Subida del Monte Carmelo
Por Omar Castillo*
Para Andrea Castillo, en su camino
En el poema Subida del Monte Carmelo se hace visible el sentido humano, espiritual y poético de San Juan de la Cruz (1542-1591). En este poema toda su poesía y su encuentro místico se revelan, siendo una puerta para entrar a su visión, a su mirar y ver. Para adentrarse en este poema es necesario leerlo en sí mismo, es decir, en sus versos y desde sus versos. Leerlo disponiéndose para el encuentro con lo inédito que estos versos concitan, lectura que pide nos desprendamos de la carga de lo aprehendido y de las costumbres familiarizadoras que nos determinan, inclusive de las ideas o nociones que tengamos de la fe religiosa que amparó la existencia del poeta, pues de no hacerlo, la lectura de este poema nos será negada y sólo tendremos de este las idealizaciones establecidas por los dogmas y las maneras que durante siglos han sido establecidas por la cultura que quiere regir tanto lo social como lo sagrado. En este poema San Juan de la Cruz nos entrega ese instante único cuando su ser se abre al suceder íntegro, cuando lo innombrable se desvela en lo oscuro y lo luminoso del ser.
Los versos que componen Subida del Monte Carmelo están escritos en dísticos y cada uno de ellos funciona como un aviso donde se muestra una manera de mirar y de ver, de sentir y de escarbar en el ser mismo y en el de las cosas. Cabe anotar que los dísticos en un poema pueden ser leídos de manera independiente, es decir, en cada dístico se condensa un decir, el mismo que se amplía y enriquece en la totalidad del poema. Al leer cada uno de los dísticos de este poema, se podría pensar que se está ante una de esas estelas que en la antigua China eran puestas en los caminos para informar y conmover los sentidos de quienes por allí pasaban. La unidad de este poema funciona a través del aprehender de los sentimientos que se mantienen alerta, desaprendiéndose de la costumbre que los limita. Aquí es necesario entender sentimiento como la disposición de los sentidos que se abren para ser tocados en su capacidad cognoscitiva. El poema como conocimiento que se abre en el cerrarse de su revelación.
Los versos del poema Subida del Monte Carmelo están establecidos en un lenguaje que brota de lo que podríamos ver como el realismo que caracteriza la literatura escrita en el idioma español desde sus inicios, visible a través de un lenguaje directo, despojado de bisuterías y por ello capaz de penetrar y al mismo tiempo ser tocado por aquello que nombra. Este realismo le permite a San Juan de la Cruz producir una escritura sin artificios y en unos ritmos que pueden parecer duros, secos, empero de una belleza que penetra y conmueve apuntalando en el lector sus silencios, sus significados, su decir.
Estas maneras del realismo en el idioma español se hacen visibles desde los orígenes de la poesía y la prosa escrita en él, tal como se puede evidenciar en los cantos de gesta, en los romances, en los villancicos y en el desarrollo que después encontramos en la poesía renacentista española, cuyos inicios se consolidan en las obras de Juan Boscán (1490-1542) y Garcilaso de la Vega (1501-1536), renacimiento del que la existencia y la poesía de San Juan de la Cruz hacen parte. Con todo lo dificultoso que hoy pueda parecer la imaginería y las formas usadas por estos poetas, lo cierto y lo que los caracteriza son las maneras como asumen la creación poética, su ir a través de ella desentrañando la realidad del tránsito humano, tanto en sus costumbres cotidianas como en sus revelaciones metafísicas, y en ambos casos nombrando con un lenguaje sin artificios el misterio que subyace en esas realidades, inclusive en los más exasperantes toques del barroco que todavía en pleno renacimiento caracteriza a poetas como Luis de Góngora (1561-1627), Francisco de Quevedo (1580-1645) y Sor Juana Inés de la cruz (1650-1694), estas características son visibles.
En San Juan de la Cruz, tanto en Subida del Monte Carmelo como en todos sus otros poemas, su escritura evidencia las tensiones que surten su lenguaje siendo despojado y abierto hasta alcanzar una expresión dada a la pura comunicación de lo incomunicable. Se habla de influencias moriscas en su escritura y si bien esto puede ser cierto, no debemos olvidar la fuerte historia que antecede la presencia árabe en la Península Ibérica, como la de los latinos y posteriormente la de los godos que gobernaron antes de la invasión musulmana. El acervo que constituye a España es muy amplio y en ocasiones circula en formas y maneras que si bien son evidentes, no han sido debidamente caracterizadas. Esto se ve reflejado en la poesía renacentista española de la que, como ya dije, hacen parte la existencia y los poemas escritos por San Juan de la Cruz. Menos debemos olvidar como la simbología espiritual que atraviesa toda la mística en sus diversas vertientes, está tocada por los antiguos orígenes sagrados donde se funda la fe humana, por lo mismo las coincidencias son inevitables. Tales como las que se presentan entre Subida del Monte Carmelo y el Tao Te Ching de Lao Tse, o con esenciales enseñanzas del budismo, por nombrar solo estas.
La inspiración en San Juan de la Cruz nutre su manera de mirar y de ver, es decir, de ver y participar de la realidad, ya en su Noche oscura, ya en su Llama de amor viva. Aquí es necesario recordar que mirar y ver no son sinónimos, son dos acciones, la una, mirar, es poner los ojos en algo, la otra, ver, es querer tener conciencia de lo que se mira, y en esa conciencia de ver participan todos nuestros sentidos, ver es revelar lo mirado. Así el mirar y el ver inspirados del poeta, abren sus sentimientos a lo real absoluto, al amor y a la libido oscura y luminosa que cunden en la vida a través de lo sagrado, del “Amado” según el poeta.
San Juan de la Cruz entregó su vida y sus experiencias a desvelar ese real absoluto. En Subida del Monte Carmelo, los dísticos que lo componen señalan los trechos por donde ha de ir quien asume la revelación de lo absoluto. Quien asume el ir por estos trechos se encuentra con que para dar los pasos hacía esa revelación, debe aprehender tal como el ave cuya memoria es el instante de su vuelo, el maravilloso instante de ese vuelo mientras vive, y para ello, la memoria como acción racional de una historia y de una cultura debe ser desaprendida. Vista desde la realidad domesticada por las costumbres, una experiencia así asumida puede parecer alucinante, empero ese súbito instante de integración con lo absoluto vivenciado por el poeta, es lo que su poesía quiere revelarnos cuando insiste en nombrar lo innombrable. Cuando nombra lo que ve, lo que vivencia.
En los primeros cuatro dísticos de Subida del Monte Carmelo, el poeta nos avisa sobre el inicio en este trecho del poema, diciéndonos que: para venir a gustarlo, para saberlo, para poseerlo, para serlo todo, el solo quererlo es estorboso, impide alcanzar ese gusto, ese saber, ese poseer, ese ser en lo absoluto:
Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
En los siguientes cuatro dísticos nos avisa para el segundo trecho, diciéndonos que: para venir a lo absoluto se debe ir por donde no gustas, no sabes, no posees, no eres, ir hasta la médula misma de lo que es en lo que no es:
Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.
Y en el tercer trecho avisado por los tres últimos dísticos del poema, nos dice que: dejarse poseer por lo absoluto es ir del todo al todo / dejándose del todo en todo, súbito revelado donde la memoria del ser es su presencia en lo absoluto, su desnudez absoluta en la desnudez del abismo absoluto:
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo,
has de dejarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.
Sería torpe leer este poema como una guía para el seguimiento de un dogma religioso, más oportuno es acudir a su lectura asumiendo el riesgo de leerlo en los versos mismos que lo componen, tal como quien encuentra una distinta noción de la vida, una noción que quiere aprehender a conocer, a vivenciar, un lugar que siendo desconocido lo atrapa en lo maravilloso de su presencia hasta conmover y renovar su propia vida. Al leer Subida del Monte Carmelo se puede pensar que en este poema el poeta no acude a metáforas, lo que no es cierto, pues la gran metáfora que sucede en este poema es el hallazgo de lo absoluto a través de nombrar lo innombrable con palabras e imágenes directas, tangibles.
Es necesario leer Subida del Monte Carmelo y los poemas todos de San Juan de la Cruz despojándolos de la carga que los ha querido figurar como una expresión doctrinal escrita en verso, cuando lo cierto es que son la obra de un poeta atento a su mirar y a su ver, al súbito instante que le permite ser abrazado por lo absoluto. Los comentarios escritos por el poeta sobre sus poemas paradójicamente son el inicio de esa línea doctrinal que ha pretendido determinarlos en su decir, por lo que resulta oportuno leer los poemas en sí mismos, en ellos y sólo desde ellos. Es difícil saber los motivos que llevaron a San Juan de la Cruz a redactar estos comentarios, si fue para hacer asequibles sus poemas a la comunidad religiosa, o si con estos comentarios buscaba librarse de una acusación por herejía, como las que imponía la inquisición. Lo cierto es que estos poemas permanecen abiertos para quienes quieran leerlos en lo amplio de su ver, de su revelar humano.
Subida del Monte Carmelo nos permite entrar en la experiencia mística que nos entrega San Juan de la Cruz en sus poemas fundamentales. Así, cuando en un trecho de nuestra existencia nos encontramos con versos como estos que dan inicio al poema Llama de amor viva:
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
La extrañeza que producen termina imantando los esclarecimientos que a través de su lectura son posibles cuando la realizamos abiertos a las maneras como el suceder de sus palabras penetra nuestros sentidos. La misma atenta lectura es necesaria cuando nos acercamos a estos versos del Cantar de la alma que se huelga de conocer a Dios por fe:
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.
Aquella eterna fonte está escondida.
Qué bien sé yo do tiene su manida
aunque es de noche.
Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen della viene,
aunque es de noche.
Esta Fonte es fundamental en las ansias del ser de San Juan de la Cruz cuando se abre a lo incomunicable y sale en busca de lo absoluto, de lo amado absoluto, tal como en el Cántico espiritual:
Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
sí por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Estos versos de la segunda estrofa del Cántico espiritual traen el eco de aquellas rústicas cancioncillas que en los inicios del idioma español eran cantadas casi siempre por mujeres durante sus oficios cotidianos, algunas de estas cancioncillas se conservan en las jarchas que en sus moaxajas copiaron poetas árabes y hebreos durante los siglos XI y XII en el al-Ándalus, como está, conservada en una moaxaja escrita en el siglo XI por el poeta hebreo Yehuda Halevi: “Mi corazón se me va de mí. / Oh Dios, ¿acaso se me tornará? / ¡Tan mal me duele por el amado! / Enfermo está, ¿cuándo sanará?”, y que en el Cántico espiritual San juan de la Cruz pareciera verterlas para los oficios de quien se dispone para el encuentro con el “Amado” espiritual, tal como en esta cuarta estrofa:
¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado;
oh prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.
Así, nos es dado asistir a la búsqueda del don de lo sagrado abriéndose a lo innombrable, al misterio incógnito de lo absoluto, en palabras tan coloquiales como las que en una canción son usadas para decir del amor entre enamorados, como estás, tan nítidas y reveladoras, de la primera estrofa de la Noche oscura de San Juan de la Cruz:
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
Búsqueda revelada en lo absoluto, en el silencio donde cunde lo absoluto, verbo haciéndose vida, tal como en el poema Coplas del mismo hechas sobre un éxtasis de harta contemplación:
Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
La poesía de San Juan de la Cruz, en su decir, surge de lo oscuro luminoso en una tensión esclarecedora que lo convierten en un poeta místico, lo que no significa religioso, pues el místico vive en estado alerta y el religioso vive sometido al dogma que lo rige. El poeta místico explora a través de su escritura lo que le ha sido revelado, el religioso repite las palabras de su dogma. El místico admite la contradicción, el religioso niega la contradicción. Las religiones se establecen en un dogma, el misticismo nace de lo sagrado que es fuente de vida y revelación.
*
Para la selección y ajuste de los poemas aquí incluidos he tenido presentes los libros: Vida y obras completas de San Juan de la Cruz, (Biblioteca de autores cristianos, 1964), Poesía de San Juan de la Cruz, Edición de José Jiménez Lozano, (Taurus Ediciones, S. A., 1983) y Poesía lírica del Siglo de Oro, Edición de Elías L. Rivers, (Ediciones Cátedra, 1979, 2008).
Poemas de San Juan de la Cruz
Subida del Monte Carmelo
Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo,
has de dejarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.
Noche oscura
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada;
a escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada;
en la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche, amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire del almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Llama de amor viva
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!
Cantar de la alma que se huelga de conocer a Dios por fe
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche
Aquella eterna fonte está escondida,
qué bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.
Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen della viene,
aunque es de noche.
Sé que no puede ser cosa tan bella
y que cielos y tierra beben della,
aunque es de noche.
Bien sé que suelo en ella no se halla
y que ninguno puede vedealla,
aunque es de noche.
Su claridad nunca es escurecida
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.
Sé ser tan caudalosas sus corrientes,
que infiernos cielos riegan y a las gentes,
aunque es de noche.
El corriente que nace desta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.
El corriente que de estas dos procede,
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.
Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.
Aquí se está llamando a las criaturas
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
porque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.
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Omar Castillo, Medellín, Colombia 1958. Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros de poemas publicados son: Obra poética 2011-1980 (2011), Huella estampida, obra poética 2012-1980 (2012), Tres peras en la planicie desierta (2018), Limaduras del sol y otros poemas, Antología (2018), Jarchas & Escrituras (2020) y Cicatrices en el habla (2024). Su obra también incluye el libro Relatos instantáneos (2010), la novela Serafín (2022) y los libros de ensayos: En la escritura de otros, ensayos sobre poesía hispanoamericana (2014), Al filo del ojo (2018) y Asedios, nueve poetas colombianos (2019). De 1984 a 1988 dirigió la Revista de poesía, cuento y ensayo otras palabras, de la que se publicaron 12 números. De 1989 a 1993 dirigió la colección Cuadernos de otras palabras, de los que se publicaron 10 títulos. Y de 1991 a 2010, dirigió la Revista de poesía Interregno, de la que se publicaron 20 números. En 1985 fundó y dirigió, hasta 2010, Ediciones otras palabras. Poemas, ensayos, narraciones y artículos suyos son publicados en libros, revistas y periódicos impresos y digitales de Colombia y de otros países.
Contacto: om.castillo58@gmail.com