Sebastián Miranda

dolor de la carne

 

 

 

I

Hincadas en el pasto
nos negamos a subir al camión
recibimos golpes y descargas
hasta levantarnos
en el cajón
vamos amontonadas por kilómetros
amarradas bajo el sol o la lluvia
sin poder echarnos
sin agua o comida
nos dicen
este es su destino
fueron hechas para llenar nuestras bocas
nada ganamos si lloramos
al inseminarnos cada diez meses
cuando parimos un bebé tras otro
y nos lo arrancan a los pocos días
mientras él llora igual o más que nosotras
ustedes son inmunes a nuestras lágrimas
cuando llegamos al matadero
nos resistimos a bajar
mugimos
usamos todas nuestras fuerzas
pero de nuevo llega el castigo
en medio de gritos
nos dicen
su piel
fue hecha para cubrir nuestras pieles
tenemos autoridad sobre ustedes
por mandato divino
esperamos en un establo
a ser marcadas con hierro caliente
respiramos la ansiedad
mientras nuestros ojos albergan
una tristeza tan ajena para ustedes
nos creen maquinitas desalmadas
incapaces de sufrir

nos hacen caminar por el pabellón de la muerte
nos echamos por el olor a sangre
que nos habla de las cuchillas
del shock eléctrico que usan antes de degollarnos
cuando no logran levantarnos
utilizan las formas más brutales
para acabar con cada una de nosotras
pues ustedes
nos dieron la naturaleza
de ser colgadas en las neveras
desmembradas para ser expuestas en estantes
cortadas en trazos
para arder en sus parrillas o sartenes

II

Hice una disertación
sobre la Declaración
de los Derechos de los Animales
promulgada en 1978 por la UNESCO
les hablé
que todos nacemos iguales ante la vida
y su autoproclama de superioridad
no tiene fundamento
pues les guste o no
son tan animales como nosotros
alegué
que tenernos en estas condiciones
violenta el inciso a) del artículo 3
al someternos a malos tratos
negar nuestra longevidad
enjaularnos en celdas insalubres
obligarnos a vivir entre nuestro excremento
hacinarnos y luego matarnos
a los pocos meses de nacidos
realicé una amplia exposición
sobre nuestro derecho
a vivir libres en nuestro ambiente natural
no les importa
su obligación a protegernos
de evitar explotarnos
obvian el biocidio
de acabar con nosotros sin necesidad
de no legislar a nuestro favor
pues aunque no estén de acuerdo
somos sujetos de derecho
los acuso de genocidio
al sacrificar a millones de nosotros
con fines estúpidos e innecesarios
les demando la libertad que merecemos
les exijo justicia
inmediata
para nuestra especie
pero mis argumentos son inútiles
ustedes no entienden
el gruñido de un cerdo

III

“-Oh tú, que has venido a este infierno, reconóceme si puedes”
Dante Alighieri
En este sitio nunca oscurece
la misma luz que nos mantiene calientes
es quien nos convierte
en insomnes hacinados en pequeñas jaulas
donde moramos de 5 a 6 almas
que desconocen el pecado
por el que fueron condenadas
debajo de nosotros
el metal se nos encona en las patas
mientras pus y gusanos
se revuelve con el aserrín y la cuita
somos un enjambre
de picos mutilados
para evitarnos el canibalismos
evitar que nos desollemos
las alas deformadas
aplacar nuestros lamentos
que se mezclan con el vapor de la urea
suponemos
que fuimos castigados por glotones
o por vivir los excesos
durante la vida pasada
pues aquí comemos
hasta que nuestro hígado revienta
o hasta que el cuerpo alcance el peso preciso
es ahí donde se escucha
el chirriar de los roles
cuando el olor nitrogenado de la muerte se extiende
y un bullicio de locura se desata
intentamos lo que sea
para que la puerta de nuestra jaula no se abra
nos resistimos a abandonar el sitio odiamos
pero la fuerza no nos alcanza
nos cuelgan de cabeza
la banda comienza
su carrera por todo el pabellón
hasta llegar a las navajas
donde somos decapitados
a la vista de todos
cuando vuelven a llenar
nuestros sitios vacíos
con otras criaturas
a quienes no nos ha llegado la hora
en coro
les damos la bienvenida
a uno de los círculos del infierno

 

 

del libro animal de los muertos (inédito)

Sebastián Miranda (Costa Rica, 1983). Escritor y gestor ambiental. Ha participado en numerosos festivales internacionales de poesía de distintos países lati ... LEER MÁS DEL AUTOR