Grito de nadie
Grito de nadie
Tu locura y la mía son once dedos, tres narices,
cinco ojos. La locura de todos los árboles.
Raúl Mansilla
Detenido, vivo, ubicado
entre cierto tipo de sonidos,
ignorante
con el corazón desnudo,
honorable de un honor al filo
del grito
por nadie
perdido.
Cada frágil melodía
se quiebra como tu sonrisa.
Yesterlove[1]
Fuiste
río.
El ojo restalla
—pensás— y fuiste
cerca un
agua aun
perdida.
El deseo dejó
de convertirte
en otro.
Enemigo interno
En sueños,
herimos con placer
cuerpos amados.
No buscamos
explicar: disfrutamos
la tortura de juguete.
No buscamos despertar.
Mac por la mañana
Cascada el acto de caer
cabello desde el borde.
El contexto poco importa
pero vale: un cuarto, apenas
un efecto de luz que legitima
coordenadas, un ser que disfruta
de otro que duerme,
invisible.
A cuenta del alba
Estabas inspirada; la noche
un pañuelo.
Saliste a caminar,
ungida de violencia,
a cuenta del alba
todavía aparente. Pero
todos se han ido. Amantes,
amigos, tan dulce, tan niña.
Una sonrisa brusca
mancha tus dientes, un remolino
borra la calle.
Pronto vos también partirás: tu boleto
es de ida, la arena espera, te devuelve.
Written
Recuerda la liviandad, no la boca,
recuerda la emoción cuyo efecto
es tesoro opaco pero brilla;
piensa que las palabras ofrecen
homenaje a nadie destinado.
No es la misión, es egoísmo,
es retener para sí una alegría
que hubo de hallar o, simplemente,
aceptó y no aceptó ganarle al verbo.
Escribe. No es él, pero su cuerpo
escribe (todo el cuerpo escribe)
y siente la embriaguez de estar salvando
el alma de los kafkas que no leen,
de las mujeres que se mueren por amor
de los hombres que se mueren por amor
y el amor ideal que justifica
la muerte apasionada y la cultura.
No es él, ya no, su cuerpo azorado
persigue justicia, cuestión de espacio,
de esmero en la esgrima del teclado
para que el buen sonar no se comprenda;
escribe en virtud de un proceso
que arrojó al torrente licencioso
la memoria de lo bello.
Apenas son inciertos materiales:
unos labios, el contacto imposible,
la idea prontamente abandonada
de tramar ficciones como besos.
Cuando el fin
Escrito el encuentro
como un riesgo a suceder
sobre los cuerpos. Máscara mínima
el corazón galopa, golpea,
se torna humedad: todo el mar, honesto
como un animal acorralado: o embiste,
o se echa a tus pies.
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[1] A partir de la canción de Sam Gopal, no de la de “Smokey” Robinson & The Miracles.