Roy Sigüenza

Los viajeros y otros textos

 

 

 

LOS VIAJEROS

Leíamos en las estrías de la langosta
largas alusiones al paisaje:
lomas, como en las acuarelas japonesas
de la dinastía Qui, le decía señalándolas.
Eran ascensiones por donde venían
los rayos del sol a poner transparencias
–alas de agua seca, hojas del Árbol de Invierno–.
A lo lejos el gavilán hundía el pico
en el viento espeso que traía la tarde
cuando ya nuestros pies iniciaban el vuelo.

 

 

ESCENA FINAL DE BROKEBACK MOUNTAIN

Tus zapatos, esos depósitos de agua triste,
no saben nada de ti –no me responden.

La camisa en la percha de tu dormitorio
es una pregunta
sin descanso,
Dice: «a dónde», «a dónde, amor»,
y su boca se vacía
en el viento helado de Brokeback Mountain;

ella, que cubrió tu bello torso, llama. Voy
y la beso, beso toda tu muerte como un hombre.

 

 

EXILIO

Es aquí donde edifico mi reino:
En la orilla de tu cuerpo,
a su sombra dormida ato caballos al sueño
y pongo el mar de la extensión que quiera;
puedo decir estoy solo, despierto,
al costado de la única verdad en la que creo
cuando oigo cantar lo leve de la sangre
y la mano tiene solo un dominio
(los brazos son agua, miel, saliva, esperma
lo que quiera la sed)
¿quién dirá devastación, caída, muerte?
¿quién, en la belleza derramados, dirá el sexo
es una trampa?
si estás a la mano como el silenciar de la piel
–el jardín de oro en el que los dos cosechamos–
Donde bebemos el agua de muerte
y las lenguas van y vienen
suben y bajan
como animales de hambre

Allá que el ruido incendie la granja de cría de
cerdos de la luna –ese niño enfermo–
y el mar eche a volar la más descabellada de sus
aves domésticas

Será un reino fugaz, quizá,
pero ¿a quién le importan las necrologías?

*

¿oyes ese rumor de llamas cuando lo que silencia llega?

 no busques en el nervio de la noche:

 a otros se les dio ese don y no han regresado

 

 

PERRO DE LA DICHA

A Tennessee Williams

Al final te venció la verdad, Tennessee:

Drogas, alcohol, homosexualidad, la pestilente vejez.

Libre, de manera penosa, cuando ya la muerte te aprestaba un asiento en la parte trasera de su coche. De qué iba tu vida Tennessee, si amabas a los hombres y no lo podías decir, aunque hayas interpretado escenas sexuales –de las duras– con muchos de ellos, acuciado por tus ganas más febriles y no solo en Saint Louis. Alguna vez, despierto en la noche, aceptaste que lo único que ambicionabas en este mundo era ir por ahí de la mano de tu amante, feliz de ser tú y él, tal cual –se lo confiaste a Truman Capote, borracho, en un bar, luego del estreno de tu electrizante Tranvía en Broadway. Pudiste salvarte de la tiranía de ese impedimento malsano donde se te hubiera ocurrido: en el hall o el living de cualquiera de los hoteles de lujo donde, por dinero o fama, se les permite muchas cosas a sus huéspedes, aunque a lo mejor conociste esa dicha –así, en privado–, tú la querías abierta en la calle, consumida por el mismo deseo que te arrastró tantas veces a tomar Martinis y coger cannabis o coca en los bares del Gran Camino Blanco o –como te ocurría siempre en la dársena de Agadir–, a ver marcharse el último barco de la tarde, podrido de ganas de llorar sin saber por qué. Una mano –la tuya– en la otra, caliente, arrebatada de tu amante. Una sola mano lacrada por la carne, el sexo y el fuego helado de la coca y el alcohol. Esa, y no la boca envenenada con la que se confunde, fue la gloria que quisiste. En vano ahora Tennessee. Adrede.

 

 

CINERARIA

ábranme el corazón y recojan sus frutos los sedientos

la lluvia es para seres colonizados por el sueño:
denles de beber, líbrenlos de la infección del recuerdo.

es incómodo caminar, asir un fruto, besar una boca lejana
–esto explica el virus de la enfermedad del abandono–

El hato del tiempo en la cabellera de la piedra:
es habitual que el agua se lleve lo que calla

llanto

tan antiguo como los restos de civilizaciones herbívoras:
ese rastrojo de labios que murmuran ríos de ceniza

los huesos quemados de tu nombre.

 

 

YUKIO MISHIMA SE ARREPIENTE DE LA MUERTE

El espíritu del Hagakuré exige «que los hombres tengan una tez de flor de cerezo,
inclusive en la muerte»

No sabía yo que duraría
–apenas– 45 años,
ni que sería así
–vaciada en sangre–
como se iría mi vida;
ni yo ni Masakatsu Morita,
a quien tampoco
Ie advirtieron nada
–tenía 25 años–
cuando el amor que nos unía
nos empujó a practicar Seppuku.
Ahora que los dos llevamos
una tez de flor de cerezo
quién me dirá dónde resplandece
aquella imperativa belleza.

 

 

PIRATERÍA

Iré que importa
Caballo sea la
noche.

 

 

SUMMA

La poesía come carne prohibida
Todo el mar se parece

Sí el mar sacudido como una tela
Si comenzara a hablar un día de estos
Es suave su risa por ahora
Su grafía se construye en la arena
Se borra

Aúlla de pájaros cierta temporada
-el sol se le quema como si fuera una pestaña
/de fuel oil-;
o muere en las alas desechas de un pelícano caído

Viniendo de él, Odisea aún no llega a Itaca
Penélope confunde el deseo en la urdimbre
/del tejido

La ciudad es un avispero de ruidos y un crimen
/en la crónica roja de los periódicos de la mañana

Mejor la confusión de los puertos.

La misión

Abalorios que jugaban con nuestra suerte eran
/nuestros dioses
(10 dedujimos antes de abandonarlos)

Pudrían nuestra comida

Quemaban el agua

Echaban abajo las palabras
(nuestras lenguas fueron condenadas al polvo)

Cada acto lo perseguían. Eran acuciosos.
Nos trataban como a contrabandistas

Llegaron a lacerar nuestros cuerpos con pestes
/desconocidas

Acabaron portándose como adolescentes
/caprichosos cuando decidieron quemar la ciudad

Mas entre los escasos sobrevivientes levantaremos
/Sodoma aquí, otra vez.

***

El mar de Jambelí es el mismo mar que mella los
/atracaderos en Amsterdam

Allí la huella de las embarcaciones con un mismo
/significado:
la voracidad

(un corazón vacío
un par de manos heladas
una palabra imposible de decir)

El agua haciendo que la vida corra,
que vacile al filo de la orilla como un desnudo
/trozo de mangle,
que vaya a la playa como una deidad poseída
/por el furor del nacimiento:
la semilla de la fruta de sal

El agua anunciante de su certeza

Mañana Será lo mismo: el mar es un fósil despierto.

 

 

HALLAZGO EN NUBIA

“Fue localizada la cabeza de un efebo y parte de su torso. A pesar de la mutilación el conjunto era hermoso. El mármol, al parecer, era una alegoría del fuego, porque en lugar de cabellera la cabeza llevaba esculpidas llamas. En los ojos y labios, él artista había logrado crear tanta vivacidad que más de uno de los descubridores habló del fuego de su mirada y de la calidez de su sonrisa. Lo dijeron sin sospechar la fecha en que el bello efebo fue esculpido, tal vez el año II del Siglo IV antes de Cristo, cuando era común el amor entre los hombres y la pasión discriminaban los sexos; sólo ardía”

Roy Sigüenza (Portovelo, El Oro, Ecuador, 1958). Poeta. Ha publicado la plaquette Cabeza quemada y las colecciones de poemas: Tabla de marea ... LEER MÁS DEL AUTOR