Sara de Ibáñez

La página vacía

 

 

 

 

LA PÁGINA VACÍA

 

A Stéphane Mallarmé

 

Como atrever esta impura

cerrazón de sangre y fuego,

esta urgencia de astro ciego

contra tu feroz blancura.

Ausencia de la criatura

que su nacimiento espera,

de tu nieve prisionera

y de mis venas deudora,

en el revés de la aurora

y el no de la primavera.

 

 

 

 

ISLA EN LA LUZ

 

Se abrasó la paloma en su blancura.

Murió la corza entre la hierba fría.

Murió la flor sin nombre todavía

y el fino lobo de inocencia oscura.

 

Murió el ojo del pez en la onda dura.

Murió el agua acosada por el día.

Murió la perla en su lujosa umbría.

Cayó el olivo y la manzana pura.

 

De azúcares de ala y blancas piedras

suben los arrecifes cegadores

en invasión de lujuriosas hiedras.

 

Cementerio de angélicos desiertos:

guarda entre tus dormidos pobladores

sitio también para mis ojos muertos.

 

 

 

 

ISLA EN LA TIERRA

 

Al norte el frío y su jazmín quebrado.

Al este un ruiseñor lleno de espinas.

Al sur la rosa en sus aéreas minas,

y al oeste un camino ensimismado.

 

Al norte un ángel yace amordazado.

Al este el llanto ordena sus neblinas.

Al sur mi tierno haz de palmas finas,

y al oeste mi puerta y mi cuidado.

 

Pudo un vuelo de nube o de suspiro

trazar esta finísima frontera

que defiende sin mengua mi retiro.

 

Un lejano castigo de ola estalla

y muerde tus olvidos de extranjera,

mi isla seca en mitad de la batalla.

 

 

 

 

NO PUEDO CERRAR MIS PUERTAS

 

No puedo cerrar mis puertas

ni clausurar mis ventanas:

he de salir al camino

donde el mundo gira y clama,

he de salir al camino

a ver la muerte que pasa.

 

He de salir a mirar

cómo crece y se derrama

sobre el planeta encogido

la desatinada raza

que quiebra su fuente y luego

llora la ausencia del agua.

 

He de salir a esperar

el turbión de las palabras

que sobre la tierra cruza

y en flor los cantos arrasa,

he de salir a escuchar

el fuego entre nieve y zarza.

 

No puedo cerrar las puertas

ni clausurar las ventanas,

el laúd en las rodillas

y de esfinges rodeada,

puliendo azules respuestas

a sus preguntas en llamas.

 

Mucha sangre está corriendo

de las heridas cerradas,

mucha sangre está corriendo

por el ayer y el mañana,

y un gran ruido de torrente

viene a golpear en el alba.

 

Salgo al camino y escucho,

salgo a ver la luz turbada;

un cruel resuello de ahogado

sobre las bocas estalla,

y contra el cielo impasible

se pierde en nubes de escarcha.

 

Ni en el fondo de la noche

se detiene la ola amarga,

llena de niños que suben

con la sonrisa cortada,

ni en el fondo de la noche

queda una paloma en calma.

 

No puedo cerrar mis puertas

ni clausurar mis ventanas.

A mi diestra mano el sueño

mueve una iracunda espada

y echa rodando a mis pies

una rosa mutilada.

 

Tengo los brazos caídos

convicta de sombra y nada;

un olvidado perfume

muerde mis manos extrañas,

pero no puedo cerrar

las puertas y las ventanas,

y he de salir al camino

a ver la muerte que pasa.

 

 

 

 

TÚ, ESPERANDO MI SOMBRA

 

Ahora que oyes tu sangre

me has oído.

Ahora que te has quedado dueño del universo,

la más desamparada criatura del tiempo.

 

Ahora que te has quedado

solo y solo.

En este instante puro para mirar la muerte

puede mi sombra amiga reconquistar tu frente.

 

¿Has buscado en el agua

mi sonrisa?

¿Te has inclinado a veces para tocar la tierra

donde el musgo defiende las flores más pequeñas?

 

¿Has mirado la nube

sin descanso ?

¿Has tomado del viento las semillas secretas?

¿Has tocado las locas manos de la tormenta?

 

¿No me has reconocido?

Óyeme ahora:

mira en tu soledad una abeja dormida,

que elabora en el sueño su miel sin alegría.

 

 

 

 

ISOTERMIA

 

Te supe un condenado otoño

al ras de las cortezas

en el sinuoso curso de meandros

 

Choque brutal de pupilas perplejas

vorágine apretando estupro con el cielo

acunándonos el vértigo Iniciados babilonios

 

te supe a media voz Con un deseo mágico

rozándonos tobillos los secretos más

profundos del pecado

 

Sabía que existías

que te extendías grave en severos firmamentos

que conjugabas hechizos y serpientes

 

Que mecías tu cuerpo entre sombras ajenas y neblina

que tu gula era salvaje

que te enviaba Belili el infernal

 

Me convenció tu juego irreverente

tu descarnada afrenta Tu azul arcano

tu ser de sorpresiva ráfaga encantador heraldo

 

Y pregunté mil cosas esa noche

Era otoño Contestabas de perfil

repasando obrajes de tu lengua por mis labios

 

Desbaratamos trágicas hipótesis empanadas ordalías

amable triunfó la rosa de los vientos

y mi mano fue a tu mano

 

Sentimos nos unía la línea el tiempo el color

Robando el paraíso lo trepamos entre estelas jeroglíficas

colmamos tabernáculos de Ishtar con corderos y un buey blanco

 

Ondulando recíprocos por una ciencia infusa

por una rara geometría acortando distancias de mortales

ufanos entre sables curvos propicia luna vino en cráteras

 

Tu calor era regresando del exilio

Incontenidas pasiones estallaban las arterias

Isotérmicos derruimos prologales muros del temor o la vergüenza

 

Aquella noche la primera Era otoño

Estación para gente de «savoir vivre» de «savoir faire»

Nosotros

 

Aquella vez se perdieron tus ojos en los míos

y yo sin detener el alma

logré despedazar a tu tristeza

 

 

 

 

ATALAYA

(La batalla)

 

Sobre este muro frío me han dejado

con la sombra ceñida a la garganta

donde oprime sus brotes de tormenta

un canto vivo hasta quebrarse en ascuas.

Yo aquí mientras el sueño los despoja

y en sueños comen su mentida baya

para erguirse en las venas de la aurora

pábulo gris de su sonrisa vana;

yo aquí mientras los sabios inocentes

y los tranquilos de crujiente casa

durmiendo abajo, y aprendiendo el frío

de sus angostos mármoles descansan;

yo aquí volteado por el viento negro

que el olor de la noche desampara,

los cabellos fundidos en raíces

que van abriendo turbulentas lamas;

yo solo entre planetas condenados

que en busca de sus huesos se desmandan

-la edad del mundo en esta pobre sangre

que entre las quiebras de su historia clama-

yo aquí turbado por la paz bravía

que con sagaces témpanos me aplaca,

sintiendo entre las médulas ausentes

el duro frenesí de las espadas;

yo aquí velando, los desiertos ojos

quemado por el soplo de la nada,

las negras naves y los negros campos

vacíos de sus oros y sus lacras.

Yo aquí temblando en la vigilia ciega

rodeado por un sueño de cien alas,

vestido por mi llanto me arrodillo

mientras vuela mi sangre en nieve airada.

 

Sobre este muro frío me recobran.

Oigo el rumor de los medidos pasos.

Canta la noche en fuga por mi muerte,

y el alma sale de mi rostro blanco.

 

 

 

 

TÚ HAS VUELTO

 

Dame la mano ángel

sin heridas.

Piedra, dame tu esquivo corazón sin arrugas.

Nube, dame tu rostro de repentina fruta.

 

Hermanos, sostenedme

la alegría.

Temo que la ceniza me invada de repente.

Voy a caer sin sangre, van a volar mis sienes.

 

Pasas una larga rosa

por mis hombros.

Un mar adolescente me riza los cabellos.

Mis pies tocan apenas las cúpulas del viento.

 

Hermanos, rodeadme

porque temo

que mis ojos se alejen como trompos de niebla

o que sobre mi pecho se derrame la tierra.

 

Ángel sin duelo, dame

tu sonrisa.

Corroboradme hermanos para que yo no encuentre

sino andando a través de sus ojos a la muerte.

Sara de Ibáñez Sara Iglesias Casadei, conocida como Sara de Ibáñez (Chamberlain, Tacuarembó, 10 de enero de 1909 - Montevideo, 3 de abril de 1971), fue ... LEER MÁS DEL AUTOR