosas tristes, graves, que sobre el corazón

pesan como una piedra; maraña

de males inextricable, que ninguna

mano, ni la mía, puede deshacer.

Un gorrión

de la casa de enfrente en el alero

se posa un instante, brilla en el sol, vuelve

al cielo azul que está encima de él.

Oh

dichoso entre los dichosos! Tiene alas, desconoce

mi pena secreta, mi dolor

de hombre llegado a un confín: a la certeza

de no poder socorrer a quien se ama.

 

 

 

 

COCINA ECONÓMICA

 

Mi inmensa gratitud va a esta vida

que me ha guardado cosas tan queridas;

¡océano de delicias, alma mía!

 

¡Cómo todo se encuentra en su lugar!

¡Cómo todo en su lugar se ha quedado!

Hay salvación también en la pobreza.

La polenta amarilla me conmueve

con su belleza los ojos; asciende

el corazón por ocultos hechizos

hasta el humano posible sentir.

Yo, si pudiera, aquí querría morir,

Me trajo aquí un instinto. Indiferentes

cenan cerca de mí dos albañiles;

y un viejo que consume su comida

sin vino; en sí mismo se ha encerrado

y en el dulce calor acogedor

como el bebé en el seno materno.

Se parece, quizá, a mi pobre padre

errante, a quien mi madre maldecía;

un niño oía atónito. Me siento

cercano a mis orígenes; me siento,

si no yerro, que he vuelto a mi lugar;

 

al pueblo donde muero y en el que he nacido.

 

 

 

 

AMÉ

 

Amé trilladas palabras que nadie

intentaba. Me encantó la rima flor

amor,

la más antigua y difícil del mundo.

 

Amé la verdad que yace en el fondo,

casi un sueño olvidado, que el dolor

redescubre amiga. El corazón con miedo

se le acerca y ya no la abandona.

 

Te amo a ti que me escuchas y a mi buena

carta que he dejado al final de mi juego.

 

 

Umberto Saba De origen judío, Umberto Saba (del hebreo saba que quiere decir pan), uno de los más grandes poetas del Novecento italia ... LEER MÁS DEL AUTOR