Stefania Di Leo

En las sombras de la tarde

 

 

 

1. CUÁNTOS SECRETOS EN NUESTRO IDIOMA

Con qué delicadeza se inclinó la oscuridad,
sobre tu frente para besar tus labios,
para dorarte de motivos infinitos.
Cuántos secretos en nuestro idioma,
en nuestras voces llenas de sufrimiento.
Somos náufragos en las orillas, nos cierran los puertos.
La humanidad se ha perdido, se encuentra dormida,
bajo la lluvia borrando los sueños.
Cómo ignorar un grito, demorando la memoria en los confines.
Que mi palabra consoladora te alcance
como un alivio, una caricia en el viento.

 

 

2. EN LAS SOMBRAS DE LA TARDE

Cuándo hablaré de ti sin voz de hombre
Claudio Rodríguez

En cualquier parte, pero no en ésta.
Quizá en la hermandad de los desiertos,
donde se funden los caminos
y los horizontes se libran
como una bandada de suspiros.
Quizá en la piadosa desidia de la tierra,
o en jardines lejanos, donde dejé mi ser,
con la levedad de una promesa
que apenas el rocío habrá notado-.
En las ventanas, lumbreras del mundo,
donde el cuadro de la vida,
es un frágil reflejo de incerteza.
Allí tendré que ir.  Allí tendré que buscarte.
No en la paciente soledad de los vergeles.
Bien conozco tus confines. Tu letanía de albas y conjuros,
la soñada voz de las acequias,
el rumor de los instantes.
Oh Libertad, eres como un sauce,
tus ramas rozan mi alma en el silencio.
Eres memoria de los días, sólo eres poesía.
Te busqué detrás de los sueños,
detrás de esquinas de invierno y en las sombras de la tarde.
Te busqué tantas veces mientras temblaban las nubes,
y la nostalgia se consumía lentamente.
Libertad pura e inalcanzable,
rodeada de lirios y de jazmines,
esperanza de amor venidero.
Te buscaré hasta mi último aliento.
Serás una gaviota franca en el sosiego hermoso de la luz.
Hoy, en la gravedad del ocaso, te he sentido.
Tú, a quien llamo libertad, eres eterna.

 

 

3. LAS PALABRAS

Las palabras son infinita sombra de luz
y mi derecho de partida,
son la vida y  la muerte
la marea del espíritu
y caudales de la mente.

Las palabras son caricia suave y pálpito de roca,
rayo que parte la montaña,
troncos de agua viva.

Las palabras: brújulas de nuestro soñar.

Con tus palabras
quiero que te acerques,
sin un cambio de sentido
que me roce los brazos.

Porque tus palabras, me hacen vivir,
me amparan,
con un dulce torbellino,
que es locura del que ama.

 

 

HABLAMOS

Hablamos hasta dejar atrás la luz
del cielo con un mantel negro
cubierto de arena.
Avanzan las horas en los relojes,
y tocan el agua tibia de la bahía,
donde saben nacer millares de estrellas.
El agua arde con una llama,
y bebo el agua con mi instinto primordial,
pero no sabe a magia de constelaciones en el pecho.
En esta bahía la lámpara de resplandor,
la cofradía de azules,
la lumbrera diluida
llena el alma de serenidad.
Sigo tocando, sigo estallando
en la quietud de este fuego.
El calor de mi cuerpo llama a los peces
que dibujan a mi lado un laberinto,
mis dedos  se pierden largamente
en la libertad que mis ojos anhelan.
Voy de regreso hacia el ruido de polvo,
hacia el mundo seco,
hacia una vida de lodo,
vuelvo al gris que jamás encanta mis pasos.
Vuelvo sin manos, se han quedado
en la eterna danza azul;
el laberinto fue apenas una excusa.

 

 

SÉ COMO EL AGUA

Sé como el agua, alma mía,
la seda azul y el verde
bajo la grieta del anhelo.
Sé como el agua,
el eco de selva que recorre tu oído
como estruendo que se propaga,
sé como el agua que engendra el trueno
y despierta los olores de nuestra tierra.
Sé como el agua, alma mía,
dulce pez de gota entre las manos
para saciar el corazón cuarteado por la sed.
Salífero rechazo de ola
ante la soledad y la tristeza.
Abre rutas de floresta entre el suelo haz tu sendero,
con paciente caricia, entre el asfalto.
Alma mía, alma mía, sé como el agua,
ve hacia el mundo con las compuertas abiertas
llenándolo todo de vida y caracolas.

 

 

RETRATO ROJO

Nace el hombre que siempre se enamora
de las cosas que embellece
con su mirada.
Los impalpables gemidos del alba
agrandan la pasión, la claridad del sentir
se hace vida.
Nada es silencio en esos sutiles abrazos.
Rojo en el rojo.
Y los cantos de ese río desencadenan
un ruido sin iguales.
Un ruido que nos alimenta
un ruido voraz de amor
que nos atrapa, que nos
detiene
encerrados en su celda,
encerrados entre las primeras luces
del admirar muy cerca
que al amar invade
a la frágil quietud de la cama.

 

 

SOLEDAD SILENTE

Eterno descanso se adivina
al vuelo de una quimera
bajo el reflejo de una luna calcinada.

En la noche silente
acosados por el tiempo
nos envuelve la soledad,
nos recorre un eco de aleluyas
amparándonos de las penas.

De espaldas a la existencia,
escuchamos los latidos del abandono,
repetimos con resonancia agonizante
una oración sin fin.

Nosotros, andamos por el mundo
pisando senderos deshojados por el viento.
Vivimos deprisa hasta palpar la paz;
después caemos dormidos en el secreto.

Stefania Di Leo Nació en Messina el 25 de julio de 1975 y desde pequeña ha cultivado una pasión por los idiomas extranjeros. En 1995 obtuvo el Diploma Es ... LEER MÁS DEL AUTOR