Libre y Cautiva
Libre y Cautiva
Por sentirme despierta en la cautiva
morada oscura de tu sangre, llevo
este amargo laurel de gajo nuevo
y esta miel de cilicio rediviva.
Y no quiero saberme fugitiva
de la celda de amor en que me muevo:
porque el ángel te encuentre, yo renuevo
mis llamadas de intacta sensitiva.
Extenderás tu mano, que -impasible-
quiere lograr la flor indivisible:
su cauto aroma velará tu frente.
Como cierva te huí. ¡Qué te encadena
más ese afán de hallarme en la colmena,
carcelera celosa de tu mente!
Alegría, alegría
Siente mi corazón una alegría
extraña, a flor de piel —vaso de esencia—;
aunque yo desnudase su presencia
su desnudo integral me cegaría.
Es esta milagrosa sinfonía
de mi risa y mi danza, adolescencia
en mi sereno rumbo de inocencia,
trompo de luz y pétalo de un día.
¡Inquietud de soñar, canción temprana,
rosa de cielo y de ilusión, campana
que en mi celda interior amor invoca!
Es en mi corazón el goce tanto
que si yo intento convertirlo en llanto
la risa saltará sobre mi boca.
Perfección de la rosa
¡Oh rosa, plenitud de muerte y vida!
Esencia, luz y ser, belleza. ¿Tanto
adoró tu deidad el sol y el llanto
para engarzar tu imagen definida?
Rosa del goce sin dolor, nacida
de la nada a lo breve: dulce canto
del ruiseñor, que enseña en su quebranto
con la novia, vestal entristecida.
¡Perfección de la rosa, gracia nueva
que en la infinita soledad eleva
su seno crespo y puro en ágil vuelo!
¡Oh rosa eterna, frágil, casta, sola!
Tu aliento leve como tu corola.
¡Virgen desnuda, fiel, carne de cielo!
Encuentro en la isla
Por las tranquilas olas: en riente
flor de la estela azul transfigurada,
con cítara de viento naufragada
y arcángeles de luz resplandeciente.
Te vi por la neblina de mi frente
—Isla desde tus márgenes amada—
leve despojo de la razón: la nada
diríase tu sino de repente.
Hallé junto a tu sien: la estrella pura
del caracol su lóbrega ventura
algas y limos, milagrosa vida.
En este espacio luminoso creo:
en nacarado semidiós —bufeo—
en tu salobre gracia bendecida.
Regreso de la isla
Exacta en tu irisada geometría
de verde mar y espuma aprisionada,
tu bienandanza dejo. Inviolada,
los pájaros coronan tu alegría.
Etérea por la leve lejanía
—mas que rosa de bruma sombra airada—
eres aliento de infinita nada:
fantasma del sentido y la armonía.
Tras infinitas huellas siderales,
un delfín pone anuncios de cristales;
cielo y mar, mar y cielo es el arcano.
En la tierra ya la planta, tu figura
—corola de salina arquitectura—
renacerá en la palma de mi mano.