Rubén Martín Díaz

El origen del mundo y otros textos

 

 

 

EL ORIGEN DEL MUNDO

 

Ahora duermes en tu pequeño cuerpo

como ceniza de una hoguera extenuada

y es hermoso contemplarte así,

tan pura y limpia,

blanca de luz

bajo la negra bóveda de la noche,

miel para estos ojos míos

que acarician tu sueño

de temprana luna encendida.

 

Pesa en el aire esta madrugada,

ya descuelga sus sombras,

su páramo

engulle todo lo que obró el día

y ahora es humo de nada.

Y así,

en este silencio transido

de entumecida lengua,

agotada de estar lamiéndote la piel

durante horas,

así te sigo amando,

con el pulmón manchado de sombras

a la espera de verte amanecer

en brazos de un nuevo día.

 

Eres el origen del mundo,

la gruta húmeda y aseada

donde nace esa luz

que otorga vida a las cosas.

 

Pero ahora, dormida en el descanso,

como una luciérnaga dulcísima

que inverna su gracia y su vuelo,

incubas el beso de la mañana

para poner tu sol sobre mis labios.

 

De Contemplación (Vitruvio, 2009)


 

 

EL MINUTO INTERIOR

 

He prendido las ascuas

y ya me siento a descansar un poco.

Una ligera bruma

ocupa los espacios descuidados

visibles entre encinas,

y sólo el frío,

que desciende del norte,

traspasa las paredes del silencio.

El cielo pinta

un paisaje nublado,

el aire desdibuja los caminos,

la luz flaquea

y estremece las formas.

No obstante,

parece la mañana

un apacible oasis alejado en el tiempo.

Nadie vendrá

–es enero profundo,

la gente no abandona sus hogares–,

y es mejor que así sea:

quiero pensar a solas

al lado de este fuego que enardece

los instintos del hombre.

Necesito escuchar mi propio pulso

como si fuera mío de verdad,

vivir este minuto prodigioso,

este tiempo interior en la quietud,

donde todo respira a través de mi cuerpo.

Y sospecho un fervor

que fluye de mis manos e ilumina,

en un lugar remoto de la Tierra,

la vida y sus asuntos.

 

De El minuto interior (Rialp, 2010)

 

 

 

PRELUDIO

 

Si algo te asombra, entra. No declines

estar

en eso que deseas.

 

No lo mires. Contempla. Date a ello.

 

Ten por seguro

que habrá estado esperándote

antes de que llegaras.

 

Si el bosque te respira,

abre el pulmón. Sé árbol.

 

Si la piedra entorpece tu camino,

entonces cógela,

hazte piedra en tu mano

y prolonga tu cuerpo en la distancia

cuando la arrojes.

 

Si es la isla que te observa desde lejos,

piénsate en ella;

incluso el agua cambia

todos sus átomos

llegada al barro que limita

la orilla.

 

Si es la llama

que vertebra la bóveda del aire,

crece en el fuego. Cumple sus designios.

 

Si el animal se asusta,

entra en su miedo. Dale paz. No vayas

tras él.

 

Y si es la luz

que unta de otoños este mirador

desde el que observas,

déjala cruzar

tu cuerpo

 

y que en él se ilumine con justicia.

 

De El mirador de piedra (Visor, 2012)

 

 

 

RESPIRACIÓN DEL ÁRBOL

 

I

 

Respira el árbol. Lo estoy viendo ahora,

en plena desnudez de su ramaje,

lo veo darse al aire igual que el aire

penetra en él hinchando su madera,

haciendo más profunda su raíz,

naciéndose en el centro para darse

–aliento de árbol que en el bosque expira–

de nuevo a su naciente forma. Círculo

de vida, ciclo natural de un Todo:

respiro sobre el bosque, como el árbol,

desde un antiguo mirador de piedra.

 

 

II

 

Lo veo hincharse en su madera áspera

de luz celeste recorrida. Abre

su prieta nervadura y se desfonda,

da al bosque su alimento masticado

y espera recibir el mismo aliento

que yo recibo del paisaje. Tiene,

porque se filtra entre las ramas secas,

desnudas, de los árboles, más luz

el otoño, y es suyo este aire denso

que penetra en la savia, siendo bosque,

para inventarse árbol. Respirar

la nueva luz que asciende amanecida,

recién purificada, hecha aire,

y desnudarse al sol, que es manantial

de un incendio que vuela en equilibrio

sobre el páramo abierto de mis ojos.

 

De El mirador de piedra (Visor, 2012)

 

 

 

CONTEMPLACIÓN DEL CIERVO

 

El mundo está en los ojos de ese ciervo

que desde el mundo observa y se contempla

en él. También nosotros lo miramos,

comprendemos el mundo en su inocencia

ingenua. Viejo y algo decaído,

parece ser un alma prejuzgada,

va dando tumbos sin porqué ni adónde

y ha debido perder hasta el olfato

pues no distingue al hombre de unas ramas

cansadas de legar su sombra al suelo.

La vida le huye al respirar. Jadea.

Sabe que el tiempo pierde su razón

de ser, que el miedo no es un buen aliado

y que esos que se esconden tras las ramas

no desean su mal, sino aventar

su espíritu, cantar de propio asombro

lo hermoso de la vida y su destino,

aunque se cierre el párpado y el mundo

se apague con el ciervo para siempre.

 

De El mirador de piedra (Visor, 2012)

 

 

 

MADRUGADA EN UN CUARTO DE HOTEL

 

En un cuarto de hotel, la madrugada

se vierte por las páginas del libro

como un sueño en la noche

o un acero afilado entre las flores marchitas de silencio.

Porque nadie me piensa, no sé si existo

sentado a esta mesa indefinida que se presta al poema

o si, henchido de sombras, soy la propia poesía

naciéndome palabra desde el fondo del cuerpo.

El mundo está intimando con el mundo

y todo cuanto en mí se nombra fluye

con tal intensidad y tal justicia

que es exacta al volumen del vacío que me piensa.

Al fin y al cabo, yo estoy en las cosas

y me pienso al pensarlas.

 

De Fracturas (Nausícaä, 2016)

 

 

 

YO ESCRIBO PARA SER UN HOMBRE LIBRE

 

Yo escribo para ser un hombre libre

que muere en un poema.

 

Tú mueres

para que yo lo escriba,

para que muera en el poema escrito

con la palabra exacta: libertad.

 

Tú estás muerta y yo muerto;

el poema se cubre con la sábana negra

de tinta y luto

o el blanco que, de fondo,

lo niega.

 

Sin poema no hay nadie que confirme

la realidad de la que estamos hechos.

 

No somos. No existimos. Por lo tanto,

quien escribe al poeta es el poema.

Y nunca lo contrario.

 

De Fracturas (Nausícaä, 2016)

 

Rubén Martín Díaz (Albacete, España, 1980). Trabaja como técnico de mantenimiento industrial. Es autor de los libros de poemas Contemplación (Vitr ... LEER MÁS DEL AUTOR