Seamus Heaney

(Castledawson, 1939 – Dublín, 2013). Es imposible disociar la poesía de Heaney, en su más hondo sentido, del ser irlandés y de su país Irlanda. Todo los toca: mito, historia, política, religión, tradiciones. En Heaney son piedra de fundamento dos pasados: uno, el del mito y la leyenda, y el otro, y el de la infancia. Recordemos del  primero las historias preciosas de San Kevin y de Sweeney, el rey loco, donde Heaney se tomó todas las libertades posibles para que sean actuales y profundamente suyas. El gran poeta irlandés ha colaborado vivamente para que los mitos de su patria sean parte viva de la belleza de occidente.

En buena parte de su obra forma y transforma una infancia vivida en la granja y el campo, donde suelen dialogar árboles y estrellas. No en balde su admiración por el bardo Caedmon, o mucho más recientemente, por Robert Frost. Por demás, infancia y mito, como ha dicho Heaney, están unidos por la poesía. En política, pese a ser católico, Heaney buscó siempre la mayor objetividad en el conflicto que dividió sangrientamente a protestantes y católicos y que asoló a su país. Baste leer su discurso de recepción del premio Nobel.

No es dable para un escritor irlandés desprenderse de las figuras y las obras de William Butler Yeats y de James Joyce. Por Yeats, Heaney parece tener reverencia y admiración pero no afecto ni deseo de emulación; en cambio Joyce le parece un antepasado querible, un hombre que se lee como a un antiguo compañero de banca de la escuela, un hombre con el que se puede conversar de tú a tú en una taberna o un café.

Entre sus poemarios figuran: Death of a Naturalist (1966), Door into the Dark (1969), Wintering Out (1972), Stations (1975), North (1975), Field Work (1979), Swenney Astray (1983), Station Island (1984), The Haw Lantern (1987), The Cure at Troy (1990), Seeing Things (1991), The Spirit Level (1996), Crediting Poetry (1995) y la reunión de su poesía, Opened Groound (1966-1996).