Meditación y otros textos
(Traducción al español de Emilio Coco)
MEDITACIÓN
El azul turquí se degrada a un azul todo
estrellas. Yo estoy sentado a la ventana, y miro,
miro y escucho; porque en esto está toda
mi fuerza: mirar y escuchar.
La luna no ha nacido, nacerá
más tarde. Están abiertas hoy las muchas
ventanas de las grandes casas llenas
de gente humilde. Y dentro de mí nace
una verdad que se repite dulce y dará
alegría a quien escucha, alegría desde cualquier cosa.
En verdad, hombre, tú estimas poco las cosas.
Tu lámpara, tu cama, tu casa
te parecen poco, parecen cosas
sin importancia, pero antes de que nacieras ya
existía el fuego, la manta y la cuna
para dormir, para que el canto te adormeciera.
Pero qué tormento sufrido el tuyo y durante
cuánto tiempo por tus antepasados, antes de que
surgiera, entre las fieras, una cabaña;
antes de que el sonido se volviera canción de cuna
para el niño, palabra para el compañero.
Qué milenios de tormentos, hombre, para una
de las pequeñas cosas que tú tomas,
utilizas y no miras; y el corazón no te tiembla,
no te tiembla la mano;
te pareciera vano
considerar que es poco
lo que hoy estás tirando al basurero;
pero no hay joya que valga para ti
lo que aquel poco habría valido un día.
La luna nace mientras en el cielo
declinan las estrellas. Allá una lámpara
amarilla se ha apagado, humeante. Sonó
el toque. Un gallo
cantó; otros respondieron aquí y allá.
LA CABRA
Le he hablado a una cabra.
Estaba sola en el prado, estaba atada.
Harta de hierba, mojada,
por la lluvia, balaba.
Aquel balido uniforme era fraterno
a mi dolor. Y yo respondí, antes
en broma, luego porque el dolor es eterno,
tiene una voz y no varía.
Esta voz yo sentía
gemir en una cabra solitaria.
En una cabra de rostro semita
sentía quejarse cualquier otro mal,
cualquier otra vida.
CIUDAD VIEJA
A menudo, para regresar a mi casa,
me encamino por una calle oscura de la ciudad vieja.
En un charco se refleja amarillo
algún farol, y la calle está atestada.
Aquí entre la gente que viene y que va
de la taberna a la casa o al lupanar
donde mercancías y hombres son el detrito
de un gran puerto de mar,
yo encuentro, al pasar, lo infinito
en la humildad.
Aquí el marino y la ramera, el viejo
que blasfema, la hembra que pelea,
el dragón que está sentado
en una freiduría,
la tumultuosa joven enloquecida
de amor;
son todas criaturas de la vida
y del dolor;
se agita en ellas, como en mí, el Señor.
Aquí en compañía de los humildes siento
que mi pensamiento se hace
más puro donde más obsceno es el camino.
CONFÍN
Habla largamente conmigo mi compañera
de cosas tristes, graves, que sobre el corazón
pesan como una piedra; maraña
de males inextricable, que ninguna
mano, ni la mía, puede deshacer.
Un gorrión
de la casa de enfrente en el alero
se posa un instante, brilla en el sol, vuelve
al cielo azul que está encima de él.
Oh
dichoso entre los dichosos! Tiene alas, desconoce
mi pena secreta, mi dolor
de hombre llegado a un confín: a la certeza
de no poder socorrer a quien se ama.
COCINA ECONÓMICA
Mi inmensa gratitud va a esta vida
que me ha guardado cosas tan queridas;
¡océano de delicias, alma mía!
¡Cómo todo se encuentra en su lugar!
¡Cómo todo en su lugar se ha quedado!
Hay salvación también en la pobreza.
La polenta amarilla me conmueve
con su belleza los ojos; asciende
el corazón por ocultos hechizos
hasta el humano posible sentir.
Yo, si pudiera, aquí querría morir,
Me trajo aquí un instinto. Indiferentes
cenan cerca de mí dos albañiles;
y un viejo que consume su comida
sin vino; en sí mismo se ha encerrado
y en el dulce calor acogedor
como el bebé en el seno materno.
Se parece, quizá, a mi pobre padre
errante, a quien mi madre maldecía;
un niño oía atónito. Me siento
cercano a mis orígenes; me siento,
si no yerro, que he vuelto a mi lugar;
al pueblo donde muero y en el que he nacido.
AMÉ
Amé trilladas palabras que nadie
intentaba. Me encantó la rima flor
amor,
la más antigua y difícil del mundo.
Amé la verdad que yace en el fondo,
casi un sueño olvidado, que el dolor
redescubre amiga. El corazón con miedo
se le acerca y ya no la abandona.
Te amo a ti que me escuchas y a mi buena
carta que he dejado al final de mi juego.