Rosa Chacel. Mariposa nocturna

Presentamos tres textos claves de la reconocida poeta y narradora española.

 

 

 

 

Rosa Chacel

 

 

 

Mariposa nocturna

¿Quién podría abrazarte, diosa oscura,
quién osaría acariciar tu cuerpo
o respirar el aire de la noche
por entre el pelo pardo de tu cara?…

¡Ah!, ¿quién te enlazaría cuando pasas
sobre la frente como un soplo y zumba
la estancia sacudida por tu vuelo
y quién podría ¡sin morir! sentirte
temblar sobre los labios detenida
o reír en la sombra, descubierto,
cuando tu manto azota las paredes?…

¿Por qué venir a la mansión del hombre
si no se es de su carne ni se tiene
voz ni se puede comprender los muros?

¿Por qué traer la ciega noche extensa
que no cabe en el cáliz de los límites…

Desde el tácito aliento de la sombra
que la floresta tiende en las vertientes
-quebrada roca, imprevisible musgo-,

desde troncos o lazos de lianas,
desde la voz lasciva del silencio
vienen los ojos de tus alas lentas.

Da la datura su canción nocturna
que trasciende al compás que va la hiedra
ascendiendo hacia el talle de los árboles
cuando el crótalo arrastra sus anillos
y leves voces laten en gargantas
entre el cieno que nutre al lirio blanco
mirado por la noche intensamente…

Sobre montes velludos, sobre playas
donde las olas blancas se deshojan
la soledad tendida está a tu vuelo…

¿Por qué traes a la alcoba,
a la ventana abierta, confiada, el terror?…

 

 

Reina Artemisa

Sentada, como el mundo, sobre tu propio peso,
por tu falda extendida la paz de las laderas,
el silencio y la sombra de las grutas marinas
junto a tus pies dormidos.
¿A qué profunda alcoba dan paso tus pestañas
al alzarse pesadas como cortinas, lentas
como mantos nupciales o paños funerarios…
a qué estancia perenne escondida del tiempo?
¿A dónde va el camino que tus labios descubren,
a qué sima carnal desciende tu garganta,
qué lecho sempiterno da comienzo en tu boca?

El vino de cenizas su acerbo alcohol exhala
mientras la copa orea, con su pausa, el aliento.
Dos vapores elevan sus secretas fragancias,
se contemplan y miden antes de confundirse.
Porque el amor anhela su sepulcro en la carne;
quiere dormir su muerte al calor, sin olvido,
al arrullo tenaz que la sangre murmura
mientras la eternidad late en la vida, insomne.

 

 

Apolo

Habitante de los anchos portales
donde el laurel de la sombra oculta el arpa de la araña,
donde las losas académicas,
donde las arcas y las llaves mudas,
donde el papel caído
recubre el polvo de frágil terciopelo.

¡El silencio dictado por tu mano,
la línea entre tus labios sostenida,
tu suprema nariz exhalando un aliento
como brisa en las praderas,
por gemelas vertientes recorriendo los valles de tu pecho,
y en torno a tus tobillos un espacio
pálido como el alba!

¡Eterna, eternamente un universo a imagen tuya!
Con la frente a la altura de tu plinto,
viniendo de aritméticas vacías como claustros,
de cielos oprimidos como flor entre páginas,
¡eternamente! dije, y desde entonces,
¡eternamente! digo.

Beso a mi voz, que expresa tu mandato,
la suelto y voy hacia ti, como paloma
obediente en su vuelo,
libre en la jaula de tu ley.

El trazo de tu norma, en el basalto
de mi inocencia oscura,
el paso de tu flecha ¡para siempre!
Y hasta el fin tu soberbia.
Sobre mí, solo eterno
tu mandato de luz, Verdad y Forma.