Pequeños ejercicios de olvido
(Traducción al español de Manuel González Rincón)
Pequeña disertación
Algún día quisiera hablar de esta sombra que nos sigue entre la niebla – pero me está prohibido contar el final de una historia
que no tuvo nunca principio.
Marxismo aplicado
Y algunas veces mientras estoy solo en mi dormitorio escondo el poco dinero que tengo para que entre más intrépida por la ventana
la luz de la luna.
Cosecha
Y cuando se me acercaron apuntándome con sus armas, sonreí con desprecio y levantando las manos comencé a cosechar las manzanas de la temporada.
Verano
«Siguen sin dejarme dormir», decía cada mañana la vieja que dormía en el parque. Se refería seguramente a las estrellas
o a los niños que habían muerto en la guerra.
Recompensa
Un niño duerme. Pasó el día llorando. Pero ahora sonríe mientras la Osa Mayor le lame con lengua de oro
su pie destapado.
Tardes extrañas
Una mujer estaba sentada en un banco del parque, en total soledad, llevaba un paraguas, no tenía a dónde ir, hasta que se levantó y con pasos lentos e inseguros
subió al cielo.
Crímenes incógnitos
A menudo, cuando era niño, los mayores conversaban en voz baja, únicamente para que yo los escuchara a hurtadillas.
Así me mataron el epílogo.
Estética
En cuanto a aquella historia, existen muchas versiones.
Pero la mejor es siempre esa en la que acabas por llorar.
Testamento
Quizá lo haya encontrado. Pero no os lo diré. Porque entonces ¿qué vais a buscar vosotros?
Respuesta
«Pero ¿cómo es que caminas sobre las olas?», pregunté.
«Me equivoqué de camino», me dice.
El poeta I
Intenta aparentar tranquilidad. Parecerse a los demás. Y hay ocasiones en que lo consigue.
Pero por las noches no puede dormir. Sus grandes alas no caben en su sueño.
El poeta II
Dicen incluso que cuando murió siguieron su cortejo fúnebre todas las lámparas de petróleo de los afligidos arrabales, con luz tenue para la ocasión.
Y así se explicaron muchas de sus antiguas exageraciones.
Vida diaria
La gente se apresura: preocupaciones, condiciones de vida, sueños, compromisos –
¿de dónde van a sacar tiempo para conocer sus vidas?
Pronósticos maternos
Y la madre llevaba siempre vestidos amplios, quizá para ocultar a aquel
que no fuimos.
Autorretrato
Tan asustado estaba que cuando me quitaban algo les agradecía que me hubieran dejado al menos su recuerdo.
Noche
Y de repente descubres en una estatua todo el olvido
o en una palabra irreflexiva el testimonio más verdadero.
Puntos sin aclarar
Todos regresaron. Solo los poetas se quedaron allí para siempre.
Poetas
Sospechosos milagreros que descerrajan palabras –
y se vuelven pájaros.
Experiencia de siglos
Por eso te digo, no duermas: es peligroso. No despiertes: lo lamentarás.
El pecador
Durante el día se rebajaba a los pequeños sucesos.
Pero cuando por las noches se entregaba al pecado
sus alas se estremecían sobre el suelo.
Luna llena
«Madre», le digo, «no me prepares más la leche – ¿no ves que estás muerta?» Esperé a ver qué me respondía. Era junio, por la noche, con una luna espléndida en el cielo.
Y no me digáis que eso no era una respuesta.
Los poetas vagan entre nosotros
Indigentes que pasan por la calle ocultando bajo sus amplios abrigos desgarbados a algún poeta del que renegó la suerte o que fue engañado por las circunstancias
pero que les hace verter de vez en cuando sus más hermosas lágrimas como regalo.
Pasado
Escribamos, pues, una carta con destinatario inexistente, y dejémosla caer al suelo como si nada mientras caminamos. Mañana, pasado mañana, la hallarán descolorida por la lluvia
y entonces habrá cobrado todo su sentido.
Espera
La mujer estaba sentada en el parque y, a su alrededor, como un destello, resplandecía su eterna espera – aguarda, dice, algo que le susurraron una vez al oído en un sueño. «¿Qué?», le pregunté,
casi atemorizado por tanta inmensidad.
Amor
Y cuando muramos enterradnos muy cerca
para no tener que correr a encontrarnos en medio de la noche.
Bendición
Afortunados aquellos que no se conocieron a sí mismos
valientes aquellos que silenciaron su inocencia
pero benditos quienes lo dieron todo y luego miraron una estrella
como única recompensa.
El crimen perfecto
A veces se reúne gente en alguna parte, miran todos al mismo lugar, pero no ven nada.
Porque siempre se comete un crimen allí donde no sucede nada.
Fugitivo
Dejó los pantalones en los dientes de los perros.
Con su chaqueta cubrió una estatua.
Gloria póstuma
Cuando morimos todo cuanto soñamos viene a velarnos en algún lugar del dormitorio. Y de repente todos respetan muerto
al que ayer fuera un «canalla».
Las manos recuerdan
Su mano demacrada, cada vez que hacía un ademán parecía querer recorrer hacia atrás el tiempo –
quizá hasta aquel juego infantil que una vez le negaron.
Desideratum
Entonces llamaron a la puerta. Yo, ingenuo como siempre, fui a abrir. Y así es como entró en el mundo una nueva aflicción.
(De Violetas para una época, 1985)