Salto de bisontes y otros textos
(Traducción al español de Katherine M. Hedeen
y Víctor Rodríguez Núñez)
Salto de bisontes, Blue Mounds, Minnesota
Una verja oxidada guarda el lugar.
La suave hierba se agita como un hombre que hace señales
con la mano y guía el avión a la puerta.
El picor de la algarabía de los pájaros por todas partes.
El enjambre del viento como un panal de abejas.
El precipicio a donde los indígenas llevaban los bisontes en
estampida para la matanza.
Los mismos indígenas iban a sentirse así,
los Dakotas, me imagino, o los Chippewa.
Su caída vertiginosa en las escuelas de las misiones.
Los bisontes iban delante de sus cuerpos.
El leve ajuste a la altura
algo como el horror.
Quizás les ponían patines de rueda,
la pista abajo a cientos de pies,
y ellos se deslizaban. Por el ancho cielo,
la gran hoja de maíz abierta como nuez en su cáscara.
Recojo una piedra pensando que es una herramienta pulida,
sin duda un raspacueros, una piedra labrada
y resbalosa con la sensación de la primera tierra que escapa
de los pies.
Pero es hora de caminar sobre la fe, dijo el misionero,
sólo extiendan los brazos y caminen.
Regalar el aire
La ciencia dice que la manzana cae por gravedad\
La historia\ cuántas veces (& dónde) el movimiento de la masa
a través del espacio\ Pero el arte (¡ah!)\ la revelación en lugar del
análisis\ La caída de la manzana\ la muerte de la civil-
(i)(zación)\ El salto de todos nosotros (y cómo la caída
se acelera en nuestra época acelerada)\ Ay América preciosa\ que
vas tras la manzana\ tu globo se desinfla\ Es
más fácil (¿verdad?)\ Ahora te puedes soltar (menos los
rezagados en excelencia)\ Eras la corredora guía\ La cacique\
Ahora vas de segundona por el mundo\ ¡Tu di(versidad)!\
Tu caridad salvaje.
Kemo sabe
En mi sueño agarro al blanco,
le doy bofetadas hasta que me quiere.
Lo ato al hogar,
le quito la tierra & los bisontes.
Le pongo otras palabras en la boca,
palabras que no entiende
como cucharadas de frijoles machucados
hasta que se le hinchan los cachetes.
Ahora mastica, querido, le digo.
Le doy en la garganta hasta que traga.
Trabaja todo el día,
nunca abandona el hogar.
El piso brilla,
las sábanas están almidonadas.
Limpia la mugre de los ventanales
hasta que las nubes bailan a través del cristal.
Me da de comer cuando tengo hambre.
Puedo irme cuando me da la gana.
Deja que él luche por su dignidad,
esta vez, que él se acuerde
de mi nombre.
El Primer Lector, Escuela de Entrenamiento Santee, 1873
El-que-se-sienta-por-error dibujaba en su libro.
Dibujó un antílope con una flecha en la grupa.
Le golpearon las manos & le dieron
otro libro.
Este es un barco de vela.
Es bello sobre el agua.
John está a bordo.
Sabe navegar.
El-que-se-sienta-por-error pensaba que era
especialmente significativo
leer un libro sobre navegación
cuando su papá rezaba por un cubo de lluvia
para echar al maíz.
Pero había un lugar que era solo agua.
Ya lo sabía.
Le preocupaba que el agua cubriera la tierra.
Pero jamás habrá otra inundación.
¿Recuerdas la historia?
El agua estaba atrapada en el tímpano.
Dibujó pulmones de agua en el antílope
para que pudiera respirar bajo el agua.
Hizo un generador que secaba la tierra con una bomba.
Le dieron más golpes & le ataron las manos con cinta al pupitre.
Este es un barquito de vela.
Di sina watopekiyapi wata cistinna.
Es bello sobre el agua.
Mini akan owanyag waste hinca.
John está a bordo.
John wata kin en yanka.
¿Tiene miedo John?
John kokipa he.
John sabe navegar el barco.
John iyupse yuza onspe.
Cuando El-que-se-sienta-por-error leía
en su propio idioma
le cerraron con cinta la boca.
Sin título
Para mi padre que vivía sin ceremonias
Es difícil, sabes, sin los bisontes,
el chamán, la flecha,
pero mi padre salía todos los días a cazar
como si los tuviera.
Trabajaba en los corrales de ganado,
toda su vida nos traía carne.
Nadie marcó su primera matanza,
nadie cantó su canción del bisonte.
Sin ilusión había migrado a la ciudad
y fue a trabajar en la empresa empacadora.
Cuando traía a casa tarros y cueros
mi madre le decía, bótalos.
Recuerdo las huellas de animales que dejaba su viejo coche
que retrocedía por la entrada de la casa con nieve y lodo,
la antena que ondulaba como una cuerda de arco.
Recuerdo el silencio de su poder perdido,
el bisonte rojo pintado en el pecho.
Oh, no podía verlo pero estaba allí,
y por la noche escuchaba
como un ronquido sus gemidos de bisonte.
Tótem
Hay una manera de manejar
no tan rápida como yo solía hacer
pero en una larga migración a través de los llanos
hay una cumbre más allá del camino
un rellano en que te montas
y su vuelo bajo
te levanta por encima del peso de la vida
estás detrás del timón
el carro puede ser viejo
mas en eso hay una libertad
dicen que con ellos vienen las cosas
viejos caminos
la aceleración de tambores que se introduce en ti
el viento alto en los árboles
donde tenías tu nidito de huevos de pájaro
que se convirtieron en tus hijos
que ya manejan en el camino a 80 millas por hora
como solías hacer
te has montado suficientes veces con ellos
sabes lo que hacen cuando no estás
ahora cruzas el límite en la corriente del tráfico
ves que la línea blanca a la orilla del camino
es un viejo glaciar debajo de ti
los reflectores blancos son los ojos del espíritu
sus órbitas se alzan
de nuevo ves un baile totémico a la luz de la hoguera
los rojos y blancos diseños geométricos
como el neón que se mueve
el negro que desparece en la noche
y sientes las garras que crecen en tus pies
sientes el pico en tu boca
las plumas que brotan en tus brazos
y tiendes las alas
vuelas.
El eclipse solar
Cada mañana me levanto invisible.
Hago una aguja de una espina de puercoespín,
coso los pies a las piernas,
levanto la columna sobre los muslos.
Me pongo la costilla y la clavícula.
Prendo con alfileres una oreja a la cabeza, me pego los ojos.
Casi sé lo que es ser vista.
Mi garganta se amplía con la cólera.
Formo una mano para sujetar el dolor.
Mi corazón es un hueco del tamaño del eclipse de sol.
Todo el día lucho con un pelo tras otro
hasta que la luna se quita de la cara del sol
y hay una extraña luz
como si viniera de un quinqué en una cabaña.
Me pongo un vestido, un chal sobre los hombros.
Ahora sé que me ven.
Tengo una sombra.
Visto a mi sombra con sombrero y abrigo,
un traje más amplio.
Me pongo más chales y enaguas y blusas
hasta que mi sombra tiene sustancia.
–En esa redonda nación de sangre
14 poetas indígenas norteamericanos
Traducción al español de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
Colección Ladrones del tiempo
Uniediciones