Traian T. Coșovei

Y si tú eres un planeta extranjero

 

 

 

(Traducción al español de George Nina Elian)

 

 

 

Y  SI  TÚ  ERES  UN  PLANETA  EXTRANJERO

 

Había oscurecido y nuestra vida se había convertido

en un transatlántico blanco, azul y parpadeante.

Arriba, la ciudad flotaba frágil como un iceberg cegador

te llevaba sobre escudos resplandecientes

— te levantaba envuelta en banderas de frío brillante.

Pero ¿y si tu pelo es un ser de otro planeta?

 

Todo segundo

arrojaba un campo verde a través de la ventana de un tren.

Respiraba a tu lado.

Te acechaba con su olfato como dos galgos

excitados por los conejos de tu olor.

Pero ¿y si tu voz es un ser descendiente de otro planeta?

Todavía hay tiempo.

Podrían aprovecharse de tu soledad.

Podrían aprovecharse el miedo de que yo no pudiera hacerme entender.

El miedo a que el paquebote más alto

del mundo

pase por mi vida.

 

Como si dos tiernas armaduras chocaran

y en el destello de una chispa salieran patinadores con bufandas de escarcha.

Sin que me vean. Sin lanzar ninguna luz de bengala —

sin mostrarme que realmente existo.

Pero ¿y si tu perfume es un ser caído de las estrellas?

 

Tus pulseras respondían con descaro, —

tus vestidos susurraban dando importancia a cada gesto.

Te estaban respirando. Te estaban viviendo.

Eras toda un barco de papel en el mediterráneo de mis deseos.

 

Pero ¿y si tus ojos son dos seres de otro planeta?

Pero ¿y si tú eres un planeta extranjero

habitado por todos mis pensamientos?

 

Detrás de nosotros

la ciudad flotaba frágil, como un iceberg cegador

te llevaba sobre escudos resplandecientes — te levantaba

envuelta en banderas de frío brillante.

De repente,

había oscurecido

y nuestra vida se había convertido

en un transatlántico blanco,

azul

y parpadeante.

 

 

•••

 

 

ESTACIÓN  SECA

 

Las palabras más encantadoras son los silencios.

Y el sueño más hermoso — el insomnio.

 

Después de estos siguen los detalles de tus recuerdos —

sumados en la aritmética de parpadear

más a menudo que una lluvia de verano en un campo seco.

 

Cuando llega la lluvia, podría preguntarte:

¿Qué recuerdos tienen tus párpados?

 

¡Cállate un segundo,

para que podamos escuchar juntos

cómo florecen los árboles!

 

 

•••

 

 

EL  PASEO  DE  LA  MAÑANA

 

al pie de la escalera

vi al perro descendiendo los mil y un escalones

el perro viejo que sacaban a pasear con correa

el perro viejo que sacaban a pasear de rodillas en el esplendor

de la mañana de invierno

 

tenía mis ojos, mis años que pasaron y mis ojeras

su correa sucia tenía escrito mi nombre

su sombra se deslizaba entre los barrotes de latón de la escalera

con un resto de ternura, con un comienzo de ferocidad

 

en sus ojos vi las luces de la isla de ellis

y las hordas de sedas haciendo girar la inmensa ruleta de la noche

en sus ojos muertos vi el brillo del apocalipsis

y mis deudas impagas y mi vida invivible

(y, ¡Dios, tenía mis años y mis lágrimas!)

el perro viejo que sacaron a pasear en el esplendor de la última

mañana de invierno,

empujado a lo largo de mil y un escalones, uno por uno,

hasta el final y más allá,

desde donde no hay

vuelta atrás

 

 

•••

 

 

ESTADO  DE  ÁNIMO

 

Pasan segundos con faros antiniebla

(en su nombre viviré, viviré)

con la cabeza clavada en las nubes de hielo

del año dos mil.

En la calle crecerán envejeciendo sobre el asfalto

hombres de hierro, cruzadas de niños

llevados lentamente, decapitados

por los músicos del año dos mil…

 

Ah, los acontecimientos del   n i n g u n a   p a r t e   y   el   n u n c a

serán recuerdos azules y rojos

tallados en una alta lámina de piedra

para los dioses del año dos mil.

Mi juventud arderá con una llama azul

en la ciudad abandonada por fantasmas —

donde nos sonreían, cayendo de las ventanas,

los maniquíes del año dos mil.

 

En una casa con paredes de cristal

tú me preguntabas: ¿qué será? ¿qué será?

El bufón se reía pintando en el ladrido del perro

la tristeza del año dos mil.

 

 

•••

 

 

NÍQUEL

 

Esta hora es tan tarde que parece

descansar su fragilidad en los afilados hocicos de los galgos.

 

Nada es real, pero ¿qué es verdad?

Tal vez este mundo de níquel que no se parece a mí.

Tal vez esta tristeza que no se parece a mí.

(Tal vez esta hora de la noche que se extiende como el cuello de

un pájaro bajo el tibio cuchillo del carnicero.)

Pero ¿qué es verdad?

 

Níquel, níquel, tanto níquel como sea posible cerca de ustedes.

A veces el amor vuelve como el recuerdo del hermano muerto

en una guerra desesperada y absurda.

Nada es real — ruge el aire deslizándose a

mi lado, girando el mecanismo, la biela, la manivela

un sol azul reposa su absurdo mecanismo,

la biela, la manivela, en la hierba.

Nada es real. Ni siquiera estas horas de la noche

cuidadosamente guardadas en frío por otros siglos.

 

¡Níquel, níquel, tanto níquel como sea posible cerca de ustedes!

Nada es real.

Níquel,

níquel, tanto níquel como sea posible.

 

 

•••

 

 

DIME

 

Dime que mi vida seguirá existiendo,

dime tú, boca de las sílabas magnéticas,

aliento como una cúpula de aire

tú, planeta con dientes en las órbitas del dios de neón.

Pasaremos sobre los cuerpos helados

de los segundos.

Por supuesto que pasaremos.

He aquí el dios del sueño,

el dios-canguro con la garganta cortada.

He aquí la mujer amada, la mañana

inclinada sobre tu cuerpo como a través de una ventana abierta.

¡Dime que mi vida seguirá existiendo!

Dime tú, átomo de miedo de mi corazón,

tú, lágrima de metal

en la mejilla del hermoso espejismo helado de las ideas,

¡dime que mi vida seguirá existiendo!

Nuevas pirámides de niebla se elevarán al cielo,

nuevos himnos de gloria como cuchillas de vidrio.

Para mí el payaso besa el espejo,

para mí la hierba muere tristemente.

Ven y dime,

brilla en mi hombro, en mi frente,

arriba,

por poco interesante que parezca

que los antiguos veteranos duermen en los parques de la ciudad

y que la Iglesia de San Jorge se levanta en el mismo lugar,

electrificada.

 

Yo también soy joven.

Podrías domar una nueva edad de hielo

con tu encanto

podrías dar la vuelta a la tierra en ochenta días…

Yo aquí soy un joven — un posible

coriolan drăgănescu* montado en una estatua de pequeñas palabras resbaladizas

Y pasado por columnas mundanas. Por sábanas con monogramas.

Por botas con gorra o por el rayo de los caballeros del Apocalipsis.

Por todas las experiencias —

misionero de la belleza y los humos de la vanidad…

Como una boca con áticos hambrientos.

Como un lobo que vuelve a sus ovejas. A la Caperucita del corazón que atraviesa/ golpea

valles y praderas

abofeteándolos salvajemente en las bocas

en

sus hocicos de verdura descarada.

Y cada palabra mía es un lago lleno de yates de placer

y pensamientos ocultos

que florecen alrededor de tus tobillos como brazaletes de ansiedad.

Yo también soy un joven.

Vivo parte de mi vida en tu nombre.

Pero tú bailas,

bebes limonada — detrás de ti, la Torre inclinada de Pisa se mueve en el camino correcto.

También inflamas a los dioses. Y también les das

un puñetazo en la nuca.

En los riñones, en el hígado… En su razón de ser.

¡En tu aliento de alcohol se emborrachan todos los camioneros

del Espíritu Santo!

 

Yo aquí soy un joven. Una ballena blanca en un estuario de silencio.

Una superestrella.

Un cruzado de la santa idea de Coca-Cola. Y de Blue-Jeans.

Un misionero de los espacios verdes, democráticos.

Un objetivo sobrevolable…

Un individuo, es a decir nada. Un decimal en tu cifra de negocios.

Aquel a quien se recomienda volver a la naturaleza.

Y el motociclismo y el autostop

y el budismo Zen. Es a decir nada…

Yo también soy un joven.

 

¡Oíd, hermanos, miradme también!…

 

* Coriolan Drăgănescu — el prototipo de víctima convertida en verdugo en la obra del gran dramaturgo rumano Ion Luca Caragiale (1852-1912) — n. tr.

 

 

•••

 

 

CANCIÓN  DE  CUNA

 

No llores, una lágrima cuesta más que un puente de ferrocarril, no llores

(te mirarían con desprecio por el espejo retrovisor

o sospecharían que inventaste una nueva bomba atómica).

En el borde del campo,

siempre en el borde de un campo,

bajo el cielo atravesado por petardos y paracaídas luminosos,

escuchas instrucciones de protección contra incendios con música

o la producción de tornillos en metro alejandrino:

grandes elegías para moler tu café matutino —

No llores,

hay otros entrenados para esto

o para soñar con campos segados con los ojos perdidos

en las vitrinas con pescado de mar.

No llores: mira,

las habitaciones ahora abren todo tipo de puertas

a los estados de ánimo de las sombras: no llores —

Mañana estaremos en otra estación

bajo otra lluvia libres y ligeros como siempre

entre los globos de hidrógeno de las grandes fiestas

como lágrimas de niño en el cielo azul.

 

 

•••

 

 

CADENAS  DE  ORO  AL  (RELOJ  DEL)  ATARDECER

 

A veces las tardes descienden como máscaras etéreas sobre los dolores del mundo.

Y ningún cuadrado de asfalto recuerda la huella de tu paso.

Ningún rayo de neón quiere conocer tu efímero brillo.

El hotel se llenó de un bullicio fragante.

Ojos, muchos ojos perdidos en el azul apocalíptico

de tus vestidos.

Tiras de tiempo, harapos de memoria con los que, ¡ay!, no puedo

ocultar mi pasado.

En el aire el alcohol encendía fuegos para el invierno en el blanco de tus ojos.

Los ceniceros soplaban vapor por las fosas nasales.

Los sillones te fumaban en silencio.

Y yo — escondido en el cono de sombra de tu existencia —

un planeta de hielo proyectado en una infinidad de espejos

paralelos.

¡Cuántos adornos para un viaje

[debajo de las ventanas, largos convoyes de trenes — interminables

cadenas de oro al (reloj del) anochecer deslizándose hacia otro mundo]!

Aquí tú, la soñada por los dioses, por fin estás sola.

Por encima de tu hombro, la bombilla ciega del techo lee tus pensamientos.

Las calles de una ciudad dormida se lavan las manos; nada vieron.

A partir de ahora la última civilización florece a miles de kilómetros de distancia

en el humilde esplendor de la época.

 

Y yo — escondido en el cono de sombra de tu existencia — esperando

poder soñar finalmente con la paz desde el blanco de tus dientes.

A veces, cuando ningún cuadrado de asfalto

recuerda la huella de tu paso y los atardeceres descienden

como máscaras etéreas sobre los dolores del mundo.

 

 

•••

 

 

LA  PATRULLA  NOCTURNA

 

Solo la orquesta seguía tocando

por un trozo del yate —

No más emoción intenta la anciana señora

que ha sido purgada de todos los recuerdos,

no hay emoción por las hojas que caen del techo,

no hay emoción por los planetas que mueren y se convierten

en agujeros negros,

no hay emoción por los hombres-sándwich que mueren y

se convierten en agujeros negros,

no

no

no

no

no

y no hay emoción cerca de la cinta transportadora de la calle.

De repente, una pariente anciana vino a mí

(me mostró un uniforme viejo y algunas postales)

— “… nuestro hijo viajó mucho por Siberia y Alaska —

A veces recibimos postales suyas

que representan las interminables nieves y los campos polares…”

Ah, la doncella de helio que destella su cuerpo hipnótico

a través del castillo de hojalata colgante

donde las campanas blancas golpean el aire magnético

para una nueva sensibilidad.

Ah, la doncella de helio rodeada de tigres

y elefantes,

sobre su hombro ahora viene un pájaro ciego,

luego un golpe en la puerta

para los soldados en los carros de batalla y los batallones de ceniza.

Marchando en cadencia suspendidos el uno del otro —

el pariente anciano y el hijo,

suspendidos el uno del otro —

los hombres-sándwich y los tigres y los elefantes,

el castillo de hojalata y el pájaro ciego

pasan una y otra vez

en una extraña procesión…

Un dos tres, un dos tres, un dos tres, un dos tres…

Hasta que la orquesta pierde el ritmo,

hasta que los músicos caen en los cajones fríos de la noche,

hasta que se abre la puerta

y aparece mi cartero

con una urna en los brazos…

— “Llévame, por favor llévame,

estoy perdido, estoy presionando por el tiempo

estoy en gran necesidad, en gran ausencia —

de hecho, también estoy muy solo,

 

muy solo,

muy solo,

muy sola,

muy sola y te quiero mucho…

y (¿por qué me muerdes?) te quiero mucho…

¿por qué me muerdes? ¿por qué me muerdes?…”

— “No, no,

tal vez solo querías que gritara,

tal vez yo solo estaba tratando de aullar,

no, no, por supuesto que no,

por supuesto que no…

tal vez todavía yo estaba tratando de gritar,

tal vez yo estaba tratando de aullar…”

 

 

•••

 

 

EL  ÚLTIMO  ESPECTÁCULO

 

A  RPD

 

Este es la escena y estos son los tragallamas

ardiendo en los aplausos de la muchedumbre…

 

Estos son los actores pintados en las paredes.

Y las mismas paredes están pintadas en las paredes,

con la sangre que fluye de las bocas apretadas: porque nadie pronuncia una palabra

sobre los detalles mantenidos en silencio.

 

Silencio sospechoso, y yo demasiado aburrido

para esculpir muñecos con narices grandes

para mentirme.

Así que seguiré siendo una estatua de sonidos

predicando en el desierto.

 

 

•••

 

 

GIRASOL  —  LA  INDULGENCIA  DE  UN  SENTIMIENTO

 

Dime,

¿qué más esperas de la vida, girasol

criado en la tierra baldía entre dos vías del tren —

lejos del mundo y sus fantasmas imaginados,

esperanza del semilla que cayó del vagón,

montada por trenes de placer, de mercancías y de tantos

crímenes y amores que viajan sobre ruedas?…

 

¿Y qué esperas todavía,

girasol perdido en el egoísmo de una tarde

en que mi vida se despide de ti

y en que tu amarillo tenso se separa de un mundo pequeño

 

que gira con el sol?

 

Acostarte en el polvo

con esa precisión que te dan la indiferencia y la inexistencia.

Como un resorte de reloj que el tiempo quita lentamente, —

como mecanismo infernal que la soledad desmonta.

Esperar en una estación tu ascensión al cielo, —

girasol que empezaste a hablar contigo mismo

y a contar los trenes como amantes perdidos y olvidados.

 

Aquí,

donde mi miedo a la oscuridad es un grillo guardado en una

caja de fósforos, —

aquí nadie te encontrará, en la tierra de nadie entre dos rieles

por donde corren los batidores-los sabuesos-la presa de la gente apresurada.

 

Tú no viajarás ni en tren ni en barco,

te quedarás en casa con mamá y te marchitarás.

Y un olor a fuel oíl hirviendo, metal ardiente

y civilización aplastada

te vestirá con vestidos coloridos y calientes.

 

Ya es tarde:

arriba — sólo estrellas de luz estéril, tenue

(puertas cerradas en las caras de las almas levantadas al cielo).

En la lejanía que levanta fantasmas del calor de la tierra

eres la indulgencia de un sentimiento.

 

¡Sólo ten cuidado que no pase la noche

como una pobre anciana y te recoja

y te mastique en sus encías retraídas

como esta luna hambrienta!

Traian T. Coșovei De espíritu libre e inconformista, autor de una literatura muy original, el poeta y crítico  nació el 28 de noviembre de 1954 en Bucares ... LEER MÁS DEL AUTOR