Teresa Melo

Las altas horas

 

 

 

 

Las altas horas

El día de mi padre me decía al oído:
Be careful, it´s my heart
Louis Armstrong dictaba en el oído
lo que nunca cantó.
Otro hombre perfecto fue su dueño.
Cantores, militares, ya no viven aquí.
Vive Daniela/
El eterno retorno de la canción que pide
cuida mi corazón de alturas y cemento.
Y por la suerte cuido.
Levísima es la suerte a la que doy memoria.

Hija mía. Sé libre
ama con esperanza/ con ingenuidad.

Una taza de té empecé a tomar hace años
y hace más tiempo removía la carne temblorosa
que tomaría el té. ….. Desde ese temblor
escribí, escribí:
ahora cuento las palabras
que quedan sin contaminar.
Dentro de mí ….. el piso veintitres ….. la escuela
el corazón que cae,
Tú eres ese cuerpo sin fragmentar ….. intacto.

Hija mía ….. soy libre
te amo con esperanza/ con ingenuidad.
Quédate cerca de la puesta del sol:
quien la fragmenta y disecciona
no puede hacer que el sol se ponga para ti.
Quien diseca la palabra
no puede hacerte vibrar con palabra alguna.
Eso te doy ….. las puestas de sol que fueron
las sobre mí
las que te inquietarán y aquietarán
y esta palabra sin contaminar
para que la bebas con fruición
como la leche de las altas horas
la acunes, aprendas y mastiques
y te haga luz ….. en la hora violeta
cuando el sol se ponga sobre mí.

 

 

 

Hospederos

La forma de los animales minúsculos
contiene lo que somos. Me pregunta qué somos.

Sé que miro, por ejemplo, la curva
de la hoja y admiro su perfección
sin saber por qué creo que aquello que admiro
es la perfección. …… Con igual concentración
ajusto el lente que me permita ver los hospederos.
Anda. Palabras.
Puestas en fila, tomo ésta al azar y nada explico.
Sé que el poeta, como otro animal minúsculo
hace su guerra personal con lo inasible.

Ansía la gloria de las palabras publicadas.
No existe la gloria de las palabras publicadas.

 

 

 

Bukowski

No tuve que dejarles mi hermoso cisne
pues no había invierno ni lagos congelados
donde mueren los cisnes.
Y es lo único que no he tenido que dejarles.

Los mismos que arrastraban sus zapatos de polvo
y echaban su distracción sobre los seres vivientes
pidieron para sí todo lo que tenía:
gatos de mirada equidistante
haciendo equilibrios sobre las alambradas
pájaros comunes que anidaron en mis árboles.

Los vi desde el cercado
ya no tenían ese brillo en la mirada
y morían contemplados por las miradas sin brillo
de los que hablaban de la comida y el verano
y uno me miró
para que lo pusiera a morir a salvo en mi corazón
pero fui cobarde y lo dejé allí
como tú les dejaste tu hermoso cisne
y nadie me ha vuelto a mirar con la misma necesidad.

 

 

 

Los hermosos ahogados

I

De los mares de todas las islas ahogados
hermosos ahogados emergen para desandar
los trillos que sus propios pasos
abrieron en la hierba.
Fueron al mar
arrastrando sin saberlo la maldición del agua
y como agua dócil sus cuerpos
se abatieron frente a los elementos:
no reposan  no duermen.

Ladrones de cuerpos toman sus huesos
los pasillos del cráneo y de los ojos
y parecen animar en breves lapsos
lo que las aguas ya tomaron antes
y fue tributo al espacio de la hierba trillada.

Hermosos ahogados de las islas
sin un pedazo de isla para los huesos
cansados del vaivén.

Es posible verlos a la luz del faro
como bañistas despreocupados de lo que agita
las ciudades y las oficinas

y simula vida
lejos de las pequeñas luchas
de los insectos breves.
Encima de las aguas
no hay aliento ya para los hermosos ahogados.
Ellos son nuestro pueblo submarino
lo que acaso dejemos al minucioso azar
como una pieza suelta el eslabón perdido
hasta la ocasión de entrar resueltos a las aguas.

II

Sostienen la isla y la socavan.
Ignoran nuestro peso en ella
si peso damos a tanta levedad.
Pequeños habitantes  no nos miran
y les pertenecemos.
Esperan el naufragio  el inevitable
choque  la caída veloz:
imanes nos atraen a nuestro destino de agua.
Me pongo allí
en el imaginario tentador de la cama flotante
por nuestras hundiduras, alter ego
las hundiduras.

Lento es  lento despeñarse.
Rocas abajo.

III

En la lechosa alfombra
donde descansa a tramos de la ruta marítima
el ahogado hace su propia ruta de sal
ruta de sedas presentidas en los animales vivientes.

El ahogado busca el punto de reposo
pero sólo en el movim
es capaz de mantener el recuerdo de su objetivo.

Ahogados de las islas.
Su hermosura es la desnudez
de nuestras vanidades.
Ahogados de la tierra.
Su hermosura no existe.

La creamos a voluntad
para sentirnos a salvo de un destino semejante.
Pero las aguas escriben su libro inalterable
en caracteres invisibles para el ojo del sol.
Ahogados de las islas
descifran en el libro la ruta venidera
como otros antes fijaron la suerte de las caravanas.

Debajo y encima de las aguas.

 

 

 

La breve duración

Leí un largo poema de William Carlos Williams
sobre el amor y los asfódelos. Entre lo que ignoro,
tampoco sé qué cosa es el asfódelo. Otras flores tuve
y de otros poemas gusté y también tuve otras ignorancias.
Es cierto que los poemas colocan cosas sobre el mundo
y que hay personas que no gustan de ellos
ni del mundo,
aunque serían mejores si tuvieran
aquello que tienen los poemas.
¿Qué tienen los poemas, William Carlos Williams?
Provocan la desazón de lo desconocido,
el deseo de asir el humo que emana
de lo que creemos conocido.
Tuve esta flor, por ejemplo, hace años,
sobre la pared de una casa en la que estuve viviendo;
en su patio las orquídeas cubrían el lugar
donde antes estuvo la caseta de madera;
en la caseta de madera, el padre de mi amigo,
una mañana nada especial
amaneció colgado de las vigas.
Las orquídeas luego cubrieron el lugar
pero no borraron su aura de tragedia.

De entonces acá estas flores no perdieron hermosura,
pero igual son materia del suicidio.

Otra flor tuve que vi crecer bajo mi agua
—el lirio perenne descrito por Ariel—;
tenía pocas cosas, paredes alquiladas me servían de hogar:
todavía me sirven.
No tuve asfódelos, tuve éstas para mí.
Y de mí ellas no guardaron memoria.
Es vanidad de los poemas fijar los deseos del otro
y es vanidad de los poetas
creer que sus versos se fijan en el otro
como no lo hace la flor más que el tiempo
que le corresponde.
Si acaso guardaré algo para mí será lo mismo
que di a los otros que se me acercaron:
la breve duración de los asfódelos,
las orquídeas suicidas, los lirios de agua.

 

  

 

El temblor

En la tierra breve que desgrano
flores de cedro / helechos / abedules:
signos de la transformación.
La gacela de ayer
maúlla en mi caricia
en el sitio cálido de las ropas de sal.
Flores de cedro
que no son la mesa olorosa / la silla torneada.

La mariposa que conoce los cielos aneblados
vuelve pez su sueño para amar al pez:
aman los peces transfigurados
a la luz de la vela.

Son éstas las canciones que canto en la oscuridad.
Otros serán los cantos de la luz
en la voz de mi hija.
Ella no conocerá a los hermosos ahogados
sosteniendo la plataforma marina de la isla.
Ella buscará otra explicación
tan cierta como ésta / tan inútil para describir.

Signos de la transformación
agua en canasta es nuestro conocimiento:
escurre por los entresijos de la paja
y vuelve al sitio mineral.
Son las canciones que canto en la oscuridad
para nombrar al hombre
su vanidad espejeando /
sus tres metros de más.
La poesía también nos viste de diosecillos /
totems.

Guardo el poema. Al poeta
lo acuno junto a los hermosos ahogados
para calmar su llanto infantil su soledad sus terrenales miedos.

 

 

  

Casa en la tierra

Sobre la tierra firme construimos refugios
promisorios
creemos en ellos como la salvación:
nadie nos salvará de nuestra vanidad
nuestro peso de hormiga en la casa mudable
nada nos apartará de las paredes provisionales
pegadas a las rocas.

En el antiguo mundo en las montañas de Petra
los hombres cincelaron el sueño rosa de los otros.
En filas sudorosas / aspirando en el polvo
tallaron las catedrales de los dioses de piedra.

Nuestros dioses de arcilla en ciudades insomnes
enredan su confusión en columnas y techos circulares.
Pues toda casa tiembla.
Sobre la tierra firme la única firmeza
proviene de los sueños que echamos hacia el agua
y el agua los devuelve
como lengua que lame los contornos
del cuerpo y los suaviza
y les crea la breve eternidad de las paredes
de los sueños de agua
las palabras.

 

Teresa Melo Nació en Santiago de Cuba, Cuba, el 11 de octubre de 1961. Poeta, narradora y editora. Graduada de Filosofía por la Universidad de La Haba ... LEER MÁS DEL AUTOR