Sofía Casanova. Ante Cristo rojo

 

Presentamos dos textos claves de la célebre autora española.

 

 

 

Sofía Casanova

 

 

El búho

Del juvenil ramaje de la huerta
las palomas su vuelo han levantado,
un búho en el pinar se ha recatado
ciego, que ya el crepúsculo despierta.

El caballejo con mirada alerta
para la noria, el cuco se ha callado,
una gata se esconde en el tejado
y un can aúlla tras cerrada puerta.

Silencio. Pasa un hombre lentamente
baja la testa, el capuchón caído
cual si buscara en torno algo perdido.

Y el búho se lanzó del hombre enfrente
el disco de sus ojos encendido…
Y está la luna de la noche ausente.

 

 

 

Ante Cristo rojo

Adonde quiera que la planta pongas
la tierra se abrirá,
y las chispas del antro inextinguible
tus pies abrasarán.

En donde poses la nublada frente
de víboras el nido encontrarás,
que a tu cuello, tus manos y tu pecho
se enroscarán.

Si en los bosques te ocultas perseguido,
un rayo la arboleda incendiará
y las llamas, buscándote enemigas,
tus ojos cegarán.

La hembra que te sigue, abandonándote,
a la traición te herirá.
y los míseros hijos que tuvisteis
tu sangre beberán.

El fallo va a cumplirse inexorable,
la maldición perpetua de Jehová…
Polvo del polvo tórnese tu cuerpo;
entre tu alma en la negra eternidad.

Cúmplase la sentencia inexorable,
devora el fuego hermano de Satán…
Cúmplese la sentencia cada día;
los malos mueren ¡y persiste el mal!

 

 

 

Varsovia

I

Es para mí una gracia inesperada
que tu optimismo no pusiera veto
al pesimismo audaz de mi soneto,
chispa en el aire de mi pluma espada.

Es tu optimismo tradición forjada
con libertades y al honor respeto
mas tú y yo conocemos el secreto
de decir: «por aquí no pasó nada».

De una guerra infernal las ondas rojas
de una revolución, que huyas o acojas
nos arrastran, nos llevan al abismo.

Hay que saber perder, solo quien sabe
mirando al cielo conducir su nave,
la salvará quizás, del cataclismo.

 

II

Hay que saber perder y hemos perdido
una generación de tal grandeza
que es un milagro porque en ella empieza
del profeta el milagro prometido.

Sin armas, pan ni luz han combatido,
fue hospital cada hogar y fortaleza
y nación en fuego y sangre la proeza
que el pasado jamás ha conocido.

La palabra no puede definirla,
hay que sangrar con ella, hay que sentirla
vivir, luchar, morir, vencer en vano

y ver que en cada tumba cada aurora
la Madre que con tantas madres llora
pone una cruz, de luz, su triste mano.

 

III

Gloria al hecho inmortal de esas legiones
que a Polonia en Varsovia defendieron,
que las cadenas bárbaras rompieron
cantando al pelear sus oraciones.

Nuestras son sus divinas ilusiones,
nuestro cuanto ganaron y perdieron,
mártires, que al partir nos ofrecieron
su corazón a nuestros corazones.

Hoy el triunfo de al ayer es diferente.
Hay que virilizar y unir el frente
y desarmar la pérfida anarquía,

forjar con nuevos hombres nuestra historia
y en paz o por la fuerza, la victoria
la inviolable, ancestral Soberanía.