Rosamel del Valle. El misterio cumple años

Presentamos dos textos claves del reconocido poeta chileno adscrito a la corriente hermética.

 

 

 

 

Rosamel del Valle

 

 

 

El misterio cumple años

a Humberto Díaz Casanueva

Desde qué aguas y tiempo y heridas y calor
Y fábulas y permanecer en acecho como el aceite
Dispuesto a dar vida y qué fatiga de la luz
Y qué celebración de la sombra y qué andar
Sobresaltado y qué temor de lo que sigue
Siempre, siempre con la helada furia de la hoja
Al verano y de la ceniza al fuego, siempre, siempre
En el mismo peligro de cabezas celestes y voces
Pegadas al vidrio húmedo y nocturno de hallarse
Y no ser planta ni flor, ni existencia ni cuerpo,
Entre aires y sospechas y videncias y sobre todo
Entre lo que permanece como estatua y dolor.
Como llanto enemigo y paciencia de lámpara y nieve
Filuda y ojos obscuros dedicados a su muerte y al frío
Que conduce y envejece con cejas de llama.

Desde qué aguas oh estremecimiento continuado y amigo
De mi estremecimiento y de lo que se nos escapa
Porque no somos de hierro, ni de oro, ni de temblor,
Ni de ceniza, ni de corriente desnuda, ni de párpado civil,
Ni de punto de partida ni de llegada, ni de continuación,
Ni de permanencia, ni de calor, ni de sombra, ni de luz,
Ni de existencia, ni de muerte.

Y acaso seamos fábula y acaso seamos el aire
Pasajero y acaso lo que se parece a la sangre
Seamos nosotros, de viaje permanente, y acaso
Por la sangre de ahora habrá más sangre mañana
En las pupilas y en el corazón del hombre
A quién turbamos el sueño y la permanencia y la sombra
Que hace al lado de sí mismo y que es nuestra,
Como el aire del mar es de los náufragos,
Como el peligro es de la seguridad,
Como la sed es de la muerte.

Algo nos toca, oh amigo de fuego creciente y espada
En la noche de afán y fatiga y respiración
Por la costumbre de permanecer, aunque nuestra vida
Salga de noche y seamos su lecho vacío y sin embargo
Su guía, su sueño, su sed, su mensaje a lo obscuro,
Su iluminación de los muertos y su regreso
Y su entrada en la habitación y su acto
De volver a ser lámpara y carne y respiración.

Y ahora con qué fuerza, oh misterio, oh amigo,
Te hago sitio en mi calor y en mi angustia,
En mi cárcel de cielos derribados,
En mi iluminada desesperación,
En mi ciudad de piel crispada,
En mi voz que ha viajado cerca de tu lámpara
Y en las brasas de mi corazón, levantado un día
Por tu mano de admirable calor.

 

 

 

Inscripción en la puerta del tiempo

Nuestra esencia viene de la tiniebla rasgada
En espada de noche y fuego invasor parecido a la sed,
Construida de ángeles ciegos y temblores y de la infinita ola
Amante de lo terrestre sin límite y del olvido.
Pero una transparente llama sigue a la sangre desde el tiempo
De un calor indestructible, de una voz dormida a lo lejos
Tal vez donde el ángel sonámbulo destruye los sueños
O donde el espacio cierra sus ramas en un movimiento
De angustia terrible y de rechazo a la sed.

Poder volver un día al latido lejano, a la sumergida
Ola sin llanto donde el corazón bebía su fuego en la copa
Nocturna y palpitante, como el pez en su agua.
Tan vasta angustia sube y tanta permanencia alrededor.
Los tallos se obscurecen en el terrestre sonido
Y las piedras echan ramas debajo de su muerte.

Inalcanzable vapor errante y corona deshecha en el agua,
No más bellos que el cuerpo confundido en las sombras.
Pero las cabezas arden y las manos se sueltan no más lejos
Que el oído de la tierra o que la boca del cielo.
Juntos en un solo relámpago abandonado… Qué esencia
Destruir ya, qué abatido sueño recoger, qué lámpara
Guardar en la tormenta de la noche sumergida.

Maravilloso tiempo ¡oh fuego devorador! y maravillosa
Sangre y ceguera y necesidad del abismo donde el ser perece
Entre ángeles y demonios todavía, entre ritos,
Debajo de campanas y sepulcros sin alba para siempre.
Siempre, siempre, a imagen y semejanza de la angustia.
Siempre, siempre, a imagen y semejanza de la terrible imagen.
Siempre, más que a imagen de la vida, a semejanza de la muerte.

Amenazada existencia tan cálida de sonidos, de movimiento
Sin fin, donde el sueño de las cosas nos oye día y noche,
Donde el hombre nos oye, donde nosotros nos oímos y donde
Lo que no es nuestra esencia nos oye y nos mira.
Sin embargo, terrible copa nocturna nos cae en la boca
Y aire de inmensa hoguera nos desnuda al andar.

Abandonando cuerpo de anillos calientes, imagen sola
De la voz ciega y devoradora y eterna, hay una espada
Para la sed, hay una espada para el sueño.
¿Qué se le oye decir? ¿Qué puertas abre? ¿Qué estremecimiento
Conduce? ¿Qué despierta en la lengua sin ojos de los muertos?