Sasha Reiter

Sobrecarga sensorial

 

 

(Traducción al español de Pedro Granados)

 

 

 

FUGA

 

Anoche soñé que pintaba con Carl Jung.

Lo peor de pasar una tarde con Carl es que reirá mientras

lanza

una mano sobre tu cabello, rompiendo tu concentración,

empañando con carmín alizarina tu frente

como con perdigones de sudor,

y cuando ríe, desde el fondo de su esófago,

puedes oír su teoría sobre el inconsciente colectivo,

justo al salpicar de su lengua,

justo al adherirse a tu autorretrato,

manchando los finos trazos con un alquitrán profundo

que comienza en el centro, escurriéndose, empapando

todo el lienzo,

una cacofonía de sonidos desde el interior del hueco,

alargándose hacia afuera, semejando en algo la marcha

fúnebre

del segundo movimiento de la Heroica de Beethoven,

y, sin que importe el nunca haberla oído,

tú conoces el sonido del negro medianoche corroyendo la

abertura

que perfora la caricia llana del blanco titanio,

la pintura paralela a tu pupila mientras las vibraciones

sacuden la cáscara de huevo alrededor de tu cerebro,

retardando el aroma de la canción que se torna espesa

como un jarabe demasiado dulce,

filtrándose desde el centro,

llegando a una habitación de tonos rosados,

no del todo carne humana, más como la piel de una fruta,

no del todo una manzana,

tal vez una ciruela convirtiéndose en durazno,

donde convergen líneas invisibles,

donde el inconsciente colectivo de Jung

te dice que algo espera en la densa pintura negra,

y en el resto de la habitación,

una orquesta llena el morado Van Dyke,

ya desvaneciéndose en granate, casi sillas;

la orquesta está ordenada en filas de músicos sin rostro,

y Jung se para detrás de ellos con confianza,

y tú apenas reparas en él mientras cada músico alza su

instrumento,

monstruosas combinaciones de cuerdas y latón,

húmedas cañas y teclas de marfil;

nadie tiene suficientes bocas o dedos para su equipo,

y puedes escuchar, a través del colectivo,

que nadie está tocando nada con sentido por si mismo,

mientras intentas enfocarte en un sonido a la vez,

notas que cada miembro de la orquesta está tocando

su propia pieza diminuta de la sinfonía de Beethoven,

cada uno tocando esa pieza de manera algo incorrecta,

y juntos crean música que se está despedazando;

cada pieza amplificada por la siguiente,

los sonidos pulsan a medida que tus oídos sangran,

pero Jung te entregará un pañuelo para tus oídos

y admitirá que el colectivo existe

en las partes más tranquilas del cerebro

y, solo una que otra vez, trata de hablar directamente,

tal como lo hace regularmente para una persona tan

enferma,

y señalará tu retrato.

Él se pondrá serio y dirá,

así es como suena ser ultrajado por el universo.

 

 

 

ME TOPÉ CON LA PEQUEÑA NIÑA EN LA TERAPIA

 

Sé que me viste anoche.

Saliste corriendo tan rápido que podría haberme creído

un monstruo.

No te suplicaré que me dejes salir solo escucha por qué me

encerraste

en este sótano polvoriento donde ratones huesudos

comen a través del cartón

y del plástico.

 

Tal vez pensaste que moriría aquí abajo que me

marchitaría

como una planta sin luz pero yo soy el sol y te arrojaste

en la sombra

el día que volviste distinta cuando me miraste en ese

espejo

con ojos evasivos con vergüenza

y destrozaste mi vidrio para que nunca envejeciera.

 

No estoy enojado eras pequeña entonces, pero ya no al

menos déjame decirte por qué.

¿Recuerdas lo que dijeron de mí? ¿Tus amigos sus padres?

¿Realmente importa qué dijeron? ¿Realmente fueron ellos

quienes lo dijeron? ¿O fuiste tú?

¿Era su amor más dulce que el mío? ¿Era más grande que las

muñecas más hermoso que los vestidos

que el pelo largo que rogaron te lo cortaras? ¿Era más

importante que tener una vagina?

 

No tienes que volver a bajar sólo mira en el espejo

más allá de tu barba mas allá de tus ojos tu piel

no soy un mal sueño soy esa niña pequeña.

 

 

 

SOBRECARGA SENSORIAL

 

Esta Receta de “Súper Café” está Dejando Aturdidos a

los Médicos.

Paquetes de cruceros para Alaska: 50% menos.

Sentarse en exceso está matando lentamente a los

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Reduce la inflamación con CBD, derivado del cáñamo,

mientras

buscas tu épica aventura turística.

¿Por qué la Antártida es la opción OBVIA?

¿Estás usando q-tips?  Es muy probable tengas los oídos

sucios por dentro.

CBD y sus comprobados beneficios para la salud

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por un singular truco de carburo que quema hasta 1

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Alaska… un lugar como ningún otro que antes hayas visto.

Prevén y trata el hongo de las uñas con esto:

Los distribuidores despejan en el acto tus uñas

descoloridas,

que podrían infectarse por tu intento de ser más activo

ante la pavorosa e inspiradora belleza de Alaska

y mejorar la iluminación de tu garaje o de tu espacio de

trabajo,

lo cual es una solución permanente a los paquetes de

cruceros de último minuto

desde tu carro equipado con tu fijo pedido de escritorio!

Pero debes tener cuidado, la baja testosterona se está

apoderando de tu hombre.

¿Buscas un elevador de escalera para tu hogar?

¿Buscas un elevador de escalera para tu cuerpo?

¿Buscas un crucero para cualquier parte menos para acá?

¿Buscas algo para quitar el dolor?

¿Todo eso junto?

¿Completo?

 

 

 

EL LOBO

 

Hijo, temo que eres como yo.

Con las rodillas besando el suelo,

rogué que te perdonaran,

pero cada hombre cortado de nuestra ulcerosa tela está

condenado.

El agua que conforma tu cuerpo en mas de la mitad,

hierve,

quema el alboroto que aúlla y patea,

con vida en tu pecho.

Empujará contra tu piel, intentará liberarse,

no permitas que salga por tu boca.

Construye una célula de la carne de tu corazón, mantenla

dócil.

Afuera por la noche, sus ojos de faro

revelarán amigos quietos como ciervos,

los desviarán y alejarán como yo a tu madre.

Aprende a estar en silencio, ingiere y mantén la calma

hasta que solo tú puedas verlo.

Cuando la gente te ame desde lejos, haz lo que yo hago-

refrena tu pasión,

consume la hecatombe en los rincones de tu mente,

devora toda devoción, apaga tu deseo,

limpia tus dientes y

trágate al lobo.

 

 

 

¿SOY DEL BRONX?

 

Si el Bronx es una pendiente de historias de amor

contadas en lenguas diferentes,

entonces South Riverdale y Kingsbridge eran

donde aquellas lenguas se envolvieron a mi alrededor.

Pero Riverdale no es el Bronx, dice él.

Kingsbridge es una bachata que irrumpe

por tu ventana a las 2AM.

Policías morenos llorando en el espacio

entre su corazón y su cadera.

Muchachos morenos que traen cuchillos a la escuela

porque los matones odian a los maricas.

Un tipo flaco y gris acechando bajo la sombra de ladrillos

tostados,

ofreciéndome paquetitos de cocaína.

A los 15, yo comprándole a un desamparado cocaína por

10$.

Es el depravado que sigue a esa niña de 12 años,

silbándole suavemente a su trasero.

Es un coquito frío en un caluroso día de verano.

Alargadas cuadras de familias que se mezclan,

cantando y bailando toda la noche a pesar de las canaletas,

debido a las canaletas.

Canaletas que se llenan con el agua de los grifos de

incendio

para trocar un lugar de dolor en un parque acuático.

Son los niños, las mamás y las titis

quienes no lo llamarían un lugar de dolor.

Crecí al fondo de Riverdale,

en la cima de la colina que se derrite en Kingsbridge.

Crecí en parques blancos,

con noches silenciosas envueltas por familias judías

cada vez más enojadas con aquellas madres morenas

como la mía que allí se mudan,

donde la gente de Kingsbridge trabajó duro

para que sus hijos crecieran,

preguntándole a mi mejor amigo

por qué no me dejaba visitar su casa,

observando a los rabinos hablar con desprecio a los

judíos

demasiado pobres como para pagar la membresía de la

comunidad.

Quizás Riverdale ya no sea el Bronx,

pero he pasado noches bailando al compás de esa bachata

de las 2 AM

retumbando desde un automóvil estacionado.

He probado la dulzura de esos coquitos

y las lágrimas de agua salada

de las madres que rezan de noche a un Dios indiferente,

secretamente estadounidense

quien mantiene cerradas las puertas del puente.

Quizás no soy del Bronx,

tal vez soy el hijo involuntario

de un acto de amor cultural

tan lleno de violación y cariño, que me permite marcar las

líneas

de dónde termina mi Bronx y de dónde comienza.

 

 

 

RETRATO DEL POETA VIEJO  

 

Hacedor de acertijos y cabello a la Einstein,

tejedor de sueños,

sonríe con tus ojos,

muéstrame lo bello de la lucha,

fuera de la tenue luz del fuego infernal,

de la botella y la quemadura,

de la comodidad del hogar,

de la toma dos, un niño.

Pero los dientes se debilitan,

se rozan contra los nervios,

un vacío extirpa los gastados recuerdos,

dispersos fuera del archivo,

los inquietos músculos se tensan

al resistir la comodidad de un colchón,

y se te ocurre que la sombra, encima,

nunca dejó de acecharte,

pero esos ojos,

esos ojos jamás cambian.

 

 

portada sasha reiter

Sasha Reiter Nació en la ciudad de Nueva York en 1996. Creció en el Bronx, donde como hijo de padre argentino y madre peruana, experimentó en carne pr ... LEER MÁS DEL AUTOR