Roque Esteban Scarpa. Sólo me encontrarás

Presentamos tres textos claves del recordado poeta chileno y Premio Nacional de Literatura.

 

 

 

 

Roque Esteban Scarpa

 

 

EN SANGRE ANDO, SANGRANDO Y SIN TESTIGO

En sangre ando, sangrando y sin testigo,
pues el amor que hería mi costado,
que hería y no quería desolado
morir sin mí, más no vivir conmigo,
ese huracán de amor a quien yo sigo
huyendo de su voz y fatigado,
ese silbo de hoz que me ha segado
lo que quiero decir y que no digo,
ese amor que maltrata y no me trata,
esa máscara de ausencia en mi sentido,
ese lazo que coge y que no ata,
vencedor me declara y no vencido,
inmortal ya me tiene aunque me mata,
amante siempre y para siempre herido.

 

 

SÓLO ME ENCONTRARÁS

Sólo me encontrarás cuando el olvido
sea una primavera, un bosque, una cisterna
y tanto sol que juega busque una gota de rocío,
y en las ramas bullidoras de hojas en un hueco
se aposente el aire, y en el pozo falte esa lluvia
que le crece un palmo y apedrea de lágrimas
los detritos que repugnan la sed. Apenas nada.
Sólo me encontrarás cuando el olvido.

Sólo me encontrarás cuando el olvido
de pronto se colme de presencia imposible
y toda la primavera se medite otoño,
y en todo el bosque no cante ningún pájaro
y la cisterna se beba de soledad sus aguas
porque lo viviente se encuentra en lo mínimo.
Sólo me encontrarás cuando el olvido.

Sólo me encontrarán cuando el olvido,
impreciso, indigente, dibuje un vago gesto
único que él recuerda entre numerosas tardes,
o balbucee una palabra que, como mitos mágico,
trae esas almas que consumió el tiempo
y eran de eternidad y el tiempo las vomita
porque nada puede su perpetua desmemoria.

Una de ella no estará, más otra la sigue contemplando
sollozo profundo de ola que, al nacer no ignora
que jamás hallará playa para morir
si no me encuentra donde vive el olvido.

 

 

SOBRE OJOS RESECOS

Aquí estoy, envuelto en el sudario de la noche.
Mis ojos se enceguecen por lo que intuyeron.
Breva negra que no sabe renunciar en su tiniebla
a la dulzura que mana, es mi corazón.
¿Será la última miel que se siente en la muerte
siempre la que cae en sombra de una funesta higuera?

Aquí estoy, tendido. La soledad me urde cuerpo
de silencio, de fatiga alada sin sosiego
en esta habitación donde recreció el árbol:
no debo olvidar que en él la tentación se esconde,
que sus hojas son vergüenzas recubiertas, fruto sesteante
aterrado ahora por el canto rojo tres veces encendido.

Aquí estoy, yacente, lágrima de sequedad,
en sábanas de frío, en sudario de fuego.