Ruth Patricia Rodríguez

Otra en mí

 

 

 

Espina menguante

 

Era tu voz antigua que brillaba en la callecita de piedra

Era tu amor sin rostro que se dejaba andar

Era el sol carbonizado de la soledad que queda

En la concavidad de la roca como un golpe negro

Te vi mientras mis zapatos me llevaban

Rondándote fui por tu camino

No era de noche y sin embargo la noche

Se había baldeado en ti con su lengua marina

La luna a pleno sol sobre tu pecho en roca

Era una espina menguante, un recuerdo

Del amor que se lleva sin cantarse en la garganta

Del amor enredadera de azules trompetas

Que colgaban solas desde las barandas

De pronto un colibrí, una iglesia amarilla

Una puerta abierta hacia un patio mojado

La ropa puesta a secar, un gato en fuga

Un zapato perdido a los pies de un geranio

De pronto tú, Mar obscuro, venido a luminoso

Por los recovecos de la dulce callejuela

Me dejas achicada, sedienta

Al saber que de ti sólo bebí un tramo

 

 

 

Nuestro oxímoron

 

Chao, me voy con el Mar

Se va conmigo todo lo que llevo dentro

Esta mentira de creer que estoy cuando me pierdo

Esta comodidad de tener el día bajo control

De escribir sin estremecimiento

De enviarte cartas falsas para que veas que te pienso

 

Chao, me llevo estas ganas de pensarte simplemente

Y de escribirte cuando ya no pueda más de tanto llevarte

Me voy, en medio del desorden que quita la cadena

Al borde de la ignorancia que me libra de importarme

 

Puede ser que el Mar me regrese lavada por su espuma

Y me ponga a secar luego entre las rocas

Entre los acantilados que cortan mi contradicción

Quizá para entonces me ría y me entristezca

Por esa cualidad tan cambiante que me vive

Y que nos muere

 

 

 

El mar en mí

 

El mar me esculpe con su ola negra

 

En el filo de su hoja de agua

La noche multiplica su mágica borrasca

Y estalla bajo mis párpados cerrados

 

Luminosas filas de arenques fosforecen

En el lecho en que me abismo

Será que quieren olvidar en mí

Su soledad acorazada

Será que me dejan su estela como guía

Y se pierden lejos de mi hemisferio izquierdo

 

Penetro en mi vastedad, el mar es tibio y quieto

De tiniebla perturbada sólo por relámpagos

De peces transparentes

 

Así debía ser tu muerte apresada en la marea

Devuelta de olvidos, perfumada de sal

Yo debía así sentirte en tu silencio

Y debía recordar que vendrías

Trocando tu fantasma oceánico en azufre encendido

Ahora que estás ya para siempre

No temo despertar en tu negrura:

Infinita galaxia de mi cuerpo sin sombra

 

(Poemas del libro El mar en mí)

 

 

 

Bipolaridad

 

Esta coincidencia de nunca tener un final entre las manos

es otra forma de decir que estamos todavía enteros

aunque tú llegues por partes

y juntos seamos un remolino que agrega y se disgrega

 

Este rompecabezas donde cada pieza del cuerpo

cree haber encontrado su lugar

Este corazón inseguro de lo que siente

Esta palabra insegura de lo que dice

Esta condición de olvidar la soledad

para después asirla al pelo con un lazo lila

 

Esta pregunta interminablemente incierta

de por qué obramos en contra de mirar la luz

sin ser que la temamos

Este temor de que la luz se desvíe

cuando nos descubra

Esta esperanza de que corazón y palabra

Dejen de hacer su vida aparte,

alientan la esperanza de que las piezas se vuelvan a juntar

y bajemos completos a la llama del poema

 

 

 

Deidad sin tiempo

 

Aunque me respiras y vengo de ti sin que pueda detenerme

Aunque mi nave vacila en el azul de tu supernova

Aunque me ciego en la corola de tu flor marina

Aunque te haya negado con los límites de la razón

mientras tú jugabas con mis dados

Aunque pensé que era mío el pájaro que te nombraba

y luego me di cuenta que te encontraría en mi silencio

Aunque mis manos se unieron para guardarte un rito

para después abrirse y esparcirlo por los colores celebrados

Aunque escondí bajo la axila el talismán de la suerte

y más tarde la magia dio al traste con todos mis fetiches

Aunque redescubro con sorpresa tu existencia

sin haber hecho otra cosa que palparme el esqueleto

Quiero decirte, aunque lo sabes,

que tengo falta de palabras

y un espacio vacío para sentarnos juntos

mientras humea el café

y los ojos de tu hombre me hablan de tristeza

 

 

 

Otra en mí

 

El camino que lleva hacia tu casa

es tan parecido al mío

que a veces pienso que vivimos juntas

Cuando me cuentas que has recogido margaritas

y yo te cuento que por varias ocasiones

he saltado entre las piedras blancas del río

Cuando me dices que la luna

estuvo rodando ayer una y otra vez desde la colina

hasta el campo de café

y que no había forma de aquietarla

O cuando te comento que me asusté

con los rayos de la madrugada

y que me pareció verte por un instante

dormida en mi cama

Y tú dices: no, al contrario;

eras tú la que viniste a la mía,

yo busco la razón de no poder verte en mi revés

y sin embargo oírte contar la misma historia

Dices que la soledad me está volviendo loca

y que ando diciendo que no importa

porque vivo acompañada de mí misma.

Pero mientes,

me acompañas tú.

 

 

 

El pozo

 

Al pozo de piedra voy a mirar

el jirón que el vuelo del colibrí dejó en la noche

Las ondas de agua delatan flores de jacarandá

que obstinadas de silencio

escuchan los cantos de mi hada vieja,

la que sabe todo y no me lo cuenta

porque tiene un pacto con mi suerte

Que si yo lo supiera talvez no iría

tan sola hacia el túnel de líquidos espejos

o a las falsas puertas para rastrear la cicatriz

por donde sangran las profecías de mi fauno

 

Quiero encontrar la pista que revele

el talismán perdido en embrujadas torres

Saber cuál fue mi personaje primigenio

para echarle en cara el futuro que me urdió

como una ciega

que apenas distingue la realidad del sueño

mientras su varita flota sobre el agua

 

(Del libro Maga de la Sombra)

Ruth Patricia Rodríguez (Ecuador, 1966). Escritora. Catedrática de la Universidad San Francisco de Quito.  Ganadora de 2 concursos nacionales de cuento infantil ( ... LEER MÁS DEL AUTOR