Sergio Infante

Pongo en duda la fidelidad de mi retrato

 

 

 

 

Pongo en duda la fidelidad de mi retrato

 

Me desconozco.

Por los rasgos soy el de esta foto

pero al mirarla desde donde yo la miro

como si mis ojos estuvieran en el fondo de un pozo

y una masa de agua encerrada y turbia

conformase otra lente ante mi cara,

dispuesta a captar la cara oculta de mi ser

sin importarle que salga mi bigote

ni el rigor de mi sonrisa de rigor

ni mis gafas de maestro emérito

ni mi camisa,

su color adecuado contra el muro.

Me desconozco

por más que se argumente que salgo estupendo,

que la foto la tomó un artista de renombre.

Desde la otra lente –aquella empañada,

apañada en el pozo que, a diario, me ahoga

lentísimo, fingiéndose un anfitrión obsequioso–

me desconozco.

Me desconozco,

pongo en duda la fidelidad de mi retrato

porque cuando me tomaron esta foto

pude oír, en la carcasa de mi pecho,

aquel otro obturador

que se abría y cerraba

entre aquella agua contenida y lo posible.

 

 

 

 

La naturaleza

 

Un venado desayuna tulipanes en mi jardín.

Engulle capullo tras capullo

y hace unas muecas que traduzco sin demora:

“Mira, veterano advenedizo,

este nunca será tu mundo.”

 

Admiro su acertada insolencia.

No pienso en espantarlo.

 

Me parece más decente que se trague mis flores

a que venga a echarme flores

y a dejar la mañana olisca

a corrección política

como si se le escaparan unos vientos

por el fuelle falsario de sus reverencias.

 

 

 

 

Guión de película

 

Primera escena

El calentamiento del planeta,

más rápido de lo que se creía.

La disminución de los gases,

más lenta de lo que se pensaba.

No se cumplen las promesas,

no se alcanzan las metas.

 

Segunda escena

El ping-pong de las recriminaciones,

en armonía con el aumento de la temperatura.

El resultado de los esfuerzos, la razón de las raciones,

inversamente proporcional a los delirios mesiánicos.

 

Tercera escena

El esmog apenas permite la visión de edificios y calles.

Los especialistas en la materia se quedan afónicos

y a las ciencias se les empaña la paciencia.

La polución enturbia el cristal en la bola del vidente.

 

Cuarta escena

Por tradición, en letras de molde se modela el mundo:

HABRÁ CORTE PERMANENTE DE LLUVIA

(no se pagaron a tiempo las exigencias del cielo).

SE INTENSIFICAN LOS DESGARRAMIENTOS POR EL AGUA

(la ley del gallinero sigue siendo la base del derecho,

las raciones se distribuyen conforme a dicha ley).

COMIENZA LA GUERRA POR LAS RESERVAS Y LOS ALJIBES.

LOS EJÉRCITOS REGULARES DERROTADOS POR LA DISENTERÍA.

LAS GUERRILLAS, DE ESPEJISMO EN ESPEJISMO

(alucinadas con la victoria final).

LA MADRE DE LAS BATALLAS

(una riña sangrienta de todos contra todos).

 

En la última escena

el sol calcina la soledad del pedrusco.

La palabra FIN se vuelve redundante.

Anodinos los créditos con los nombres

de los primeros actores, roles secundarios,

dobles, técnicos de variada índole.

Anodinos incluso los nombres

del guionista, del productor y del director.

Absurdas las palabras de agradecimiento,

son demasiados los auspiciadores,

son demasiados los auspiciadores,

son demasiados los auspiciadores,

son demasiados los auspiciadores.

 

 

 

 

Perspectivas

 

Paladean tu misterio y te llaman el Master Chef.

En ti, sostienen percibir a nuestro futuro anfitrión.

Lo juran anhelando compartir tu mesa deleitosa.

Pero, como sucede en cualquier evento,

en el de esta tarde, se han colado los aguafiestas,

interrumpen a gritos y me advierten

que no pasaremos de la encimera en tu cocina,

que allí apenas seremos los tiernos ingredientes

con que preparas esa papilla enjundiosa

que te engulles por las noches muy a solas.

 

 

 

 

Fantasilandia

 

Mientras usted hace cola

junto a la montaña rusa

advierte en un decorado

la torre de un castillo

y una nube que avanza.

A usted lo vencerá la nube.

Antes que usted se incline

frente a la ventanilla ovalada

y sus dedos sean una pinza

ansiosa que aprieta una ficha,

la nube alcanzará la torre.

Y cuando usted haya cruzado

la barrera y se encuentre a punto

de montar en el vagoncito,

la nube habrá envuelto la torre.

Y la eventualidad de alguna

Rapunzel, trenzas y tramoya,

el ascenso por la torre y la fuga

torre abajo, se habrá obnubilado

por acción de esa nube tragatorre.

—Si te di el cabalístico de mi celular,

¿cómo no me invocaste?—

le reprochará una voz

de registro enquistado

por viejas salmodias catequistas.

Una voz que entremedio desliza

soplidos de afilador callejero.

Gárrula voz, prendida al lóbulo.

Garrapata enchulada, le brillan

en el lomo engarces de bisutería:

—¿Cómo no me marcaste y me pediste?

¿Acaso no hay confianza ante el acaso?—

Y usted, como pillado en falta,

se disculpará enseguida.

Dirá: —Oye, guachito lindo,

a ti te estoy guardando

para la última tómbola

y otros misterios del azar—.

Sergio Infante (Santiago de Chile, 1947). Escritor, doctor en Filosofía y Letras, exprofesor universitario, ha publicado los siguientes libros de poemas: ... LEER MÁS DEL AUTOR