Santiago Grijalva

Propósitos de la belleza

 

 

 

Oración en tiempos de adviento

 

Escucho como los niños cantan

y los pájaros guardan sus trinos para la noche.

 

Hay luces que cuelgan

de las ventanas

y algún padre silva tranquilo la melodía

aprendida del abuelo.

Al otro extremo de la habitación

el tiempo amenaza lluvia.

 

Soy niño al hablar de ti,

al buscar entenderte en estas letras,

los reproches escondidos por las plazas de la memoria.

 

Cómo quisiera decirte padre

de mis renuncias,

contarte de mis zapatos carcomidos por la soledad y el suelo,

servir en la mesa el pan al medio día,

que aún duro conserva

el sabor a trabajo de tus manos.

 

Como quisiera contarte del dolor

que dejan las plazas en mitad de la noche y de la piel,

de las manos amigas que solo me golpean,

decirte que a las calles le hacen falta algunas luces,

que el frío carcome los últimos pedazos

de tus recuerdos.

 

Es de noche, las historias duermen apagadas

bajo los escombros de este hombre que finjo ser.

Ahora solo hay luciérnagas en esta avenida

que han venido a cargar con mis huesos.

 

 (Inédito)

 

 

 

 

 

Monólogo del músculo cardiaco

 

También me dueles cuerpo mío,

también siento la intransigencia de la lluvia sobre la dermis

el frío oscuro de las mañanas y el calor recurrente de los cristales.

 

Me inunda el cuerpo la sustancia roja

entre estas carótidas descalzas,

también me cumplo promesas ente tus entrañas,

la bilis reclama después de todas las revoluciones,

se me encallan rocas por el estropeado camino de los torrentes,

siento fielmente tus golpes, tus arterias removidas,

aquí también hace falta el oxígeno cuando amas;

pum pum 54 respiraciones disfuncionales,

pum pum y se abre el cajón de la nostalgia….

vuelve músculo insensato -me reclamas-

deambulas por la cornisa e imitó a las golondrinas que aguardan la respiración,

pum pum dos pájaros curdos se desploman en tu ventana,

y yo repito setenta y seis veces contra tus costillas,

pum pum espantas las primeras moscas.

 

Después de esta picada el pulso reconoce la ironía

ya no quiero tu cuerpo en decadencia,

ya no más de recurrencia absurda,

pum pum y aquel artefacto que funge de laceración

me da el pretérito a lo suntuoso de un recuerdo

no me anda el ritmo con inercia

aquí vivo a expensas tuyas, en estos recodos,

ya no late aquella esperanza que mordía el frío,

ya no te descubro cerca de todo cuerpo mío.

 

También siento aquel otoño en los pliegues de la mano,

a mí de nada me sirve el paraguas y tus perdidas…

no es propósito mío romperte cada treinta segundos, es así,

debo recostar el lomo en cada ruptura.

 

¿Puedo acaso mirar a través del muro,

puedo yo esculpirte un defecto acuoso en la cabeza,

acaso he sido yo el culpable de repicar todas las esquinas?

 

He sido grillo feliz que te canta en la mañana,

un gato tras su estambre,

me he ido repartiendo calor a tus orillas

me fui por el color rojo que te brota,

he ido perdiendo como los dados en su oficio.

 

Duerme conmigo este sueño breve

siente por última vez aquel tronar de maquina dentro tu pecho, me voy,

quizá sea un pájaro que se olvidó a Dios entre sus manos.

 

Por favor

ya no despiertes

54 pulsos no me bastan para rellenarte las heridas.

 

(Propósitos de la belleza; 2020)

 

 

 

 

 

Propósitos de la belleza

 

La belleza manifiesta

se consigue

al saber perdido el cometido.

 

Como una envoltura de caramelo

después de los niños

como

la escopeta después de la caza

como

la casa después de tu cuerpo.

 

(Propósitos de la belleza; 2020)

 

 

 

 

 

Retazos en pinceladas

 

Un retazo de invierno

colgado en las ventanas de las calles

con las sábanas de colores

atenuados de libertad y sosiego.

 

Un hilo rojo recorre la avenida,

por la luz se asoman hormigas para contemplar

la sangre y los cristales empañados de las casas.

 

El crujir incesante de los árboles

remarca el silencio en la ciudad

como olas mansas que amenazan a los acantilados.

 

He visto romper ventanas

con piedras y soledad.

Llantos a pie de años y estaciones,

he escuchado el sonar de mis huesos en las mañanas,

la cáscara de huevo al romperse,

el nombre que tiene la nostalgia.

 

He andado sin tiempo

sobre los aguacates maduros,

sintiendo la tierra en sus arterias,

he visto romper la mañana con un trazo

puntillista de Renoir o el detalle incansable de Monet.

 

Me he cruzado con unos ojos

que me miran incesantes desde un cuadro

de Chagall

e imagino que así será Paris a través de mi ventana,

me imagino el cubismo en mi cuerpo,

con la imaginación azorada al darme cuenta

que el hilo rojo se desprende de mi pecho.

 

Pero adentro solo recurre un cristo

a tinta larga de Miguel de Santiago,

una sonoridad que entra por el costado.

 

Recuerdo a las hormigas

abriendo las puertas del infierno

donde Botticelli renunció a su único amor.

 

Me he tendido en la misma vereda

por la que volvía de la escuela,

donde dejé caer el cambio, que serviría

para comer mañana.

 

He pisado más de treinta hojas en este

merodeo absurdo.

 

La carne duele en esta espera,

en esta incesante manera de buscarte los ojos,

en este andar desdibujado de tu espalda a las rodillas,

en este café sin fondo ni primavera.

 

Un pedazo desperdigado

un río rojo por en medio del invierno,

una sábana blanca sobre mi cuerpo,

una libertad

que por fin encuentro.

 

(Los desperdicios del polvo, 2018)

 

 

 

 

 

Historia

Para mi abuela

 

¿Recuerdas la bailarina de la abuela,

esa caja repleta de sueños

y una historia de juventud

que siempre fue ajena a tu vivir?

Conversar con ella

es viajar al tiempo donde abundaban las hojas en el suelo

y los helados en los niños,

es volver a dormir

detener la sombra de la luna

para abrazar a todos los perros de la calle que envejecían con nosotros.

 

Solo una historia se te escapa,

pero no es esa

que yo tanto recuerdo.

Y hace muy poco entendí

que el conejo que abrazaba

eligió la libertad

de marcharse

a la espesura

de la montaña,

porque no había

nada más que comer en casa.

 

Pero el mar se escapó de tu memoria,

tal vez porque cuando fuiste a visitarlo,

había decidido la vida ponerte en el remanso apagado del frío.

 

Abuela, como quisiera tener los ojos azules,

para que en ellos conozcas el mar.

 

(Arreglos para la historia, 2017)

Santiago Grijalva (Ibarra, Ecuador, 1992). Psicólogo Social Comunitario. Publicó los poemarios; La revolución de tus cuerpos (2015), Arreglos ... LEER MÁS DEL AUTOR