Sandro Penna

La vida… es acordarse de un despertar

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

La vida… es acordarse de un despertar

triste en un tren al alba: haber visto

fuera la luz incierta: haber oído

en el cuerpo roto la melancolía

virgen y áspera del aire punzante.

 

Pero acordarse de la liberación

repentina es más dulce: cerca de mí

un marino joven: el azul

y el blanco de su uniforme, y fuera

un mar totalmente fresco de colores.

 

*

 

Me habían dejado solo

en el campo, bajo

la lluvia fina, solo.

Me miraban mudos

maravillados

los desnudos álamos: sufrían

por mi pena: pena

de no saber claramente…

 

Y la tierra mojada

y los negros altísimos montes

callaban vencidos. Parecía

que con un solo gesto

un dios malo había

petrificado todo.

 

Y la lluvia lavaba aquellas piedras.

 

*

 

En el sueño incierto sueño todavía un poco.

Es acaso de día. Desde la calle el silbido

de un pescador y su voz cálida.

Le contesta una voz somnolienta.

 

Sobresalto de los sentidos ‒ ¿con las velas,

fuera, al viento? ‒ Yo sueño todavía un poco.

 

*

 

Me esconde la noche y el dulce viento.

De mi casa echado y por ti venido

mi romántico amigo río lento.

 

Miro el cielo y las nubes y las luces

de los hombres ahí abajo siempre

tan lejos de mí. Y ya no sé a quién quiero

amar además de mi dolor.

 

La luna se esconde y luego reaparece

‒ lenta vicisitud que inútilmente se mueve

sobre mi cabeza cansada de mirar.

 

*

 

Los negros escalones de mi taberna

tú bajas, todo empapado de viento.

Tus hermosos cabellos caen

sobre los ojos vivos en mi firmamento

remoto.

 

En la humosa taberna

hay ahora un olor a puerto y a viento.

Libre viento que modela los cuerpos

y mueve los pasos de los blancos marinos.

 

*

 

Las estrellas están inmóviles en el cielo.

La hora del verano es igual a otro verano

Pero el niño que camina delante de ti

si no lo llamas ya no será el mismo.

 

*

 

Al fresco urinario de la estación

he bajado de la colina ardiente.

Sobre mi piel polvo y sudor

me embriagan. En mis ojos aún canta

el sol. Y abandono alma y cuerpo

en la brillante y blanca porcelana.

 

*

 

Mi poesía no será

un juego ligero

hecho con palabras delicadas

y enfermas

(sol claro de marzo

en hojas estremecidas

de plátanos de un verde demasiado claro).

Mi poesía lanzará su fuerza

para que se pierda en el infinito

(juegos de un atleta hermoso

en las vísperas largas del verano).

 

*

 

¡Siempre chicos en mis poemas!

Pero yo no sé hablar de otras cosas.

Las otras cosas son todas aburridas.

Yo no puedo cantarles Obras Pías.

 

*

 

El día de fiesta cuando atardece voy

en dirección opuesta a la de la muchedumbre

que alegre y rápida sale del estadio.

Yo no miro a nadie y estoy mirando a todos.

Recojo una sonrisa de vez en cuando.

Más raramente un saludo festivo.

 

Y ya no me acuerdo de quién soy.

Entonces no me importa que me muera.

Me parece demasiado injusto morir.

Aunque ya no me acuerdo de quién soy.

 

*

 

“Déjame ir, pues ya amanece”

Y yo me encontré solo entre las chozas

vacías e interminables junto al mar.

¿Yo también buscaba una vivienda

entre los mudos y anónimos cubos? ¿El mar,

el claro mar no atrajo mi mirada con su luz?

¿Sólo la melancolía estaba a salvo?

El alba cansada me trajo un camino.

 

 

Sandro Penna Poeta entre los más destacados de la literatura italiana del siglo XX, nació en Perusa en 1906 y murió en en 1977 en Roma. En la capital ... LEER MÁS DEL AUTOR