Sergio Morán

La memoria es una promesa

 

 

NUEVAS VOCES DE LA ARGENTINA
Por Luis Benítez

 

Sergio Morán no precisa de las metáforas signadas por el mero relampagueo decorativo, ni necesita ocultar con hermetismos vacíos falencia alguna. Por el contrario: su proceder atina a dar con las palabras justas y más precisas para llegar a lo medular de lo que comunica verso a verso. Se trata de una poesía limpia de ripios inútiles, trabajada ya con buen oficio y discernimiento en cuanto a qué corresponde al género y qué debe ser sacrificado, por conveniencia del estilo. Tal como refería el narrador Ernest Hemingway (1899-1961) “uno debe tener el coraje de matar a los parientes”, señalando aquellas porciones de la escritura que, pese a sernos queridas, en nada contribuyen y sí mucho empañan al conjunto. Morán conoce la necesidad de este procedimiento y lo practica con maestría, expurgando sus textos hasta que cada imagen empleada, cada concepto y referencia quedan firmemente sujetos al eje central de sus piezas poéticas. Y aún más: logra que, así conjugados estos procedimientos, enriquezcan con su aporte el abanico de sentidos que nos brinda línea a línea. Versos que se eslabonan, concatenan y apoyan recíprocamente, prácticamente sin fisuras, para armar una estructura sólida y consistente desde la primera página hasta la última.

Luis Benítez

 

 

 

Poemas de Sergio Morán

 

 

 

Ya no hay dedicatorias.

No es que falten motivos,

no hay oportunidad.

Hundidos en la inmediatez sin fantasía,

separados del lenguaje de la continuidad,

 

de espaldas a la comprensión

hemos entendido mal la advertencia

de que no existe permanencia.

Hemos hecho un ídolo con restos mal cosidos,

hemos mutilado el contacto que

unía ojos y palabras,

hemos deshecho la comunión del silencio.

 

Estamos buscando a quien dedicarle

palabras que no sabemos si existen.

 

 

 

 

El miedo, país sin límites precisos,

es el recorte de unas huellas borrándose.

La posibilidad de que tire para siempre

el imán que me trae a casa.

El miedo es hacer lo que me plazca

con la nada prolija, limpia y sin olor,

abismo sin ojos ni orejas,

esta mirada a la que le crecen

hacia adentro pestañas como raíces.

 

El miedo es el tiempo pasando

como la cinta de una impresora

en la hoja vacía de las horas sin dejar una letra.

Son los días, recostados y ardiendo, sordos,

como una sombra en el silencio

de una ruta.

 

 

 

 

Eras como la parada de un tren

en un pueblo chico,

como mentir sorpresa

frente al desenlace conocido,

pienso, mientras estrujo un vaso.

No quiero ser intimista en exceso.

No quiero caer en la confesión.

Pero el corazón es una tortuga

varada en la arena.

 

Te acordarás del jazz

mientras yo me convenzo

de que es mejor tomarse solo este té.

No quería ser confesional

pero cómo se aprende

si el corazón es una tortuga

varada en la arena.

 

 

 

 

El mundo que conocimos

se desmorona, lento.

Uno a uno los dedos de su mano

resbalan en el borde.

El presente es cada vez más fuerte.

A veces pega varios ladrillos

o encaja una piedra.

Otras, restos caen por la pendiente.

La muerte de un astro del deporte

de una estrella de cine

de un músico famoso

concentra el dolor

de los duelos privados.

La historia es la lucha

por conservar mejor lo que fuimos,

aquello que hemos amado.

 

 

 

 

Desperté despoblado.

Afuera,

lo que queda de las flores silvestres

es ceniza.

La lluvia,

un paracaídas lento.

El otoño en días así

es como un paseo al atardecer.

 

El mundo queda en pausa.

 

 

 

 

La memoria es una promesa.

Una callecita en una ciudad

en la que se está de visita.

Un olor que dura un instante,

imposible de retener.

Acostumbrados a no olvidar

lo que hay que cumplir

el ejercicio de la memoria

es un mecanismo gris, sin olor,

repetido hasta lo vulgar.

Ser síntesis en los recuerdos de otro

es una promesa.

 

Sergio Morán Nació en 1979 en Maipú, al este de la provincia argentina de Mendoza. Desde 2010 reside en la capital de la provincia, donde ejerce la doc ... LEER MÁS DEL AUTOR