Thelma Nava. Los frutos cotidianos

 

Presentamos tres textos de la imprescindible autora mexicana.

 

 

 

Thelma Nava

 

 

Unas pequeñas: nostálgicas palabras al pie
de una fotografía

Ella, con su sonrisa que todo lo desarma
hubiera sido sin lugar a dudas
una de tus mujeres predilectas.
El más joven amor
con sus rubios cabellos y su asombro.

Trataría de indagar tus secretos,
abriría tus ocultas cajitas de madera
como ahora toca tus amados cocodrilos.

No llegaste a conocer sus besos apretados.
Empezabas a amarla lejana todavía
cuando ella no hubiera sabido cómo
responder en tu idioma
a todas las historias que le hubieras contado.

Pero a pesar de eso
puedo verla sentada en tus rodillas
cubriéndola amorosa tu mirada
a ella, la rodeada de ternura
la pequeña
Varenka.

 

 

 

Bala expansiva

Nadie supo jamás su nombre, Efraín.
Con paso firme avanzó hacia ti y colocó en tu féretro
una rosa y una bala.
Hizo una brevísima guardia y se marchó por el sitio
por donde había llegado.

El hombre –salido apenas de la adolescencia–
dio en el blanco perfecto.
 

 

 

Los frutos cotidianos

Cuchillito de plata
afila las entrañas
para que el que te vea huya
y deje de acosar tu casa

Defenderás lo tuyo
eso que fuiste construyendo lento
con amor cotidiano
esas palabras
y también los silencios
que sólo a ti pertenecen

Iridiscente
tu amor nos acompaña
nos alimenta como un alga marina.
El universo es tu morada
y tú eres la medida de todas las cosas
y las cosas son a tu medida

Las otras transcurrieron nomás
como el verano
un solo fruto dieron
en su tiempo.
Yo soy afortunada:
recogí las cosechas una a una
y el árbol no ha cesado de ofrecerme
en tu nombre los frutos cotidianos.