Saúl Ibargoyen. Animales

 

Presentamos un texto clave del renombrado poeta y ensayista uruguayo.

 

 

 

 

Saúl Ibargoyen

 

 

Animales

 

Colgadas de cualquier frágil almanaque

las arañas se descalzan

y empiezan a tejer

las pálidas camisas

que sudaré mañana.

Y en el piso

de una apartadísima caverna

las cucarachas mezclan sombras

con el estiércol de dientudos pájaros:

ellas me preguntarán mañana

por qué estamos aquí.

Y las hormigas jadean

bajo la luz

de estos días inmóviles:

sus lomos crujen

como cueros quemados

como escamas en ardor:

ellas recogen pedazos de mi almuerzo

y preguntarán después

por qué el sol está ahí.

Y una polvorienta polilla escarba

su camastro nupcial

debajo del calor de fatigosas sábanas:

la hambruna de sus hijas comerá

de mi piel

y nadie habrá de medir

las hilachas destruidas:

ellas no tendrán que preguntar por mí.

Y caminan los escarabajos

entre las montañas desoladas:

su planeta de excreciones

se diluye en la chirriante tempestad:

ellos dirán la pregunta

que alguien tendrá que oír

en el otro tiempo de mañana.

Y buscan las moscas

sordas sustancias ardiendo

entre platos y cuchillos y gases cotidianos:

sus cachorros blancos nacerán

de las nuevas espumas

que mis salivas propias

ayudan a engendrar:

ellos no preguntarán

por el nombre completo

de los primeros ángeles

que habrán de sufrir.

Y las fieras ladillas

construyen su picoso hogar

en las bragas perfectas

de las reinas del mundo:

cuando inicien sus irritantes cacerías

ellas tal vez quieran preguntarme

por qué mis labios

no fueron a beber allí.

Y las mariposas se rascan

las alas de ceniza:

en su hocico se acumulan

iluminados coágulos

y moléculas de hiel

y se acoplan sin hipos ni suspiros

y dejan sus huevos en sitios alquilados

y no olfatean ninguna flor:

ellas querrán preguntarme

por qué rechazo diezmos y alcabalas

y por qué cada noche sueño

que no puedo biendormir.

Y aquel mosquito que vino

desde el agrietado Sur

con uñas lastimadas

por amarga arena

con plumas desteñidas

y antenas desquiciándose

con su colmillo único

revisando mi garganta:

¿habrá de preguntarme por qué

él también debe abrazarse a estas palabras

y luego

entre nadies y desnadies

desasido y despeinado

y animalmente tan solo

nada más morir?

HOMBRE ESPERANDO

El hombre se acuesta

con sus mudas frases

trepándole por la boca.

Hay miedo en esas palabras

miedo en esa lengua

miedo en la espalda enterrándose

entre las vaciedades de la sábana

miedo en el cuerpo que no encuentra

ahora una suave sombra carnal

que lo sustente

miedo en los relojes

que se gastan

miedo en el grito que solamente

las orejas del hombre

pueden escuchar.

El hombre espera

con sus huesos imperfectos

con partículas fallecidas soltándose

y un silencio oscurísimo

fluye sin prisa

por todos los teléfonos.