

Presentamos un texto clave de la mítica poeta estadounidense en la traducción al español de Sandra Toro.
Sylvia Plath
Corneja negra en tiempo lluvioso
En una rama tiesa allá arriba
se encorva una corneja negra, mojada
arreglando y desarreglando sus plumas bajo la lluvia.
No espero un milagro
ni un accidente
que encienda la visión
en mis ojos, ni busco más
ningún designio en lo inconstante del clima,
dejo que las hojas moteadas caigan como caen,
sin ceremonia ni portento.
Aunque en ocasiones, lo admito,
deseo alguna réplica
del cielo mudo, la verdad, no me puedo quejar:
cierta luz menor aún puede
surgir incandescente
de la mesa o la silla de la cocina
como si de vez en cuando un ardor celestial
tomara posesión de los objetos más estúpidos —
santificando así un intervalo
de otra manera inconsecuente
confiriéndole grandeza, dignidad,
amor, podría decirse. De todos modos, ahora ando
con precaución (porque esto podría ocurrir
incluso en este paisaje ruinoso y opaco); escéptica
pero alerta, ignorando si
un ángel cualquiera eligió destellar
de pronto al lado mío. Solo sé que una corneja
arreglando sus plumas negras puede brillar tanto
como para embargar mis sentidos, izarme
los párpados, y conceder
una breve tregua al miedo
de la neutralidad total. Con suerte,
si atravieso empecinada esta estación
de fatiga, podré
ensamblar un todo
con las partes. Los milagros ocurren,
si se tiene el cuidado de llamar milagros a esos
trucos espasmódicos de la luz. La espera ha vuelto a comenzar.
La larga espera del ángel,
de ese inusitado, aleatorio descenso.