Sandra Uribe Pérez

Hipótesis tardías

 

 

 

 

 

Hipótesis tardías

 

Si mi casa estuviera hecha con palabras

no me calcinaría el silencio,

la humedad y las grietas

no serían más que metáforas del frío

que se alimenta con mis huesos.

 

Si mi morada fuera un poema

tendría una fuente en la mitad del patio

y las monedas oxidadas

por la memoria de tantos deseos perdidos

no hablarían en los bolsillos del hambre.

 

Si la argamasa de los muros

estuviera hecha de aliento incontenible,

si las vocales llenaran las horas

con ese humo que no asfixia,

sería difícil desprenderse del fuego,

alejarse cuando el crepitar se hace canto

y la luz sube por la garganta:

no mediarían en la atmósfera

los vocablos de la muerte,

no podría, como ahora,

olvidar la manera de respirar.

 

 

 

 

Hondura innombrable

 

Me extravío en la contemplación de la sed

y pronuncio las grietas del deseo

con una lengua desconocida y ebria.

El dolor es ahora una nebulosa en la garganta,

una fluctuación salobre,

un fervor palpitante que se agita en la sangre

al pulsar las raíces de la ausencia.

 

¿Cómo es posible que el amor

fuera un navío fletado hacia la muerte?

¿En qué ruta mi boca se apartó

de los besos que un ángel húmedo había depositado?

¿Qué indicio terrible me arrastró

hasta el fondo del océano?

 

En la mar de las tribulaciones

habita un nombre que ya no existe,

el cadáver de un beso abandonado en la orilla,

un naufragio íntimo

perfumado con las fosforescencias del silencio.

¿En qué instante me dejé seducir

por las profundidades?

¿Qué designio me condenó a ser una criatura abisal?

¿Qué verdad pavorosa se oculta

entre las multitudes de algas?

 

Me extravío enjaulada en una cárcel de agua y sal,

en la hondura innombrable

donde sólo fulgura la saciedad del vacío,

donde llorar es una labor inútil y redundante,

donde el amor es una embarcación

que se hunde entre la pesadumbre.

 

 

 

 

Cartografía

 

Trazo el poema y su desnudez me aterra.

El fervor con que se aferra al papel

es el mismo de la sangre en tránsito.

 

Cada palabra es una iluminación

que antecede a la niebla,

un paso certero hacia el abismo.

 

Y esa verdad de tinta que se enreda en los ojos,

ese mapa de horas a punto de extinguirse

se convierte en la memoria inútil de tu tiempo.

 

La sombra es ahora un pájaro del que no puedes huir.

Toda la música de lo escrito arde en tus venas

y te condena a tu propia destrucción.

 

 

 

 

Embargo

 

He quedado endeudada

con todo el mundo

 

Vienen a mi habitación

a ver mis pertenencias

y me llevan a mí misma

–que soy lo único que tengo–

 

Ahora ya no tengo nada

 

 

 

 

Tanto por ciento

 

He bajado en las encuestas de mi vida.

Las estadísticas indican

un mínimo porcentaje de alegría

y un alto índice de miedo

que me dejan

peligrosamente

al margen de toda competencia

y ciento por ciento a favor de la muerte.

 

 

 

 

Espera

 

Al poema se le agota el tiempo para escribirse. El poeta se está durmiendo sobre la página.

Que el poema venga y se acomode para que el poeta descanse. Que el poema no tiene toda la

vida para ser escrito. Que el poeta no tiene toda la muerte para esperar.

 

 

 

 

Derecho de petición

 

Vivir es una estafa. Nos depositan en el interior del vientre y suponen que para llegar sanos

y salvos a la muerte pagaremos el precio del dolor de caminar, de aprender a hablar y a orinar,

e incluso, que caeremos en la ridiculez del amor. Vivir es una estafa. Que me devuelvan la muerte.

 

Sandra Uribe Pérez (Bogotá – Colombia, 1972). Arquitecta, especialista en Entornos virtuales de aprendizaje y magíster en Estudios de la Cultura con Menci ... LEER MÁS DEL AUTOR