Razón de ser
Razón de ser
De la mujer que desparramó las larvas milenarias
de sus pechos en el dintel del tiempo;
de la mujer que se envolvió a sí misma
dentro de una madrépora en su mundo de algas
y desanduvo su agonía decisiva junto con las estrellas…
de la mujer que amaba las palomas en éxtasis de virgen,
y amamantaba lirios por la noche con su pezón dormido;
de la mujer que supo antes que dios del clavo y del silicio.
De ella, la tentadora de la muerte durante ocho siglos,
la que en sus manos tiene dos trigales y en sus sienes de niña
una rama florecida de lágrimas,
de ella la novia que tendió sus velos por sobre los abismos
de ella vencedora, la cercana,
de esa mujer soy hija.
Origen de la soledad
Cómo es que pretendes poseer mi pensamiento
y mi mirada de estremecida fiera,
cómo es que pretendes poseer mi soledad
a través de la raquítica arquitectura del sonido,
cómo es que pretendes encontrar el origen
de mi violento mandato, más allá
de la séptima agonía de tu pecho.
Soy y seré después de los advenimientos
y de las cicatrices imborrables de tus párpados.
Ay, noche, a ti te digo de mis estertores,
desparrama tu pomo de fragancias.
Aunque de opacos soles venga tu reinado de aguas
y los peces invadan mi velamen,
yo te diré del purificado peregrino
y de la hondura de su lágrima.
Desde la cripta donde habita el ansia
te hablaré de mi noche y de sus astros,
del vasallaje estéril de los dioses,
y de la inútil senectud del alma.
Dices que presentías mi vertiente
cuando aún no venía,
del remoto cataclismo de amapolas,
que era grande la dicha de saberme
y era honda amargura mi llegada,
o te diré, después del primer y último
titilar de la lágrima,
que es inmensa amargura el no tenerme.
No quieras que me encuentre
en el confuso panorama de algas,
ni busques en la cuenca de las olas,
mi escondida palabra,
Yo estaré lejos, lejos, solamente
donde la luz no hiera mi pupila de estanque;
estaré lejos, lejos, lejos, lejos,
mis dedos convertidos en puñales,
hurgando en los cabellos de una virgen
—raíz semi escondida de la llama—
mis propias actitudes.
Amada infiel, mi soledad, ¿me dejas?
Vuelve a la noche. Espera, calla.
Es que quiero adorarte.
Del espacio hacia acá, como dos tiempos
La noche,
dislocada como ala de cetáceo herido.
Amortajada siempre que la pupila niegue su orfandad.
Mar ampuloso y de grotesco seno;
cuando la claridad se haga en mí
no necesitaré de vuestra amada boca,
no necesitaré del meloso soliloquio de tu vértigo.
Me tienes, como un pez a su escama
miserablemente uncida a ti,
llevándote como niño caníbal al pecho de su madre.
Y no he de desperdiciar hora, para maldecir
tus pariciones de planetas fosforescentes
que vomitas a mi lado sin ninguna delicadeza…
Olvidada como árbol de desierto,
donde trasplanta el viajero su éxtasis sin experiencia,
feliz de abandonar el barco,
deseando encontrar en la tierra
la veta misteriosa de la felicidad.
¡Navegante audaz,
disociador del mar y de la tierra,
veneno oscuro será tu camino hacia el infinito!
Quién, sino el olvido,
quién sino la medida de una juventud soslayada
viene en mi ayuda ahora.
Ahora que he aprendido a pronunciar palabras
contra Dios y sus signos
y me arrodillo de hipocresía ante los conocidos.
Cuando en ángulo recto junto a una puerta
espero la palabra de bienvenida.
Y sólo escucho dentro, ruidos de vasos
llenos de un vino generoso que jamás probaré…
Hay continentes simples, de un solo país
con ciudades elementales y casas de un piso
donde podría abandonarme,
y a tientas buscar el ocio y sus virtudes.
Pero el recuerdo tan sólo de tan buscado paraje,
me pinta en la cara un gesto de asco.
– Como si penetrara a la habitación del amor
y me encontrara con tres cadáveres
ante una cena inconclusa de ostras descompuestas-.
La casa
Dejaban mi cabellera colgando desde el tronco de la puerta como trofeo.
Sin precedente en la historia de los indios manantiales,
y una cuenca abierta, para la mirada de los ojos indiscretos
colocada a la acera del abismo…
Y esta era mi morada.
Una víbora, encerrada en la jaula,
destinada a cualquier pájaro,
y una piedra caída temporalmente desde la cima,
una piedra nómade en busca de aventuras
servía de puerta, de mesa de comedor. ..
Qué queréis que se haga con estos materiales.
Nada. Sino escribir poesía melancólica.
Acaso, cuando la noche
se despierte debajo de los murciélagos,
no haya otra cosa sino una sensación,
y a estas vertientes que a uno le aparecen desde el fondo de los ojos.
No haya
sino un alud de hijos de piedra,
de hijas de agua
de hijos de árboles.
Entonces escribiré mi biografía
al uso de los poetas indecisos.
Miraré a través de una llama de cobalto
y distinguiré objetos olvidados;
como cuando dormía adosada a la pared
y todo parecía bello sin serlo.
Tomaré una de mis pequeñas flautas colgantes
y entonaré la canción del amor.