Una tarde en mi mente
(Poemas traducidos del inglés al español por Khédija Gadhoum)
Una tarde en mi mente
No recuerdo mucho cuánto tiempo había que esperar
el autobús que iba al pueblo de mi madre
O cómo hicimos para aguantar el verano
Mientras esperamos los trenes que iban a las ciudades.
Eran como la mecha encendida de un petardo
Que me arrebataba la paciencia.
Aunque se parecía a un manojo derretido que atascaba
El río fluido de mis recuerdos
Guardo esta fotografía de pesca
Con mi tío, mi hermano
Y mi abuelo—el más valiente allí
Sosteniendo la caña de pescar.
El éxtasis todavía existe en el marco
Aunque el tío y el abuelo han fallecido.
Los peces que agarramos aquel día
Todavía revolotean en mi mente.
El estanque debe estar
Guardando a salvo nuestras imágenes—
En algún lugar de sus aguas
Capturadas por la luz del atardecer.
Escombros
Los libros ya no huelen a papel
El papel ya no huele a educación
La educación merodea como hojas marchitas
Y las hojas caen como lágrimas sobre las llamas.
Los escombros se parecen a un motín fallido.
Junto a las mesas, las sillas y los libros.
Se parecen a los esqueletos de una humanidad esbozada
Que repiquetea a un ritmo chapucero.
Ya siento que mis huesos están batiendo los tambores—
No reconozco el ritmo al que pertenecen.
El veneno está divulgando sus propios almanaques.
Los oídos arrojados a trance.
Déjeme ir ahora.
Si alguna vez los escombros se convierten nuevamente en una escuela
y no un museo
Vuelva Ud. a llamarme a esta tierra.
La aldea de mi madre
Si Ud. llega a visitar la aldea de mi madre
No hay mucho que ver.
Hay un baniano más viejo que
Los pensamientos de mi bisabuelo,
Algunas casas más viejas que algunas ciudades,
Un templo más viejo que mi madre
Y tremendos campos de arroz más grandes que
Los sueños de los campesinos de allí.
No hay mucho que ver
Para mí tampoco. Siento que he envejecido
Más que mi casa materna.
Aún así, si Ud. desea visitarla
Procure subir a alguna azotea en un día de lluvia,
Escuche la lluvia susurrar a las hojas
Y vea cómo menea una aldea
Entre dos selvas.
No hay mucho que hacer allí—
Sólo que la banalidad parece más preciosa para vivir aquí—
Una pluma persuadida por el viento.
Sentado en mi café favorito
La cafetería está cercada por la antigua muralla.
Adentro la gente parece menos afectada por su destino
Pero no deja de ser raro que esté ubicada en una callejuela
Donde nadie esperaría que tal café
me tentara a sentarme en una de las sillas vacías
Tumbadas al aire libre —sin ningún diseño particular.
No hay mesa afuera—entonces lo que uno podría hacer
Es simplemente quedarse allí—esperando un mañana más agradable, más tranquilo
Mientras llega el camarero con los pedidos.
Hoy vi algunas fotografías sin marco
Monocromáticas colgadas en las paredes.
El camarero me dijo que eran de los abuelos del dueño,
Los artífices de este pequeño sueño.
Las infinitas rayas blancas en las fotos
Indicaban un mañana más llevadero.
Un viento agitado por una lluvia remota
Pasó por ellas, luego a través de mi cabello.
La terraza de mi abuelo
Mi abuelo solía sentarse en la parte elevada
De la terraza de nuestra antigua casa.
Solía saludar sutilmente
A algunos conocidos que transitaban—
Surcando el tiempo—mirando al otro lado de la carretera.
Recuerdo los últimos días que lo vi,
Más que nada tumbado en la cama
En la que había dormido por más de seis décadas.
Estos días me siento frecuentemente en el nuevo balcón abierto
De nuestra casa. Algunas personas me saludan.
Unos pocos sonríen y otros simplemente pasan de largo.
Me sentaré aquí hasta que permanezcan
Igual que mi abuelo todavía sentado en su terraza
En los ojos de los que lo han visto allí—
Una vista imprescindible de los lugares que habitamos,
Un féretro sin consuelo mucho antes de partir.