Preguntas para tu piel
Tríptico de aguas dulces
1
Ríen o gritan
los lobos desde el mar.
En su comarca de durísima espuma
bajo nubes de sales imbatibles
y en un viento horizontal
de rocas girantes
gritan y preparan
(carne dispuesta y mordidas destrucciones
piel perfecta y semen)
los crueles ciclos
las cosechas del otoño.
Gritan o ríen y son
móviles raíces hundidas y flotantes
en la materia del océano
pan desnudo corrompiéndose
en las playas inflamadas
de hambre y de sol.
2
No es la furia abismal
ni el latido nocturno de los médanos.
No es la Punta del Diablo
ni su rojo inexpresado.
No es el rastro del hombre
con su canasto de prohibidas cacerías
ni es el excremento emblanquecido
de la gaviota agresora y mortal.
No es la piedra molida
que el niño usara
en sus frías casas de palo
ni son los metales arrugados
en una cáscara final.
No son los largos anzuelos
y su trampa de sangre
ni es la red cerrándose
ni el garrote machacante
ni la cuerda de asfixia
ni es el cuchillo
ni es el puñal.
No es una sed
que las moscas agudizan
ni son los tres caballos
de las seis patas ardidamente fatigándose
ni son los cinco nombres
de aquellas dos islas.
No es el árbol
—acacia pino costero laurel—
ni es la hierba indefensa
en el anchísimo ocre
y el calor.
Es sólo la inagotada lluvia
clavándose en la arena
como una torre presente y combatiente
en su fuego y su ceniza.
3
Aguas de las vísceras marinas
aguas de la dulce fuerza terrestre:
por su calle central
un caracol apoyándose
en ávidos mantos de blancura
con pie implacable desordena
los nutrientes socavones de la costa
y el único cuerno dorado
se contrae y avanza
tactando el olor
de mezcladas burbujas enemigas
pastando ácidas hierbas
entre pelos y pieles de lobos asesinados
rompiendo elaborados refugios
de nácar y cal
deshaciendo penachos
branquias amapolas
arrancando escamas iniciales
al albatros sin viento
mojado por la sal.
Vuelve el agua y quema
desmembrados edificios
obrajes perdurables
y secretos navíos
y el caracol regresa a su coraza
labios y lengua capturando
los parasiempre sonidos del mar.
Preguntas para tu piel
Es éste el tiempo
en que la sangre vuelve
a su estatuto de palabra interrumpida?
Es éste el olvido que recuerdas
para ser una oscura
desmemoria entre nosotros?
Qué brazos te empujan
o te atraen
con fuerza rechazada
que regresa?
Y la lluvia caerá
como un cadáver de piedra
en los mares
que crecen sin espuma?
Y este rostro que tanto resplandece
bajo tu piel aún desconocida:
es una sola señal
que borrarán las sábanas
es una astilla de vidrio
reposando sin luz
entre manteles?
De este mismo rostro se apartan
ya las bocas
los dientes y las lenguas repitiéndose
para que tu piel presente
—de olor de aire
de ropa ahora envejecida—
se pregunte que yo también soy piel
y muchas otras cosas
que ruedan carne abajo.
Los pájaros
Ladran los pájaros
en el aire clausurado.
Llegan los pájaros
con sus plumas de gorrión
o de gaviota.
Solamente pájaros
arrastrando su vuelo
detrás de gritos y chillidos
que brotan del desorden.
La mañana es una piel luminosa
con agrios perfumes
de basurales abiertos.
Y este Sol de ahora
es todavía el mismo color
del Sol que tocamos ayer:
rojo como lengua de pájaro
ocre como corazón de pájaro
amarillo como hígado de pájaro
blanco como silencio de pájaro
transparente como muerte
de pájaro que muere
en medio de su canto calcinado.
Ladran los pájaros
al entrar
en la quietud del viento.
Cada punto del cielo
se cierra como una boca amarga.
Y este dolor de brazos
de sopesadas vestimentas
de invencibles zapatos
de ojos irrenunciables
de jugos cotidianos
permanece en nosotros largamente:
somos más que una rápida sombra
más que el calor
de nuestros pies sobre la calle:
pájaros tal vez
de lo terrestre profundo
pájaros que viajan
levantando en el pico
un pedazo de hombre ensangrentado.