Sully Prudhomme. Un sueño

 

Presentamos tres textos claves del legendario poeta y ensayista francés, y primer ganador del Premio Nobel de Literatura, en la versión al español de Max Grillo.

 

 

 

Sully Prudhomme

 

 

Renacimiento

Quisiera olvidar, volver, a nacer
y gozar a ojos cerrados de la novedad,
flor de las cosas, que se desvanece como edad.
Saludaría de nuevo la luz, pero iría abriendo
lentamente mi alma virgen y mis párpados
para saborear mi asombro.

Adivinaría por mí mismo
esos secretos que se nos enseñan.
Yo solo iría hacia los seres que amo
y les pondría nombre; extasiado
ante los abismos azules
en que parece dormir el verdadero Dios;
escondería mis sublimes lágrimas
en versos con cadencia de infinito;
y mi primer poema sería para ti,
¡oh mi dolor amado!
Haría estallar en un grito supremo
un verso frágil como una flor.

Si existe para nosotros un mundo
en el que se sucedan días mejores,
que su faz no sea redonda,
sino que se extienda sin terminar jamás…
Y que la belleza,
de puro sabida olvidada de continuo,
en una sorpresa incesante
nos proporcione una felicidad completa.

 

 

Las flores

¡Insensato poeta! En todo cuanto ves
prendes una cuerda de lira y nos dices:
«¡Inclinaos, escuchad como todo respira!»
¡Ay! ¡Es cierto! ¡Es la voz!

Las flores no respiran. Un soplo errante
les arrebata su aroma al pasar,
y ese suspiro no pidió nunca gracia para ellas
a los inviernos destructores.

Y, sin embargo, ¡tiene tanta ternura
la belleza de las flores! ¿Será posible
que no tengan amor? ¿No las veis cómo
se tienden al calor y se vuelven hacia la luz?

La ligera risa del alba, que es su madre
y su amiga, despabila su sueño.
¿No habrá causado a la menos dormida de todas
una sensación de despertar?

¿No concebís el alma liberada de ideas,
un corazón completamente puro,
unos labios que sólo se dirigen a la llama,
unas flores que sólo buscan el azul?

En la convalecencia, cuando vivimos como ellas,
dejándonos en las manos de Dios,
el más discreto saludo del sol a las pupilas
nos hace sonreír.

Cuando la vida nos entorna sus puertas,
las plantas son nuestras hermanas,
y entonces comprendemos el hermético sueño de las rosas
y sus vagas dulzuras.

Por débiles que estemos,
sentimos la dulzura de seguir vegetando,
y de dar gracias a un amigo ignorado
por aquel beso recibido.
Lo mismo ocurre con las flores.
Esos frágiles seres tienen también caprichos,
y en su efímera vida hay horas agradables.
No desconocen los placeres.

La planta, resignada,
ama el lugar en que su pie descansa,
y bendice el camino, feliz por abrirse
a todo lo que la acaricia,
y por perfumar la mano;
por hacer una visita intercambiando un sueño
en alas del aire mensajero, y por ofrecer llorando
lo mejor de su savia a un amante versátil;
por decir: «Tómame: yo lo haré más bonita,
niña que puedes correr; en tus mano podré viajar,
aunque haya de morir después.

«Quiero ir al baile y reinar lánguidamente
en un hermoso búcaro. Ver el mundo, agradarle
y acabar en un éxtasis,
a la sombra, prendida sobre un corazón.»

 

 

Un sueño

Me había muerto, y entraba en la tumba,
donde sueñan todos mis antepasados.
Dijeron: «La pesada noche parece estremecerse.
¿Será que se aproxima una antorcha,
señal de la nueva era que espera nuestro eterno hastío?»
«No dijo mi padre, es el niño; ya os había hablado de él.
«Aún estaba en la cuna. Ignora si llega a nosotros
joven o cargado de años.
Mis cabellos son rubios todavía.
Tal vez los tuyos estén ya blancos, hijo mío.»

«No, padre. Caí pronto vencido, en el camino de la vida,
sin que mi alma se hubiera saciado aún.
Muero, y todavía no he vivido.»
«Esperaba tener a tu madre a mi lado.
¡La estoy oyendo gemir allá arriba!
Ha llorado tanto sobre mi losa
que sus lágrimas han llegado a mis labios.
«Tras muy largos amores, nuestra unión fue muy corta;
todas sus gracias están ya marchitas…
La reconoceré siempre.

«Mi hija conoció mi rostro. ¿Se acuerda de él?
Ella ha cambiado. Háblame de su matrimonio y de mis nietos.»
«Tan solo tienes uno.» «Pero ¿y tú?,
¿no tienes familia también? Cuando se muere joven
es porque se ama. ¿Qué echarás de menos aquí?
«He dejado a mi madre y a mi hermana
y los hermosos libros que leí. No tienes nuera, padre.
Una vez lastimaron mi corazón y ya no he vuelto a amar.»

Cuenta el número de tus antepasados,
besa sus frentes desconocidas y ven a hacer tu lecho aquí,
en la sombra, junto a los últimos que llegaron.
«No llores; duerme en la arcilla,
en espera del despertar supremo.»
«¡Oh, padre mío! ¡Es tan difícil no acordarse del sol!»