Thiago de Mello. Meditación en el reino de la pantera azul

Presentamos un texto clave del celebrado poeta brasileño en la traducción al español de Enrique Lihn.

 

 

Thiago de Mello

 

MEDITACIÓN EN EL REINO DE LA PANTERA AZUL

Viene de pronto, nunca viene
cuando se presiente su llegada.
Llega y es tarde ya y en todo es tarde.
Nunca se muestra entera. Pero es hembra.
Es necesario esperar y seguir siendo
hasta que olfatea
lo que guardas al fondo de tu nombre.
Pero no vale su precio, ni la sórdida
moneda que te exige: nada quiere.
Marcha a tu lado, del que no se aparta,
agazapada en pliegues de la ropa,
le encantan la nuca y los cabellos.
Inmóviles sus manos posadas en los hombros
que nada sienten pero saben: sufren
tanto o más que brasas.
Es igual
a lo que fuera antaño, a lo que fue
en tu jardín una semana antigua.
La víspera parece tan remota
que llega a ser penoso recordarla.
La casa se convierte en selva densa,
hay secretos desvanes nunca vistos
que nos llaman con tibios terciopelos
enseñándonos cantos amorosos
que no saben jamás por qué callaron.
Si te llama a la lucha traicionera,
todo se cubre de ceniza y polvo.
No hay nada pegajoso a no ser los contactos
inesperados como mariposas
que bajan devastando soledades.

El sol de la más vieja primavera
quema tu sangre, estalla en la garganta
que, desde hace cien noches, no dominas
y hay sequedad en tus encías.

Deslumbradas surgen las rodillas
que van dejando ver colores curvos
casi a los costados de los muslos.
nada más. El cielo es lo que falta.
Toda azul te acecha la pantera
como si no te conociera —y canta.
De súbito las cosas huecas crujen
y en el más trivial acto de la vida
cifras un interés total: el sortilegio
es terrible y fugaz, porque te ofrece
en un brote de luz la certidumbre
de la inutilidad feroz y fría
de la prenda que te iba seduciendo.

Es ahí cuando, cada cosa, y todas,
incluso la pared, el calendario,
y hasta el cuchillo junto al velador,
los grandes sentimientos, las palabras
altisonantes y los compromisos
como agua pasan, pasan como un rio
de aguas espesas que no corren nunca,
de una espuma podrida recubiertas.

Con todo, luce flores en sus flancos
y distracciones que permiten pájaros,
con ese ardor húmedo de macho,
que ella no deja alzarse de los sótanos
en los cuales contigo se oculta
sabiendo que le cabe la tiniebla.
Y en su reino luminoso clavas
tus huecas raíces de silencio
que se hunden cantando en la tierra.

Santiago de Chile, 1963.