

Compartimos tres textos claves de la reconocida poeta chilena.
Rosa Cruchaga de Walker
Despierten
No le culpen en pecho sino en roca.
No le tomen el eco por latido.
No es hijo: es un deshielo en que se esponja
cima en que no cabía ya más frío.
No le hablen que la espiga tiene roja
médula que las uvas ya palpitan,
porque él viene de un mar, vértigo y boca
donde la vida emerge y cae hundida.
No le canten: se acuerda de su siega,
cuando un tallo cortó que estremecía.
Que aliente al oír pasos en sus venas,
pasos de vuelta a mar ya sin orillas.
No despierten las lluvias esa yesca
de mi carne arrasada en un diluvio.
Muera sin sed: por no beber se muera
sin el agua culpable y sin el fruto.
Con silencio te llamo
Con silencio te llamo. Con un nudo,
con clavo de silencio yo te oprimo,
y te traspaso.
Hijo mío, en un viento de silencio:
raído ya te veo en todo el aire.
Brotaste en mi silencio.
Todo en ti ya lo he dicho sin los labios.
Oigo en ti todo un mundo de palabras
de Dios arrinconadas.
Hijo de mi silencio: tú sostienes
y hiendes mi pared, do ti empapada
como un vaso.
Sé que me voy
Sé que me voy. Me voy retrocediendo
como el salmón que vuelve cuna arriba.
No alcancé nunca al mar, estando viva.
No llegaré a las cumbres, falleciendo.
Sé que te vas, te vas y no queriendo:
como una esponja amarga y fugitiva.
Hasta el fondo del mar con tu saliva,
sobre la arena rosa oscureciendo.
Sé que te vas de mí. Que nada queda:
ni un rastro ni algún sauce que nos pueda
llorar de bruces arañando el río.
Yo nunca llegué al mar. Yo nunca: siendo
que aquel morir inmerso era lo mío.
Y que. me voy, te vas. Nos vamos yendo.