Otra en mí
Espina menguante
Era tu voz antigua que brillaba en la callecita de piedra
Era tu amor sin rostro que se dejaba andar
Era el sol carbonizado de la soledad que queda
En la concavidad de la roca como un golpe negro
Te vi mientras mis zapatos me llevaban
Rondándote fui por tu camino
No era de noche y sin embargo la noche
Se había baldeado en ti con su lengua marina
La luna a pleno sol sobre tu pecho en roca
Era una espina menguante, un recuerdo
Del amor que se lleva sin cantarse en la garganta
Del amor enredadera de azules trompetas
Que colgaban solas desde las barandas
De pronto un colibrí, una iglesia amarilla
Una puerta abierta hacia un patio mojado
La ropa puesta a secar, un gato en fuga
Un zapato perdido a los pies de un geranio
De pronto tú, Mar obscuro, venido a luminoso
Por los recovecos de la dulce callejuela
Me dejas achicada, sedienta
Al saber que de ti sólo bebí un tramo
Nuestro oxímoron
Chao, me voy con el Mar
Se va conmigo todo lo que llevo dentro
Esta mentira de creer que estoy cuando me pierdo
Esta comodidad de tener el día bajo control
De escribir sin estremecimiento
De enviarte cartas falsas para que veas que te pienso
Chao, me llevo estas ganas de pensarte simplemente
Y de escribirte cuando ya no pueda más de tanto llevarte
Me voy, en medio del desorden que quita la cadena
Al borde de la ignorancia que me libra de importarme
Puede ser que el Mar me regrese lavada por su espuma
Y me ponga a secar luego entre las rocas
Entre los acantilados que cortan mi contradicción
Quizá para entonces me ría y me entristezca
Por esa cualidad tan cambiante que me vive
Y que nos muere
El mar en mí
El mar me esculpe con su ola negra
En el filo de su hoja de agua
La noche multiplica su mágica borrasca
Y estalla bajo mis párpados cerrados
Luminosas filas de arenques fosforecen
En el lecho en que me abismo
Será que quieren olvidar en mí
Su soledad acorazada
Será que me dejan su estela como guía
Y se pierden lejos de mi hemisferio izquierdo
Penetro en mi vastedad, el mar es tibio y quieto
De tiniebla perturbada sólo por relámpagos
De peces transparentes
Así debía ser tu muerte apresada en la marea
Devuelta de olvidos, perfumada de sal
Yo debía así sentirte en tu silencio
Y debía recordar que vendrías
Trocando tu fantasma oceánico en azufre encendido
Ahora que estás ya para siempre
No temo despertar en tu negrura:
Infinita galaxia de mi cuerpo sin sombra
(Poemas del libro El mar en mí)
Bipolaridad
Esta coincidencia de nunca tener un final entre las manos
es otra forma de decir que estamos todavía enteros
aunque tú llegues por partes
y juntos seamos un remolino que agrega y se disgrega
Este rompecabezas donde cada pieza del cuerpo
cree haber encontrado su lugar
Este corazón inseguro de lo que siente
Esta palabra insegura de lo que dice
Esta condición de olvidar la soledad
para después asirla al pelo con un lazo lila
Esta pregunta interminablemente incierta
de por qué obramos en contra de mirar la luz
sin ser que la temamos
Este temor de que la luz se desvíe
cuando nos descubra
Esta esperanza de que corazón y palabra
Dejen de hacer su vida aparte,
alientan la esperanza de que las piezas se vuelvan a juntar
y bajemos completos a la llama del poema
Deidad sin tiempo
Aunque me respiras y vengo de ti sin que pueda detenerme
Aunque mi nave vacila en el azul de tu supernova
Aunque me ciego en la corola de tu flor marina
Aunque te haya negado con los límites de la razón
mientras tú jugabas con mis dados
Aunque pensé que era mío el pájaro que te nombraba
y luego me di cuenta que te encontraría en mi silencio
Aunque mis manos se unieron para guardarte un rito
para después abrirse y esparcirlo por los colores celebrados
Aunque escondí bajo la axila el talismán de la suerte
y más tarde la magia dio al traste con todos mis fetiches
Aunque redescubro con sorpresa tu existencia
sin haber hecho otra cosa que palparme el esqueleto
Quiero decirte, aunque lo sabes,
que tengo falta de palabras
y un espacio vacío para sentarnos juntos
mientras humea el café
y los ojos de tu hombre me hablan de tristeza
Otra en mí
El camino que lleva hacia tu casa
es tan parecido al mío
que a veces pienso que vivimos juntas
Cuando me cuentas que has recogido margaritas
y yo te cuento que por varias ocasiones
he saltado entre las piedras blancas del río
Cuando me dices que la luna
estuvo rodando ayer una y otra vez desde la colina
hasta el campo de café
y que no había forma de aquietarla
O cuando te comento que me asusté
con los rayos de la madrugada
y que me pareció verte por un instante
dormida en mi cama
Y tú dices: no, al contrario;
eras tú la que viniste a la mía,
yo busco la razón de no poder verte en mi revés
y sin embargo oírte contar la misma historia
Dices que la soledad me está volviendo loca
y que ando diciendo que no importa
porque vivo acompañada de mí misma.
Pero mientes,
me acompañas tú.
El pozo
Al pozo de piedra voy a mirar
el jirón que el vuelo del colibrí dejó en la noche
Las ondas de agua delatan flores de jacarandá
que obstinadas de silencio
escuchan los cantos de mi hada vieja,
la que sabe todo y no me lo cuenta
porque tiene un pacto con mi suerte
Que si yo lo supiera talvez no iría
tan sola hacia el túnel de líquidos espejos
o a las falsas puertas para rastrear la cicatriz
por donde sangran las profecías de mi fauno
Quiero encontrar la pista que revele
el talismán perdido en embrujadas torres
Saber cuál fue mi personaje primigenio
para echarle en cara el futuro que me urdió
como una ciega
que apenas distingue la realidad del sueño
mientras su varita flota sobre el agua
(Del libro Maga de la Sombra)